Opinión Nacional

Contra el pesimismo

Algunos personajes de la vida pública, entre ellos varios reputados comentaristas del acontecer nacional e internacional, le confieren a Hugo Chávez rasgos casi divinos. El superhombre del que habla Nieztsche queda como un liliputiense frente a las supuestas propiedades mágicas del jefe máximo y único de la revolución bolivariana. Según esta visión simplista y esquemática del lugar de los liderazgos en las sociedades complejas, Chávez ha previsto todo y calcula de manera tan milimétrica el curso de los futuros acontecimientos del país, que impedirá la convocatoria del referendo revocatorio. Para quienes piensan de ese modo, el dueño del MVR no se equivoca nunca. Sus cambios son giros tácticos dirigidos a confundir al enemigo. Cuando parece dar un paso en falso, en realidad el desplazamiento forma parte de un plan diabólico oculto que únicamente él conoce, y que se encuentra en una gaveta de su brillante cerebro. Para esos expertos en descubrir genios, hasta la más reciente visita del ex presidente Jimmy Carter se inscribe en la trampa concebida para despojar a los ciudadanos del derecho constitucional a convocar el revocatorio.

Esta imagen mítica no sólo es falsa, sino perniciosa en las actuales circunstancias que vive la nación. Chávez se ha equivocado y se equivoca con mucha frecuencia. Como gobernante mantiene a la nación al borde de la quiebra. Nunca antes se conocieron cotas de pobreza y violencia tan alarmantes. Esto en sí mismo constituye un gigantesco yerro, pues sus triunfos cabalgaron sobre la promesa de un país mejor. Sin embargo, dejemos este aspecto de lado. Consideremos que administra la Hacienda Pública y conduce al país inspirado por un esquema anacrónico que combina rasgos fidelistas, guevaristas y maoístas, y, por lo tanto, que el descalabro de la economía no es imputable a un error, sino a un proyecto consciente dirigido a destruir la empresa nacional y sustituir el capitalismo que nace y se desarrolla con la aparición del petróleo, por un modelo de crecimiento autosostenido como los que planteaban los comunistas anteriores a Marx y al socialismo científico.

Veamos, entonces, el aspecto político táctico en el que sus deslumbrados admiradores colocan sus mayores atributos. Chávez no logró detectar el momento en el que el país le fue dando la espalda a su proyecto autoritario. Hagamos un breve recuento. Al comenzar 2001 el comandante disfruta de un nivel de aceptación superior a 70%. Navegando en esa ola intenta imponer el Decreto 1011 y el famoso grupo de leyes que incluye en la Ley Habilitante (la segunda que le otorga la Asamblea Nacional, ya que la primera se la había concedido el Congreso instalado el 23 de enero de 1999). Cuando la oposición convoca el paro del 11 de diciembre de 2001. Chávez considera que la oposición carece de fuerza para llevar adelante esa iniciativa. De antemano la desestima. Craso error. En ese momento comienza en todo el país un poderoso movimiento de resistencia a su propuesta autoritaria. Posteriormente, el 11 de abril de 2002 convencido de poseer el control absoluto de las Fuerzas Armadas, ordena la aplicación del Plan Ávila. Otro fallo de cálculo. El Alto Mando en pleno desconoce su autoridad, se niega a cumplir su orden anticonstitucional. Derrotado y solo, se lanza sobre la sotana de monseñor Baltasar Porras para secar sus lágrimas. Repuesto en el poder por Baduel, y luego de un acto de contrición que sólo convence a los más ingenuos, se niega a cambiar de rumbo. Embriagado por los adulantes, no propone formar con la oposición un gobierno de unidad nacional y un plan de estabilización del país. Cree tener la situación totalmente controlada. Tampoco acierta. Las movilizaciones populares resurgen con fuerza inusitada. Se ve obligado a aceptar la Mesa de Negociación y Acuerdos, propuesta que la sociedad democrática le impone. Constituida la Mesa juega a su descalabro. Desestima a Gaviria y a los negociadores de la oposición. Nuevo fallo. La veteranía y tenacidad del Secretario de la OEA, además del paro nacional que comienza el 2 de diciembre de 2003, se empinan sobre la voluntad de Chávez. Se firman los acuerdos del 29 de mayo que incluyen la realización del referendo revocatorio. Luego hace lo imposible para impedir que se nombre el Consejo Nacional Electoral, pues sin árbitro electoral no podría haber consulta. También sucumbe. El Tribunal Supremo de Justicia sortea las presiones del Presidente de la República y designa a los rectores del CNE, que salvo alguna excepción, forman un cuerpo bastante equilibrado.

Esta es la historia reciente. Puede documentarse extensamente. Entonces, ¿existen bases firmes para sostener con propiedad que Chávez impedirá el revocatorio? El curso de los acontecimientos indica que no está en capacidad de torpedear la consulta, ni de desconocer sus resultados en el caso, altamente probable, que el pueblo decida que cinco años como gobernante (hay que llamarlo de algún modo) son suficientes. La musculatura democrática del país se levantará sobre la voluntad personal de Hugo Chávez, quien podría ser colocado en el mausoleo de los caudillos de la Venezuela premoderna.

Existen más de tres millones y medio de razones para ser optimistas. No hay que sucumbir frente al pesimismo de algunos expertos en descubrir genios ocultos. Esos “caza cerebros”, como se les conoce en el mundo gerencial, hay que oírlos con cuidado, pero no para aprender de ellos, sino para no dejarse confundir ni arrastrar por su pesimismo.

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