Cómo destruir un país
Paludismo, dengue, lehismaniasis, tuberculosis, sarna y cuanta enfermedad quiera usted nombrar, o han regresado o han crecido de manera alarmante durante el (des)gobierno del teniente coronel Chávez. El descuido, la incompetencia y la corrupción son los tres factores fundamentales que han logrado esa antiproeza y han convertido a Venezuela en un país del cuarto o quinto mundo. Una demostración de la incompetencia de los funcionarios del actual gobierno la acabo de vivir en carne propia: en la Residencia para personas de la tercera edad en donde vivo, cuya administradora es mi esposa, se presentó un caso de posible dengue. De inmediato mi mujer envió una comunicación urgente a la Dirección de Sanidad del Estado Vargas, pidiendo que se fumigue el terreno, en donde además de muchos mangos, hay lugares en donde inevitablemente se acumula el agua, y por más que los empleados hacen un gran esfuerzo, si no se fumiga es casi inevitable la proliferación de «Patas blancas». La respuesta de la autoridad fue: la persona enferma debe ir personalmente a la Dirección de Sanidad con sus exámenes de sangre y un informe médico que demuestre que se trata de dengue, si no, no van a fumigar. ¿Se dan cuenta? La persona enferma, de la tercera edad, con un cuadro febril, una erupción cutánea y dolores en todo el cuerpo, simplemente no puede desplazarse como pretenden los incompetentes funcionarios, que ante la más mínima sospecha de una enfermedad transmitida por insectos voladores, deberían fumigar para acabar con el posible brote de esa enfermedad. No sólo han eliminado los programas de fumigación masiva que llevaron a Venezuela a ser un país ejemplar en esa materia, sino que no reaccionan ante una verdadera emergencia. Y el dinero que hace falta para acabar con esas amenazas se va a Cuba, a Bolivia, a Nicaragua, a Argentina, y hasta a Estados Unidos e Inglaterra, para sobornar gente y comprar voluntades que alaben al incapaz teniente coronel, ególatra e irresponsable, que ha retrocedido el país, en pleno siglo XXI, al siglo XVIII. Ojalá que pronto le salga su Simón Bolívar, como a Emparan y compañía.
