Opinión Nacional

Conciencia vs Violencia

La involución social que se observa en una buena parte de los países en vías de desarrollo a la cual no escapa Venezuela, no es mas que la globalización de la pobreza y el atraso con una marcada dependencia de estos a los dueños de la tecnología y los mercados de productos de primera necesidad que al final resulta en un desequilibrio brutal entre la oferta y la demanda y en violencia social. Particularmente se puede definir a la violencia como la acción ejercida para someter o forzar a una o a varias personas a realizar actos en contra de su voluntad mediante el uso de la fuerza física. Hoy en día el concepto de violencia abarca también, la manipulación emocional o psicológica y el maltrato verbal, en consecuencia atacar la autoestima de uno o varios individuos mediante el abuso de poder, la critica destructiva o soez, el abandono, el desprecio, los insultos constantes, el estimulo al odio, o la injusticia social son sin duda también una forma de violencia. Estudios recientes en torno a este tema identifican a ciertos sectores de la sociedad como especialmente vulnerables y amenazados; los individuos jóvenes por ejemplo, se ven afectados primordialmente por enfrentamientos armados, desajustes sociales o laborales y situaciones de pobreza o inequidad; estas personas son al mismo tiempo víctimas y agentes de la violencia homicida ante la ausencia del gobierno o de otras instituciones para atender con propiedad el problema y asumir una política de estado, de previsión y prevención efectivas a mediano y largo plazo.

La pobreza y el descontrolado crecimiento de las ciudades, están hasta cierto punto ligadas a la violencia familiar, urbana y al crimen, aunque se conocen otras variables que desempeñan un papel fundamental como es el caso del entorno político y la situación o desempeño de la economía.

Mas específicamente, la violencia verbal o psicológica, la intimidación o la persecución de una persona por otra, como es el caso de las parejas o ex – parejas, de los padres contra sus hijos, son una constante en ascenso que se acentúan cada vez mas en las relaciones sociales. La violencia en la pareja al igual que las consecuencias de la agresión urbana tienen un denominador común que es el deseo de control o dominación y el consecuente abuso de poder. En el primer caso, del hombre sobre la mujer o viceversa y en el segundo, generalmente de la persona o funcionario investido de autoridad hacia el simple ciudadano indefenso. Este deseo de control sobre el otro degenera en descalificación, burla, agresión física, abuso o acoso sexual que puede terminar en homicidio. Los niños con bastante frecuencia, son también víctimas de los cuadros familiares violentos. En el 70% o mas de los casos de violencia en la pareja, los hijos sufren maltratos por parte de sus progenitores o responsables. Además de los traumas emocionales y mentales o psíquicos que estas escenas de agresión o mal ejemplo de sus padres puedan causarles, dejan en sus recuerdos imágenes imborrables para el futuro que siempre dificultan el tránsito a la normalidad. Estos hechos o situaciones se traducen consecuencialmente en desatención a los hijos, tanto por desidia como por restricciones socio económicas, la ausencia o nula orientación y estímulo, así como la escasez o carencia total de expresiones de afecto y cariño. Vale la pena destacar como un hecho a observar con atención que el maltratador es una persona normal que no logra controlar su agresividad y que por tanto cree obstinadamente que su rol en pareja o en la sociedad, según sea el caso, es imponer su autoridad, dirigir, disciplinar y por supuesto, ser obedecido sin chistar. Esta conducta es muy común en Latinoamérica y no solo es exclusiva de los hogares pobres, sino también se observa en todas las clases sociales y niveles educativos, además es un hábito muy común en el agresor, que luego de consumado el hecho, se arrepiente y promete no repetirlo jamás, pero al poco tiempo reincide con mas fuerza y violencia. Si esta conducta es observada en el hogar, se refleja casi directamente en la vida social del individuo, tanto en el trabajo como en la calle, generando pérdidas humanas o materiales, daños y traumas emocionales que también producen inseguridad, que a su vez crea desconfianza, intransigencia, aislamiento, intolerancia y reacciones violentas. La falta de confianza de la ciudadanía en los órganos de seguridad del estado o del gobierno son en casi todos los casos el resultado de actos de ajusticiamiento como linchamientos, cada vez mas frecuentes, en donde la impunidad o la falta de justicia degenera en la aplicación de ésta por propia mano de la misma comunidad desasistida, sin embargo, uno de los aspectos mas preocupantes en la escalada de la violencia generalizada son los cambios en los esquemas y en los patrones de conducta en la vida diaria de las personas en las zonas urbanas. La marcada violencia y la creciente inseguridad están reduciendo el tránsito de la gente por las ciudades. Paralizados por el miedo, particularmente las mujeres; los citadinos prefieren evitar hacer uso de las calles, los parques y otros lugares públicos, como consecuencia de ello, estamos presos en nuestras propias casas o urbanizaciones, pretendiendo defendernos enrejando los negocios o cerrando vías de uso colectivo.

Este “autoconfinamiento” genera una gran apatía colectiva reflejada en expresiones conformistas a manera de resignación: “Este país no tiene nada que ofrecer”. Que me importa lo que le pase a los demás, yo tengo mis propios problemas” o el tan conocido dicho: “Gracias a Dios que no fué a mí”. Esta frustración nos debilita como sociedad, pues al no enfrentar decididamente la realidad y al no tratar de cambiarla, simplemente empeoramos la situación. Es imperativo entonces, recomponer la justicia y estimular la fibra moral que llevamos por dentro para neutralizar y anular a quienes estimulan el odio y el igualitarismo hacia abajo, que depredan el erario público y las instituciones del estado, pretendiendo además aupar una lucha fratricida de clases bajo el lema de que los de arriba tienen lo que es tuyo. A modo de resumen o conclusión, además de intentar el esfuerzo de ser prudentes, educados y optimistas, también seria muy bueno que quienes perdemos la paciencia con mucha facilidad, hagamos un esfuerzo sincero por controlar nuestra propia violencia y en caso de no poder hacerlo, tener entonces la valentía o el arrojo suficiente para solicitar ayuda, pues de ese modo estamos desactivando el primer eslabón del desajuste que nosotros mismos hemos creado.

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