Opinión Nacional

Constitución, reformas, país de transición

Un país serio no reforma su Constitución cada 3 días (cinco, diez años no es un parámetro para medir eficiencia político-jurídica en un Estado, tampoco tiempo necesario para observar prosperidad estable), la Constitución actual no se ha logrado ni en su ínfima parte, por su falta de aplicación o aplicación política (interesada a los fines político-económicos) Un país que se quiere desarrollar no puede estar en permanente transitoriedad (de reforma en reforma), la transitoriedad es contraproducente al desarrollo de Estado.

La Constitución nacional para que se logre materialmente –partiendo de que es un ideal político y expresión de las fuerzas vigentes en un territorio- necesita de leyes que la desarrollen, de tiempo y trabajo por parte de todos los sectores, principalmente, de la administración de Estado (gobierno) en sus diferentes instituciones.

En nada sirve tener una gran Constitución en el papel (ideal político) y en la materialidad de la vida socio-política… de un país no haberse logrado nada de lo que se profesa en ella –y no se podría decir que es por limitaciones de su contenido-.

En la actualidad la Constitución de nuestro país está muy distante el ideal (Constitución formal) de la materialidad (Constitución material), lo que se pretende de aspectos socio-político-jurídico-económicos del país no se han logrado ni en mínima parte, siquiera aún se han terminado de sancionar y promulgar las leyes necesarias, ahora menos verificar el tiempo y trabajo que se requiere para avanzar hacia ese proyecto constitucional. En estos años, los encargados de ello (políticos y gobierno) se han dedicado a nada…

Esta moda de reforma constitucional (véase prensa de los primeros quince días del mes de diciembre de 2005) es un ejemplo más del magno desorden que hoy es Venezuela en gran parte o en todos los aspectos de Estado (en otra oportunidad ya he dicho: Venezuela ¿una gran hacienda?)
En política, es una vulgar politiquería (obsérvese la notas de prensa diaria, nacional y regional); sinceramente, no existe nada de política: palabras, negocios de interés personal bajo la mesa, pactos, retórica, y populismo (para comprar al pueblo y mantenerse) nada más.

En derecho, no existe estado de derecho (la política supedita el derecho: eterna disputa entre política y derecho), todo se altera con manipulación burdamente o cuando más con tesis utilitaristas a los intereses planteados.

De la seguridad jurídica se dista en demasía: existe gran desorden en legislación (vacío): la que existe desde antes, o se ha reformado (para mal) o no es compatible con las nuevas, la nueva que se ha creado es, en su mayoría, incoherente en extremos inauditos. No se observa sensatez ni cohesión en la legislación (incoherencia en fundamentos políticos) por ello inseguridad jurídica.

La propuesta de reforma tiene sustento estrictamente político (politiquero y dentro de éste también es bastante cuestionable por el tiempo del período constitucional, entre otras circunstancias), no tiene ninguna causa razonable (cultural, social, político-estatal, jurídica, económica) Lo que se debe hacer es trabajo y trabajo por lo dicho: intentar el proyecto de Constitución formal -que es bien distinto a las pretensiones gubernamentales que se observan hasta hoy-.

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