Opinión Nacional

Cuando el desastre se llama Metro

Era una mañana de Metro en la estación de mayor  congestionamiento de Caracas, Plaza Venezuela. Un grupo esperaba al vagón azul de los viejos, impedidos y embarazadas, formando  una cola larguísima que daba tres vueltas,  del ancho del pasillo entero, cuando  una señora que apartaba a todo el mundo, porque ella era “ mayor” se le coleó al señor que estaba en el  primer puesto, esperando. Le dio tanta rabia, que  la haló por la blusa para impedirle subir y la tela se le quedó en la mano.

Ella se quedó en el andén sin sostén, desnuda hasta la cintura  y  gritando que la blusa le había costado veinte mil bolívares, que le diera su dinero. El  sacó un billete, se lo tiró y desapareció. Ella no cesó de  gritar hasta que llegaron los vigilantes del metro y la policía.
Mi amiga se reía mientras le contaba el cuento. Luego echó las historias de ella, que antes se iba en camionetica desde su trabajo en lo alto de una de las urbanizaciones del este de Caracas hasta  la avenida  principal y luego tomaba otra hasta su casa. Ahora un trayecto  de tres cuartos de hora, se le volvió de   hora y media,  porque  en la principal  las camionetas pasan llenas de gente colgando de las puertas desde las cinco y media de la tarde hasta las siete  de la noche  y tardaría casi tres horas en  llegar si espera que alguna  se detenga . Las avenidas están congestionadas por todos aquellos que no caben en el metro desde que se agudizó la crisis, hace un par de meses.

A otra mujer  me la encontré desconcertada  una mañana en un autobusete. Vive en las afueras de la ciudad y estaba completamente chocada porque el metro del que estaba tan contenta, el día anterior  había tardado   quince minutos en cada estación. Decidió  irse ese día en “ transporte superficial” como dicen,  aunque le habían contado de los continuos asaltos y las largas colas en las avenidas caraqueñas llenas de huecos, de las alcantarillas rotas, de  interrupciones de tránsito por los inventos del gobierno. No las tenía todas consigo.
Los metrobuses tampoco se salvan. De repente los choferes deciden no cobrar, porque están bravos con la administración, me supongo y se tardan todo el tiempo que les da la gana  tomando café, hablando y dando vueltas. Adentro se oye de todo. Un par de mujeres  conversaban, cuando de repente, una de ellas alzó la voz :  “ Yo te mando a matar ,oíste? “
“Aquí está mi cédula, ¡ mátame pues¡ . Y mi dirección también”, le contestó la otra a grito pelado  .
Todo a las ocho de la mañana.  Cuando se metió un señor a decirles que se calmaran, la amiga del sicariato le dijo que si el quería, también le daban lo suyo. Del tiro se bajó.
¿ Que pasa? Porqué han estallado las deficiencias del metro, que antes sólo se acentuaban en las inmediaciones de la discusión del  contrato colectivo? Que ocurre, que no sirve el aire acondicionado, que las escaleras se revientan una y otra vez,  que  los empujones, los gritos y las amenazas   son el pan nuestro de cada día? A la gente la empujan , le tuercen los tobillos o les quiebran las piernas en los vagones. Hasta los cantantes y los músicos  se han desaparecido de los trenes, porque no  hay espacio para cantar  ni tocar y el malhumor restringe las ganancias.
Lo confiesa el mismo gobierno  cuando pide 273 millones 200 mil bolívar  en un crédito para  comprar los motores de las escaleras mecánicas y renovar los vagones.  En cada línea, de los treinta vagones sólo quedan 14, porque los demás sirven como almacén de repuestos, como chatarra costosísima. El ministro de Transporte, Francisco Garcés, lo define como “problemas de tracción”. Las fallas de la línea mas antigua y mas larga, la 1, sólo se han presentado “con una frecuencia mayor a lo que debería”. En vez del ministerio de Transporte le debían dar el de Eufemismos Revolucionarios, que le queda mejor.
En fin, detrás de sus palabras y de la petición del crédito, está una declaratoria de desastre:  el Metro  de Caracas se cae a pedazos, hay que cuidar de no quedarse adentro cuando se termine de derrumbar.
No hay posibilidades de rápida recuperación, no son trastornos pasajeros. Hay un desastre administrativo continuado porque no sólo no se han reparado a tiempo  las fallas, sino tampoco construido   nuevas estaciones para descongestionar el valle caraqueño.
La violencia  que se ejerce dentro del metro, o en la calle, o en las camionetas nos devuelve un venezolano inseguro , agresivo, impaciente, maleducado. Y  estamos hablando del ciudadano “normal”. El sistema también potencia la acción de la delincuencia. Cuando el Metro fue intervenido  por la policía nacional ,  después de varios asaltos colectivos,  encontraron, según confesó la misma policía, 19 bandas criminales.  Seguramente  no surgieron de la nada. Engordaron ante la mirada impávida de las autoridades del metro.
Tomemos medidas. Así como las autoridades dicen estar pendientes de los habitantes de los barrios que viven en casas  propensas a caerse por las lluvias, así debiéramos estar nosotros, pendientes de los problemas del  metro y su alternativa, nuestras duras  e inseguras   avenidas, si queremos llegar enteritos a casa.  Ante la desaparición de la institucionalidad, cada quién tiene que defenderse solo.

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