Crisopeya revertida
Los alquimistas del régimen se reunen y diseñan los procedimientos que han permitido que Venezuela se empobrezca a niveles impensados.
Sin el más mínimo análisis, ausentes de cualquier teoría experimentada en el mundo, borrachos de ideas leídas en libros desactualizados e ignorantes de las realidades mundiales de comienzos del tercer milenio, grupos confrontados y con la sola bendición del comandante que siempre recurre al arcano, logran poner en circulación disposiciones y regulaciones que ausentes de concierto solo logran empeorar la situación de los venezolanos.
Han pasado cinco años de gestión de este régimen que intenta llevar a nuestra nación hacia derroteros que la gran mayoría de la población rechaza. Cinco años que han significado la destrucción del aparato productivo, la depauperación de la empresa líder de la economía en Latinoamérica, la desaparición de la pujante clase media nacional y el empobrecimiento de todos los sectores de la sociedad.
La retorta de Miraflores ha atentado contra la ya débil economía venezolana. Hemos sufrido el desgobierno de un sector que ha dilapidado los recursos más cuantiosos de cuantos gobiernos hemos padecido.
Las instituciones del país han sido desmembradas y las pocas que sobreviven son presa del servilismo de quienes las dirigen.
Los legisladores que amañan los reglamentos internos para facilitar su oscuro legislar, los miembros del tribunal supremo de justicia que produce sentencias complacientes al presidente y una fuerza armada que ha sido agredida y acomodada a los deseos de su comandante general, impiden que los valores de la nación priven por sobre los deseos del dictador pseudodemocrático.
Las esperanzas están cifradas en el Referendum Revocatorio del mandato presidencial.
Ya se han cumplido cinco años de desgobierno. Ya se ha cumplido la mitad del período presidencial. Ya se han recogido –dos veces- las firmas necesarias y suficientes para solicitar al Consejo Nacional Electoral que convoque a dicho referendum.
Solo falta que las autoridades del CNE cumplan con su función de árbitros de un proceso, que parece imprescindible para la vida de la patria. Tengamos fe en ellos.
