Opinión Nacional

De cogollos y candidatos

Doce candidatos presidenciales están en campaña. Posiblemente aparezcan algunos aspirantes más. Esta es una de las consecuencias de la desintegración de varias organizaciones políticas, cuyos dirigentes buscan canales para expresar sus ideas y proyectos, al no haber sido interpretados por las cabezas visibles de la polarización que los cogollos se empeñaron en imponer, desestimando la diversidad política y social del país.

Para ellos sólo existía el chavismo y el otro polo, al que esos factores, mareados por sus posiciones de poder partidista, mediático y financiero, daban la bendición. Todo aquello que se saliera del redil de sus decisiones era tomado como un frente enemigo, ignorado y vituperado. Así creían sancionar y decretar la muerte política de esos dirigentes, a la vez que fortalecían lo que dieron en llamar presumidamente “la” oposición, como si nadie más estuviese en capacidad de expresar descontento frente al gobierno y proponer salidas democráticas.

Pero allí está la realidad, gigantesca, de cuerpo entero. La élite que inventó la plaza Altamira, montó el paro petrolero, organizó guarimbas, se hizo de la vista gorda con conspiraciones, alentó el 350 para desconocer el gobierno, convirtió líderes chavistas en vanguardias e íconos de la oposición y se empecinó en la estrategia abstencionista, no ha sido más que un parapeto intrascendente.

Han sido el referente público más notorio como alternativa a Chávez. Han tenido macizo apoyo mediático. Les sobraron recursos, públicos y privados. Lo han tenido todo. Hasta lo que llamaron el reconocimiento internacional. Sin embargo, los resultados están a la vista. La mayoría de los opositores a Chávez no creen en ellos, no les hacen caso y cada quien busca su propio camino.

Así como desarrollaron campañas de difamación contra voces con independencia de criterio, ahora acusarán de vendidos al chavismo, de sinvergüenzas que han aceptado millones para dividir a la oposición y de cuantas cosas se les ocurran, a los candidatos que se presenten sin su consentimiento.

Nunca les pasará por la mente que los divisionistas han sido ellos. Que quienes jugaron a la antipolítica y a la satanización de los partidos fueron ellos. Que a ellos se debe que esa docena de candidatos se sientan insatisfechos con lo que al país descontento se le ofrece para suceder a Chávez. Que no supieron construir puentes entre los venezolanos críticos, como tampoco presentar un programa coherente y mucho menos ser facilitadores de la incorporación de los dirigentes y de la unidad. Fueron un dique para excluir. Fueron un cogollo más.

Su legado es una gigantesca confusión. No fueron capaces ni siquiera de llamar al pueblo a votar. Gente que cree que no votar es un acto de dignidad. Otros que auspician la abstención para exacerbar el descontento y desestabilizar. No faltan los ilusos que aseguran estar “deslegitimando” a los electos. Proclamaban la abstención para protestar al CNE, pero dirigentes suyos estaban de rectores y en otras funciones en el organismo. Promovían el paro electoral pero hacían campaña por sus candidatos a alcaldes. Cambiaron de criterio cuando los candidatos a diputados eran ellos mismos, pero ya el daño estaba hecho.

Ese es parte del drama que heredan los candidatos: la incomunicación para ponerse de acuerdo y una población que quiere salir de este gobierno pero está desanimada a votar porque para proteger a cogollos temerosos de contarse, unos cuantos vivos le hacen creer que todo “está arreglado”.

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