Opinión Nacional

Con las manos vacías

Todos los cinéfilos recuerdan a Chaplín disfrutando con un globo terráqueo en la inmensidad de su despacho. Era no sólo una metáfora del enfermizo imperialismo del dictador (%=Link(«http://www.ufm.edu.gt/100obrascurso/AHitler/AHitler.html»,»Adolfo Hitler»)%) , al que parodiaba: era la terrorífica expresión de la demencia que aqueja a ese y a todos los dictadores cuando terminan por perder el sentido de la realidad. Y que parece haber hecho finalmente carne en el débil y más bien pobre espíritu del comandante.

Ayer domingo llegó a su programa radial con nuevos bríos, ahíto de la alegría y el entusiasmo que le acomete a los tísicos en la fase final de su agonía. Tan poseído estaba por el demonio, es decir: por la demencia, como calificaran los antiguos a los posesos, que juró y perjuró que nada ni nadie, por el medio que fuera, lo llevaría a renunciar a su cargo: «ni que obtengan el 90% de los votos harán que renuncie a mi cargo», aseguró. Convertido así en el Napoleón arquetípico de todos los desquiciados del mundo rechazó la idea de un Santa Helena y preparó a sus huestes para el ataque final, en medio de los estertores. El hombre, cuando menos, comienza a enloquecer.

No puedo imaginar la cara con que se sentarán esta tarde Rangel y Roy Chaderton ante el más bien grave y ponderado César Gaviria. Llevan dos semanas intentando hacer luz para encontrar junto a los enviados de la oposición una salida electoral a la crisis, esto es: a la concertación comicial del pase a retiro del único mal que aqueja a Venezuela, llamado Hugo Rafael Chávez Frías, y éste sale ayer con la estruendosa pachotada de que a él no lo destornillan del sillón de Miraflores ni con una bomba nuclear. ¿Entonces?

Pletórico en su más que evidente chifladura de dictadorzuelo tropicaloide termina por tumbar la falsa máscara de magistrado y manifiesta sin rubor alguno cuánto valora él realmente a la democracia y a los procesos electorales: un pepino. Mientras esté seguro de que el 90% le aclama, los adora. Y exultante de entusiasmo proclama «la democracia participativa». Y hasta lo asienta como derecho en una constitución cortada a su medida. Pero si el 90% se inclina por darle la espalda, pal carajo con la democracia participativa. A él le sabe a boñiga lo que piensen y expresen millones y millones de venezolanos, así sumen más del 90% de los votos. No sabemos si más bien aterrado o contrito ya nos lo había confesado Aristóbulo Istúriz en la mesa de negociación y acuerdos: «no hermanos, no: Chávez no renuncia así no obtenga a su favor más que un voto». Eso lo escuchó con sus propios oídos César Gaviria y de ello pueden dar fe los doce negociadores y el mismo Gaviria. Lo dijo, y ante el asombro general en sus palabras ni siquiera resonó un eco de vergüenza.

En una reunión que sostuviéramos un grupo de comunicadores con el Dr. Gaviria el mismo lunes de su llegada recuerdo haberle dicho que ante un asaltante de caminos como Hugo Chávez no valían diálogos. «No se puede dialogar con alguien que nos amenaza diariamente con un cuchillo en la mano, Dr. Gaviria» , recuerdo haberle dicho textualmente. «Mucho menos cuando pretende imponernos una dictadura castro-comunista». Teníamos razón: se irá con las manos vacías.

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