Opinión Nacional

Conocimiento Emocional versus Responsabilidad

Volviendo con el tema de la Inteligencia Emocional, retomo una idea que
desde hace un tiempo ronda en mi mente: la relación de la inteligencia
emocional con la responsabilidad del ser humano ante la vida.

Cuando se viene al mundo, los responsables de nuestro nacimiento son
nuestros padres. Luego, se crece y siguen siendo responsables de los valores
que se reciben durante la formación; los padres, la familia, los maestros y
la sociedad y una vez que se tiene total uso de razón la responsabilidad de
seguir siendo, se comparte. Cada quien tiene el compromiso de lograr su
propio crecimiento personal y el de conocerse así mismo.

Si se sigue con la cadena, cuando se llega a la edad adulta, es cuando
algunos comienzan a darse cuenta de que los seres humanos, sin falta, son
responsables de sus emociones y de sus actos y por tal, cada quien es
garante de los hechos generados en una sociedad.

Así que como niños, adolescentes, jóvenes, adultos, estudiantes,
profesionales, padres, hijos, tíos, primos, amigos, abuelos, esposos,
vecinos, maestros, gerentes, políticos, gobernantes o sencillamente como
ciudadanos, somos responsables de lo que a otros les suceda, como
consecuencia de la ignorancia emocional o la inteligencia emocional que cada
quien tiene.

Y si bien legalmente la falta de inteligencia emocional no se castiga, la
vida sí se encarga de pasar factura a quienes no han sabido inteligentemente
aportar beneficios a sus seres queridos y seres humanos con los que se han
relacionado durante su existencia.

Un verdadero crimen se comete cuando una persona no sabe medir el impacto
que genera su respuesta emocional. A veces es difícil perdonar a todo aquel
que siembra odio, tristeza, miedo, incertidumbre, inseguridad, envidia;
sobre todo porque esto lleva a los demás a sufrir stress, frustraciones,
enfermedades, angustias, ansiedad, inestabilidad, depresiones, sentimientos
de culpa, demencia, infartos, locura y hasta suicidios, entre otros males

Y si se revisan las estadísticas en la familia, en la empresa y en la
sociedad puede medirse fácilmente el grado de insatisfacción, de muerte, y
de enfermedades que se generan, producto de seres humanos que
irresponsablemente, día a día, trasmiten a otros emociones y sentimientos
que les llevan a hundirse muchos de ellos sin poder recuperarse de los daños
recibidos. Quienes ocasionan estas situaciones son unos irresponsables al no
medir sus propias emociones y la de los demás. La vida les cobrará su
indiferencia.

Entonces ¿Cuándo el ser humano va a entender que toda aquella acción
negativa o positiva que se trasmite a otro, con el tiempo se le devuelve
para sí? O ¿Cuándo van a entender los seres humanos que no se puede
atropellar constantemente a otro ser?

Si no, qué mejor ejemplo para evaluar lo antes dicho, que el comportamiento
de un padre que maltrata o cuida a un hijo, que a la final la respuesta que
recibe es el repudio o el amor de su propia familia.

Quienes atropellan, provocan y ofenden emocionalmente a los demás,
dirigiendo sus energías a la desolación de la población mediante la
violencia física o verbal, están equivocados y no actúan responsablemente
ante sus propias vidas y la de la sociedad.

Siempre he pensado que la libertad también está totalmente relacionada con
la inteligencia emocional. Me atrevo a afirmar que la mayoría de las
personas que se sienten libres y felices, deciden lo que quieren y cómo
quieren actuar.

Ante esta realidad, es necesario entender de nuevo el sentido de la
responsabilidad que cada quien tiene de educarse y conocerse a sí mismo,
para lograr que su conducta edifique en vez de demoler y que esa conducta
esté guiada por su inteligencia emocional.

Una manera de identificar la forma incorrecta de cómo se administran los
recursos emocionales es, por ejemplo, cuando una persona recibe una
información completa de una situación y no actúa de inmediato en función de
esa realidad y la ignora.

Actuando de esa manera, el individuo demuestra lo que significa la
ignorancia emocional porque no mide las consecuencias que proporciona su
actitud, al no resolver a tiempo una realidad que se está planteando como
problema, ya que en ese momento es responsable de todas las respuestas que
se generen, a partir de esa indiferencia hacia las emociones y reacciones de
los demás.

Es interesante pensar que, según algunos especialistas en el tema, los
venezolanos estamos considerados como portadores de una gran inteligencia
emocional, pero a su vez es triste saber que somos ignorantes del potencial
que tenemos y por tal motivo no hemos sabido aprovechar

Los invito a que analicen e identifiquen sus emociones y luego midan los
impactos que éstas generan en su vida familiar, profesional y social. Luego,
se informen y documenten acerca de qué manera puede utilizar las
herramientas adecuadas, para que sus emociones contribuyan a lograr la paz y
armonía, al menos en el entorno donde cada uno se mueve.

Así cada quien se va responsabilizando por crear un mejor ambiente para
todos y, como lo decimos en criollo, aporte un granito de arena en la
construcción de una mejor sociedad.

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