Opinión Nacional

De terror

Las vísceras de la señora Imlj estaban esparcidas por toda la mesa, regadas, ensangrentado el mantel bordado. Bordado A Rh negativo. Las rosas dibujadas sobre la tela con hilos de seda se veían más rojas, casi púrpuras. Unas no se distinguían, porque las finas puntadas se mezclaban con una masa de textura de pasta de hígado que fluía del hígado, y de la vesícula y de los riñones de la señora Imlj. Pasta de vesícula; pasta de riñón; y punto de cruz.

No había ningún orden sobre la mesa. Los intestinos estaban apilonados como si fueran espaguetis a la merde. Porque eso que goteaba y se escurría por la punta del mantel, y caía sobre la pata de madera en forma de garra de león, era materia fecal de primera. La señora Imlj estaba tan llena de eso. No era novedad. Eso se sabía.

Páncreas al Norte, bazo al Sur, útero al Este, corazón al Oeste. Todo un desconcierto. El corazón se destacaba porque parecía una piedra ennegrecida. Una piedra arrojada por un volcán; un pedrusco que había golpeado en la cabeza a una niña de tres años mientras era devorada por la lava. Así era el corazón de la señora Imlj. Muchos aseguraban que no tenía. Sí tuvo.

Todo el comedor olía a carne descompuesta, a excremento añejo, a velas consumidas, a vino vomitado, y al perfume penetrante y ofensivo de la difunta. Sus ojos, bien abiertos dentro de una copa llena de agua, no veían nada. Pero allí estaban como testigos silenciosos de lo que fue ese horror.

¿Pero dónde estaba el resto de la señora Imlj?

Estaba… por aquí y por allá. Su cabeza, picada en dos como un repollo, reposaba en una bandeja en la nevera. Mitad y mitad, nariz con nariz. Parecía una mariposa muerta con un cráter en cada ala. Una nevera casi vacía con una cabeza y un frasco con yogurt casero, fermentado… hongos verdes. Algo vivo y palpitante.

El cuerpo desviscerado de la señora Imlj estaba colgado en un gancho de ropa en el vestier. Varios trajes de noche, de los de antes, de tafetán y terciopelo… y ese saco de carne, con todo caído y la celulitis acumulada en los tobillos, allí guardado, pero no para otra ocasión. Ya no habría más ocasión.

¿Cómo había sucedido esto? ¿Por qué nadie sabía?

Ha tenido que ser el lobo… o los lobos. Aquellos que tanto fueron evocados, invocados, por la señora Imlj durante toda su vida.

Con la imagen de un hombre convirtiéndose en lobo fue que Lucio se despertó aterrorizado. Tenía que esperar a que el animal desapareciera para poder pensar. Pasaron varios minutos. Muchos. El lobo salivando se fue diluyendo con la primera luz de la mañana. Ya no está –se dijo-, ya se fue. Una vez solo, Lucio recordó la tarjeta de invitación que solita se había deslizado la noche anterior por debajo de su puerta. Él abrió de inmediato y no había nadie. Rasgó el sobre y… una fiesta… para el próximo 31 de octubre… Halloween. Lo invitaba el Ministro. El que se jactaba de tener tanto poder en el Ministerio de Magia. Pero una cosa es jactarse y otra tener. ¡El Ministro invitándolo a él! Un escalofrío le caminó por la espalda y Lucio contuvo la respiración.

Entonces sí se despertó. Había estado soñado con que se despertaba de una pesadilla atroz, pero en realidad no se había despertado. Ahora sí estaba despierto. Ahora sí. Y con una angustia terrible comprendió que tenía que levantarse para intentar sobrevivir a otra jornada de terror suyo –terrores nuestros- de cada día.

(*): Publicado en el vespertino TalCual. Reproducido con autorización de la autora.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba