Opinión Nacional

Conocimiento para el desarrollo

La revolución en las tecnologías de la información y las comunicaciones ha puesto sobre la agenda del desarrollo el «factor conocimiento» como recurso clave en toda actividad económica y social del mundo contemporáneo.

El conocimiento es ese dato o información, acerca de un objeto, estampado en el pensamiento. Esa noción va ocupar un lugar en relación con otros conocimientos ya existentes. Ese sistema de conocimientos sobre un mismo objeto da lugar al saber, y ahí reside la relación que existe entre conocer y saber.

El papel fundamental de la enseñanza y de la educación es propiciar al ser psicosocial el potencial de todo tipo de conocimiento posible, donde prevalezca el conocimiento científico, sin descuidar la importancia de los otros tipos de conocimientos que existen, para poder impulsar el desarrollo socioeconómico.

Una muestra de esta afirmación lo constituye el hecho histórico de que en las últimas décadas del siglo XIX la vanguardia de la industrialización se desplazó de Inglaterra hacia Alemania. Mientras en Inglaterra sólo la mitad de los niños tenían acceso a alguna forma de instrucción y no es hasta 1880 que la enseñanza primaria se hizo obligatoria, en algunas regiones de Alemania esa instrucción era obligatoria desde el siglo XVII y en las décadas del 60-70 del siglo XIX el 97,5% de los niños alemanes en edad escolar, acudían a la escuela. Alemania desarrolló una enseñanza tecno-científica eficaz con respaldo gubernamental, aspecto que no fue considerado por Inglaterra ya que los ingleses estimaban que la instrucción científica-tecnológica sería ineficaz. Adoptaron, los ingleses, un posicionamiento empirista y pensaron que la propia experiencia práctica de los hombres permitiría los avances esperados. De ahí, que en la medida que la industria fue exigiendo mano de obra calificada, los alemanes estaban en mejores condiciones. La moraleja de la historia es clara, cuando se requiere una mayor base científica, la enseñanza tecno-científica viene a marcar una importante diferencia. Eso fue lo que estableció esa diferencia en el siglo XIX. Los casos de Japón, China y Corea del Sur en el siglo XX corroboran lo apuntado .

Esa experiencia deja, especialmente para Latinoamérica, un aprendizaje. Establece la necesidad de crear políticas científicas y tecnológicas conducidas por los gobiernos e instituciones no-gubernamentales, prepararando personas capaces de desarrollar la gestión en ciencia y tecnología fundamental en la futura integración de América Latina.

No obstante, para tener una idea, en América Latina se nota un moderado avance en la creación de capacidades de la actividad científica. En los años 60, por ejemplo, se dedicaba el 0,2% del PIB a la actividad científica y ya en los años 80 se alcanzaba el 0,50%. En ese plazo se pasó de 30 000 a 100 000 profesionales dedicados a I+D. Por ello América Latina cuenta con el 2,5% de los científicos del planeta y es responsable del 1,8% del gasto mundial en la actividad de ciencia e innovación tecnológica al comienzo del siglo XXI.

América Latina ya ha aprendido a investigar, aseguran algunos, pero ahora necesita aprender a hacer ciencia y tecnología, es decir, vincular la infraestructura científica y tecnológica al aparato productivo, de los servicios y a la enseñanza. Ya se produce conocimiento científico que se queda engavetado en los centros de investigaciones y universidades. Es necesario desarrollar a través de la enseñanza científica el proceso de interface y comenzar a introducir y generalizar esos conocimientos, para el bienestar de todos.

De todos los tipos de conocimientos, el científico es el más caro. Se necesitan recursos e inversión en la enseñanza, para poder activar este tipo de conocimiento.

Para ello es necesario que la enseñanza y la educación logren, entre otras cosas, preparar a los individuos con habilidad invariante para adaptarse a los cambios de tecnología, con capacidad de entender y dialogar con otros, así como de asimilar los aspectos necesarios de otras culturas. Es por tanto interesante reflexionar una vez más sobre lo significativo del conocimiento para el desarrollo de la humanidad. La cardinal importancia del conocimiento, no solo el científico, sino también los conocimientos acientífico y anticientífico, radica en que formarán parte de una aptitud social para la convivencia pluricultural en un mundo cada día más dependiente.

Por lo que esa convivencia debe ser vista desde la perspectiva nacional de cualquier país respetando la diversidad. Sería vital para los países no seguir aferrados al pasado y comenzar a invertir en el presente para tener un futuro digno y mejor. La ciencia y la tecnologia no tienen fronteras, ni nacionalidad.

El conocimiento es el factor fundamental de la evolución humana. Lo que ha cambiado tan profunda y repentinamente es la velocidad con la cual se logra transmitir el conocimiento a cualquier distancia y en cualquier volumen. En otras palabras, se han ampliado las oportunidades para que enormes cantidades de conocimiento, de todo tipo y de todo origen, se transmitan más lejos, más rápidamente y entre una mayor cantidad de personas y organizaciones, gracias a la revolución en la conectividad. Por lo tanto, existe la oportunidad de potenciar su aporte a las actividades económicas y sociales.

Muchos países industrializados y emergentes han resuelto los obstáculos mencionados, lo que les permite la creación, registro, difusión, almacenamiento, acceso, asimilación, aplicación y sistematización del conocimiento. Asimismo, poseen y desarrollan conocimientos técnicos y productos informativos muy útiles para las necesidades inmediatas y de largo plazo de los países en vías de desarrollo. Muchos creen que el obstáculo más importante para el aprovechamiento de estos conocimientos por los países en desarrollo es el acceso, por ejemplo, a las telecomunicaciones.

Pero los mismos problemas que inhiben la libre producción, circulación y asimilación de conocimientos e información dentro los países en vías de desarrollo, imponen también limitaciones a su capacidad de aprovechar muchos conocimientos valiosos que vienen de afuera. Por otro lado, las condiciones que generaron los conocimientos en el extranjero no necesariamente tienen aplicabilidad en otro país, sector, cultura o situación; requieren un profundo análisis y adaptación cuidadosa. En otras palabras, conectarse a Internet para acceder y compartir el inmenso acervo del conocimiento mundial que circula libremente representa una enorme oportunidad, pero no constituye en si ninguna garantía de éxito.

Para que el conocimiento y la información puedan servir como palanca importante del desarrollo –independientemente del auge de la conectividad- es imprescindible fomentar la capacidad de selección y traducción de experiencias, información y conocimientos tanto propios como ajenos, de manera que enriquezcan los acervos locales. De igual importancia es el esfuerzo de producir información local, de ponerla en una plataforma compartida común y de sistematizar las experiencias en el contexto de proyectos e iniciativas concretas, para que otros también puedan enriquecer sus acervos de conocimiento y no tener que reinventarlos innecesariamente. El ciclo vicioso de la pobreza y el aislamiento podría así, poco a poco, convertirse en un «círculo virtuoso» de aprendizaje y desarrollo.

Por ello es necesario enriquecer el dominio público con experiencias, aportes y recursos. Los retos que enfrentamos incluyen:
Traducir estas experiencias en provecho local, identificando los factores de éxito en cada caso y evaluando su aplicabilidad dentro del contexto local; aprovechar mejores prácticas locales para potenciar su impacto en un determinado sector o región; identificar obstáculos críticos que impiden la creación, difusión y acceso del conocimiento, por ejemplo, diseñando respuestas en términos de productos o herramientas de información, alianzas entre las partes interesadas, recursos externos, infraestructura, legislación o reglamentación;medir el impacto o valor agregado que produce una mejor aplicación de conocimiento y/o herramienta de información para un proyecto o iniciativa; identificar mecanismos para incentivar una buena práctica local, definir el papel del gobierno y las alianzas necesarias o deseables.

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