Opinión Nacional

De miedo y remedio

Luego del «Aló Presidente» del 21 de enero de 2001, y sintiendo a partir de
ello que este país no tiene remedio, me enfrenté a la disyuntiva de proceder
a tomar un ecuanyl (¿se escribirá así?), meterme bajo de la ducha para
recuperar el equilibrio perdido, o recurrir a alguna lectura inteligente.

Como estaba en Vargas, donde el agua es un bien que sólo está disponible de
cuando en vez, y como soy poco amiga de la farmacopea, me decidí por las
letras. Angeles Mastretta acudió como suerte de representante del ejército
de salvación para mi alma apesadumbrada. Releer a Mastretta es incluso mejor
que leerla por primera vez. En su libro «El Mundo Iluminado», ella, con esa
sencillez que la caracteriza, se sumerge en el tema de lo que puede ser
llamado, con justicia, el ataque de pérdida de ilusión y entusiasmo. «Saber
que en el mundo hay infamia y desdicha no nos releva de la obligación
cotidiana de intentar que sea mejor… Mil veces pueden faltarnos respuestas
a mil preguntas … la vida es un tesoro que vale la pena y el júbilo… por
más lleno de afrentas y pesares que lo encontremos, merece el diario afán
de quienes creen que tiene remedio».

Lamentablemente, sufrimos el percance de tener un presidente que desconoce
las artes de la conciliación. Sufrimos un presidente que está persuadido que
se la está comiendo, que la está botando de jonrón cuando dedica preciosas
horas al sistemático proceso de la destrucción y la descalificación. Ayer
hizo caída y mesa limpia en el mundo de la cultura. Y como siempre hubo
víctimas inocentes, y pérdidas que hoy no podemos evaluar en su justa
proporción. Y la palabra «revolución», tan gastada y tan manida que ya
aburre, recibió el apellido de cultural. ¿La cultura estaba hambrienta de
revolución? Yo creo más bien que la revolución, ésta tan mal llamada
revolución, está enferma de poder, y está aquejada de inanición cultural

Sufrimos un presidente que cuando se siente atemorizado reacciona como fiera
herida. Sí, creo que el huésped de Miraflores no menosprecia los sucesos del
viernes 19 de enero, cuando la sociedad civil, representada por unos cinco
mil ciudadanos, acudió a presentar sus ideas sobre educación de la manera
más cívica, civilizada y adulta, haciendo gala de un concepto: para hablar
de Educación hay que hacerlo con educación. Creo que el presidente y su
corte no toman a menos lo ocurrido, sino que están asustados. Y las voces
destempladas sólo revelan de qué tamaño es el temor.

Ya dije que creo que éste debe ser un asunto debatido en profundidad, y que
si hemos tolerado tanto tiempo una reglamentación anacrónica y
tercermundista que no sirve ya ni para hacer papelillo carnestolendo, bien
podemos tomarnos el tiempo necesario para rehacerla de manera que preste un
buen servicio a nuestros deseos de progreso y desarrollo social. Que de la
prisa sólo queda el cansancio.

A pesar de pseudo líderes gritones e intemperantes, este país tiene remedio.

A pesar de no saber enfrentarse a los miedos y a las confusiones, este país
tiene remedio. A pesar de la bajeza con que se responde a la civilidad, este
país tiene remedio. A pesar de todas las torpezas y de la desazón, este país
tiene remedio. Y por ello, a pesar de los pesares, merece, como dice
Mastretta, el diario afán de quienes sí creemos que tiene remedio.

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El silencio es el asesino de la democracia

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