Crónicas Asombrosas
El asombro es hoy un recurso inexistente, agotado, totalmente ausente de la canasta básica de nuestro ánimo. Tal hecho es el resultado de la cotidiana digestión de los bocados retóricos y de las exquisiteces argumentales que cocinan los más fieles representantes de lo que podemos llamar el (des)gobierno quintarepublicano.
La coordinación, ausente en la ejecución de las políticas públicas (aunque el plural suene excesivo) aparece sin embargo en el tono de la voz y en la mirada perdida de quien habla sin convicción, en las últimas declaraciones de altos jerarcas oficiales.
Escuchar a William Lara, haciendo quizá un esfuerzo sobrehumano para sonar varonil, profundizando en la tesis presidencial del golpe económico, puede generar una sensación estomacal solamente comparable al impacto neurológico que causa la imagen televisiva de Iris Varela en una milésima de segundo. Observar a José Vicente pelando los ojos al refunfuñar ante los reporteros sobre el golpe continuado y el contragolpe ya montado, produce una reacción ciertamente menos virulenta, pero igualmente perturbadora. Debería el vicepresidente sustituir sus preocupaciones de golpes militares, económicos, contragolpes y conspiraciones, por los tres golpes alimenticios que cada día más venezolanos no pueden darse, gracias a la administración de la cual forma parte.
La tesis del golpe económico, según la cual el cierre de empresas, el desempleo, la pobreza y la interminable parálisis productiva de la economía son el nefasto resultado de malvados empresarios que no pueden entender “el proceso”, obsesionados con la salida de Chávez, constituye una muestra inigualable que seguirá engrosando el ya copado museo retórico de imbecilidades y otras perlas declarativas de la quintarepublica.
Los días transcurren y el aumento de la ingobernabilidad de la nación, es enfrentado por el Ejecutivo con una colección de explicaciones e historias fabulosas que ya envidiarían los guionistas de la Walt Disney Company.
Las reformas tributarias recién aprobadas (eufemismo para no hablar de aumento de impuestos), se ven amenazadas por los anuncios de algunos sectores de la oposición que empiezan a enarbolar la bandera de la desobediencia tributaria, y por la asfixia económica de la población que ve desvanecerse cada día su poder adquisitivo.
Nadie duda de la necesidad de la reforma tributaria, inserta en una reforma más profunda e integral en los mecanismos institucionales del Gasto del Estado, que favorezca mucho más a la descentralización. Sin embargo, el clima político y las evidencias de la real utilización de los dineros públicos por parte del actual gobierno, crean un clima adverso al pago de impuestos más altos en la población, sobre todo después de escuchar al inefable Rodríguez Chacín admitir que el partido oficial solicita “colaboración” a notarios y registradores para sufragar los gastos de las marchas chavistas.
La ausencia de convicciones claras y creíbles de un gobierno hacia una idea que dice apoyar, es un fácil aditivo a la inestabilidad y a la desconfianza. El arroz-con-mango ideológico de la revolución, que quiere estar con Dios y con el diablo, persiste en una errada pretensión de aplicar tesis económicas comunistoides y utópicas superadas hace décadas por el pensamiento económico contemporáneo. La Globalización, aludida como la otra fuente del actual caos económico del país según el Presidente, ofrece oportunidades y amenazas. Ni unas ni otras pueden aprovecharse o atenuarse sin una estrategia económica coherente, y mucho menos sin un piso político sólido que haga viable tales políticas. Mientras tanto, seguiremos esperando el próximo artilugio fabuloso en la siguiente página de las crónicas asombrosas del cuento “robolucionario” que se escribe desde Miraflores.
