Opinión Nacional

¿Cuál socialismo?

Esta es la pregunta que se están haciendo en las últimas semanas los venezolanos demócratas, preocupados por la declaración del Presidente de la Comisión de Educación, Cultura, Deportes y Recreación de la Asamblea Nacional (El Nacional, 19-6-2005), B24), en la cual afirmó que con el nuevo proyecto de Ley de Educación tienen la “intención de formar un ciudadano para un país socialista” y que se trata de “el socialismo versus el capitalismo”.

Hay más de cincuenta definiciones de socialismo. Esto se debe a que se han desarrolldo muchas formas de socialismo y algunas se oponen fuertemente a otras. Por ello cuando se invita a discutir u opinar sobre socialismo cada quien parte de un concepto con sus pequeñas o grandes diferencias que crean conflictos en los debates sobre el tema. Además el concepto es dinámico y por ello socialismo no significa lo mismo para todo el mundo y no significa lo mismo todo el tiempo para cada persona. Se considera que los diferentes conceptos forman grupos, entre ellos: el del socialismo utópico, el del anarquismo social, el del comunismo y el del socialismo democrático y que el marxismo es la filosofía de mayor influencia sobre toda la familia socialista. Aun cuando algunos piensen que hay un solo socialismo, para la gran mayoría, esto no es cierto y por ello identificarlo como Socialismo Democrático o Socialdemocracia es importante, para no confundirlo con cualquier otro socialismo. Son bien conocidas las características de los gobiernos totalitarios, criminales, inhumanos y con saldos de millones de asesinados, como el del nacional-socialismo nazi y el del socialismo estalinista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que llegaron al poder y desaparecieron en el siglo XX y las de los actuales gobiernos “socialistas” totalitarios de Corea del Norte y de Cuba.

Sin embargo, en nuestro país algunos siguen pensando que el “socialismo” resolverá todos los problemas y que en los países “socialistas” no había o no hay desigualdades. En ese sentido es interesante conocer los resultados de una investigación recientemente publicada en la cual se describe un gran número de desigualdades identificadas tanto en la Unión Soviética como en los países satélites. Se demuestra cómo el régimen generaba, toleraba y ocultaba las desigualdades, se reconoce la ineficiencia del sistema socialista estalinista y se señala que sólo los altos funcionarios del régimen y los miembros del partido tenían acceso a los lugares vocacionales y a los bienes y servicio de calidad. Se descubre que la corrupción también originaba desigualdades, que se producían pagos informales por servicios de salud, que los privilegiados tenían hospitales especiales con mejores equipos y personal preparado y que en educación se establecían cuotas pero seleccionaban a los “leales” al régimen. La “lealtad al régimen” llegó a ser más importante que ser un simple miembro del partido, lo que originaba las luchas por demostrar la “lealtad” (Henderson, David, 2005). Estos resultados plantean que si los privilegiados “llegan a tener una vida propia y asumen las características de elite, la sociedad socialista o comunista no es inmune a la oligarquía (Stromberg, Roland, 1996).

Por otra parte, la doctrina socialdemócrata y los partidos que de ella se derivaron han evolucionado y se han mantenido hasta ahora, con modalidades democráticas muy variadas. La disminución de la relación partido-comunidad; la preponderancia de las clases medias; la reducción de la presencia de las clases trabajadoras por el debilitamiento de incentivos; y el fortalecimiento de la cultura participativa y anti-autoritaria, han presionado hacia la evolución de la socialdemocracia (Moschonas, G., 2002).

Se han producido por lo menos dos cambios importantes convergentes: la supremacía numérica de la clase media, asalariada, urbana, educada y generalmente del sector público y la desproletarización del electorado, es decir de la clase trabajadora sociológicamente más estructurada. La tendencia actual no es hacia un partido en el cual predomine la clase trabajadora, sino hacia la incorporación de los asalariados del estrato medio y el reconocimiento del aumento de la participación de las mujeres en la fuerza laboral, con lo cual los partidos socialdemócratas han evolucionado hacia partidos policlasistas con una fuerte influencia de la clase de los trabajadores. Se considera que lo interesante es que la social-democracia pueda hacer este viraje sin repudiarse a sí misma, ya sea ideológica, programática u organizacionalmente. Después de muchos ensayos, errores y dudas, la socialdemocracia ha triunfado en su camino y su identidad está logrando una forma bien definida. Como lo presenta Bryand Gould (1994), esto puede ser de valor político y de oportunidad electoral “para aquellos que están listos para respirar una nueva vida dentro del ideal de la social-democracia”.

Mientras China, que se autocalifica como país comunista, se ha abierto al mercado mundial y ha cedido internamente en lo de la propiedad privada, en Venezuela se retrocede al socialismo totalitario.

Si no se aclara en forma precisa a cuál socialismo se refieren, la Ley de Educación que aprobarían los diputados del gobierno, podría servir para formar venezolanos fanatizados “para un país socialista” quienes tendrían que demostrar permanentemente su “lealtad” al régimen.

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