Opinión Nacional

Decadencia en la familia o la voluntad sumisa

En las historias tempranas de Thomas Mann domina Schopenhauer, a quien respetaba como pensador y artista y cuya obra marcó y formó el molde de todo lo que es alemán; Mann siempre se consideró profundamente alemán y Schopenhauer pertenecía a su «alemanidad», así como Nietzsche y Wagner. Pero el pesimismo de Schopenhauer, que generó a los héroes de Mann en los 1890 con sus miserables existencias, fue enterrado; veredicto post morten: parálisis del espíritu. Las doctrinas de Schopenhauer intoxicaron a Mann desde 1895 por más de una década; con «Tonio Kruger» (1903) Mann las va sacando de su ficción, liberándose del letargo schopenhaueriano, una liberación que dependía más de la madurez artística que la personal.

Las enseñanzas de Schopenhauer sobre la voluntad como fuente del sufrimiento humano, sobre la subyugación y retiro de la voluntad como único camino para encontrar la paz, sobre el instinto sexual como la más fuerte afirmación de la vida y la más poderosa fuente del sufrimiento, crearon en la mente de Mann una inspiración centrada en personajes adoloridos patética y cómicamente. El corazón de cada una de estas criaturas desafortunadas, lejos de ser un dinamismo de la vida, es una cápsula de miseria, emitiendo el plasma de la miseria para que circule a través de sus venas; el destino de cada personaje es el mismo: fracaso completo para encontrar la vida callada y contemplativa que aliviaría el sufrimiento; su fracaso es inevitable porque querer es sufrir y la voluntad no puede ser totalmente deprimida excepto en la muerte. La abstinencia de los placeres de la pasión no puede ser mantenida para siempre; la pasión misma regaña a la paz mental y vigoriza la voluntad de vivir. Cada personaje tiene su propia manera de intentar acallar la voluntad: Johan Friedeman renuncia al amor; Paolo Hoffman emprende un viaje para olvidar al amor; el Diletante se retira de la sociedad; Mindernickel la toma con su perro; el extraño San Marco se conforma con el aburrimiento; Piepsam bebe. Las consecuencias para todos es un creciente letargo emocional, creciente lasitud de la voluntad para seguir viviendo, creciente incapacidad para tratar con las exigencias de la existencia diaria, creciente desdén por sus propias debilidades y cansancio.

Finalmente el estupor de la sequía de Schopenhauer comenzó a desgastarse. En 1903 Mann publicó cuatro cuentos en que el personaje central es un artista:»Tristram»
(Detlev Spinell), «The Hungry» (Detlef), «Tonio Kruger» y «The Infant Prodigy» (Bibi Sacellaphylaccas). Los talentos de los cuatro artistas, y sus compromisos con el arte, no son iguales; ni están libres de la influencia del cloroformo espiritual de Schopenhauer. En Bibi el espíritu está totalmente despierto, capaz de «jugar» con la vida y el mundo. El infante prodigio es un niño que simboliza un espíritu fresco, nuevo, libre de narcosis metafísica, nacido ignorante y libre de cualquier necesidad de actitudes equívocas sobre la vida y el arte, que en Detlef y Tonio causan melancolía y en Spinell amargura. Detlef se llama a sí mismo una criatura de «incansable voluntad de sufrimiento», pero la desilusión lo lleva al desdén por su incapacidad para la vida, sin retirarse de la voluntad para vivir, de amor por la vida; similar es Tonio Kruger, más maduro, aceptando sin resistencia la soledad y el aislamiento que –como en Detlef- creen que son consecuencia del conocimiento. Tonio se retrae de la vida para poder trabajar, «aquel que vive no trabaja; uno debe morir para la vida para poder ser completamente un creador.» Tonio, como muchos de los héroes posteriores de Mann, siente que está «aparte», sin sentido de alegría. Spinell es un personaje cómico, la caricatura de un artista, pretencioso y ridículo en el mundo del espíritu y el arte, artificial, «enfermo y henchido con el conocimiento de su propia futilidad.» Y Tristram es el final de una fase en la vida creativa de Mann; deambula en un sanatorio, refugio de su innecesario aislamiento de la vida, nadie lo toma en serio, es el tonto de todos. Para Spinell, las ideas que inspiraron a «Buddenbrooks»parecen frívolas.

«Buddenbrooks» había sido un estudio a gran escala de la voluntad sumisa, crónica de una familia en decadencia. ¿Intentó Mann con esta referencia en «Tristram» insinuar que ahora encontraba diversión, en vez de tristeza, como una reacción correcta a las nociones schopenhauerianas de la voluntad? «Buddenbrooks» se hizo una novela exitosa en Europa porque se tomó como de interés documental o crónica de los cambios sociales de la época, pero el tema real para Mann era hacer una novela de muerte, resignación y extinción; una historia donde colocaba el centro de interés en un personaje –Hanno- carente de reducción y de voluntad para la vida. Hanno no tiene voluntad para vivir; no muere de tifoidea solamente, que es un factor exterior; muere porque rechaza responder al llamado de la vida. Los héroes de las novelas posteriores tienen similares crisis de vida y muerte, cuya supervivencia depende de la voluntad para vivir: Castorp en la tempestad de nieve, Joseph en el pozo, Gregor en la roca. Ellos eligen la vida. La diferencia entre su elección y la de Hanno, entre su poder de resolución, su voluntad por la vida y el cansancio del espíritu en el deseo de muerte de Hanno, es la diferencia entre Mann en su temprana y posterior ficción, entre «Buddenbrooks», junto con los eventos inmediatamente precedentes, y su ficción total posterior.

El problema psicológico de «Buddenbrooks» es la elasticidad de la voluntad humana, la dependencia de la vida humana en su fibra. La novela, «poseída por una voluntad propia», creció de un estudio de la voluntad humana sumisa a un estudio de la voluntad humana de una familia en decadencia. Para los cabeza de familia, el viejo Johan y su hijo el Cónsul, la familia se expresará a sí misma en una estimación razonada de lo que es mejor para la familia. El sentimentalismo en materia de negocios es asunto «de leche y agua», aún cuando está involucrado un miembro de la familia. Tony se casa con Grunlich no por su propia elección sino porque a ella la hacen sentir sus padres fuertemente conciente de su obligación con la voluntad de la familia. Su madre le dice que «el camino que se te abre hoy es el que está prescrito y el que deberías seguir en tu vida.» Su padre, aunque sabe de su desdén por Grunlich y de su amor por Morten, no duda en aclararle su deber hacia la familia, deber que cada miembro de la familia debe sostener en más grande reverencia que la libertad de elegir. Tony es ella misma una persona resoluta; y su amor por Morten es fuerte; pero después de leer en el libro-bitácora familiar siente la amarga verdad imponiéndose sobre ella, debe someterse a la tarea de compartir «de hecho y de palabra en la historia de la familia.»

La sumisión de Tony a la voluntad familiar tiene consecuencias trágicas para ella. Aunque ella falla en comprender el momento, y trata de no reconocerlo después, el agarre Buddenbrook sobre la vida está perdiendo su poder para controlar el destino familiar. Johan Buddenbrook, al fallar en examinar las credenciales comerciales de Grunlich, muestra las primeras señales de fatiga. Thomas después de suceder en el negocio, se vuelve más y más conciente de que su energía y capacidad para la vida declinan; la vida le disgusta y desilusiona; se cansa, debilitando su voluntad de decisión. El mundo del negocio es la vida para Thomas Buddenbrook; cuando por primera vez ve a través de su crueldad, su brutalidad, «siente repulsión y disgusto, la odiosa y sinvergüenza aspereza de la vida»; siente que el conflicto lo angustia; que traiciona su responsabilidad hacia la familia; sus dudas sobre sus fuerzas y capacidad para la tarea le roban el vigor y estado de alerta mucho antes que la firma esté en serio peligro financiero; el debilitamiento de su voluntad para la vida de negocios, su creciente lasitud, su «sentido interior exhausto y desesperado» le llevan al primer error de negocios serio. Por su deseo de comprender la acción positiva para restaurar su respeto propio y su fervor por el trabajo acepta un negocio que sabe inapropiado para el estándar Buddenbrook. Cuando se anuncia su fracaso, no está triste sino aliviado. Al presenciar el declive del negocio, se siente «inexpresivamente agotado y disgustado», un «empobrecimiento interior» que intenta disipar por medio de un ritual diario dirigido a preservar la nitidez representativa y la elegancia de su apariencia. Su vida parece perder realidad y utilidad, y se vuelve un acto. Hasta Hanno ve la artificialidad de la vida de su padre.

El primer encuentra de Thomas Buddenbrook con los escritos de Schopenhauer es uno de los más conocidos episodios de la ficción de Mann. Pero la consolación que recibe Thomas al leer «Sobre la muerte» de Schopenhauer es momentánea; viene a Schopenhauer cuando la conciencia de su voluntad debilitada lo ha traido al punto de la desesperación; la noción schopenhaueriana de que la muerte libera a la voluntad de los deberes de la personalidad individual lo intoxica: la vida que Thomas afirma tan poderosamente en esta escena no es la vida real, sino un estado del ser después de la muerte cuando la vida individual y la voluntad se fusionan en la vida y voluntad de todos, en un eterno presente. Es la final y peor ilusión. Es incapaz de mantener un agarre firme sobre su visión y su consolación. Los acosadores detalles de su existencia diaria consumen nuevamente su energía y voluntad, y se rinde en su intento por volver a encontrar tiempo para Schopenhauer. «Y así Thomas Buddenbrook, que había tenido sus manos implorantemente hacia la alta verdad final, se volvió a hundir débilmente hacia las imágenes y concepciones de la niñez.» Regresa su temor a la muerte. «Y finalmente desistió de todo, lo dejó todo a Dios.» Su sumisión es fatal. La muerte cuando le llega es deslucida, muy diferente a las esperanzas de alegría y liberación que tenía de ella: camino a su hogar de una inefectiva operación bucal para mejorar sus dientes arruinados, colapsa de dolor en un arrollo con barro y basura, y muere poco después, tosiendo y gorgojeando, en cama. Tony siente la forma de su muerte como un insulto al orgullo familiar.

Christian y Tony, al igual que Thomas y Hanno, representan a varios niveles la decadencia de la voluntad. En Christian, el declive tiene efectos más lamentables; carece completamente de voluntad para cualquier forma de vida normal; nadie lo toma en serio y al final, como rechazado hasta por la muerte, se vuelve loco: su esposa lo «pone en una institución»; su resistencia a la remoción final de la realidad es patéticamente débil; y quien siempre anheló una vida independiente es forzado a existir en un establecimiento donde es completamente dependiente de la buena voluntad de otros. Tony lucha toda su vida, aunque haciéndose más conciente de la inevitabilidad de la derrota; ella entiende mejor que la muerte de Thomas es «el final de todo»; sus palabras al finalizar la novela parecen avalar que la familia ha sucumbido a la voluntad de la vida: «La vida nos estruja tanto que destruye tantas de nuestras creencias.»

«Buddenbrook» no fue escrita como un registro de los eventos sociales de una época. La ficción de Mann trata con individuos que poseen extraordinarios poderes para experimentar el conocimiento moral. El individuo especial es diferente a los hombres «ordinarios» en cuanto a que percibe y sufre más intensamente; en él las crisis de la moralidad humana son efectuadas y decididas. El individuo elegido no es siempre un artista; en Mann no es siempre una figura reverenciada, hay múltiples pusilánimes. El verdadero elegido es un genio en calidad de mente, pero no necesariamente crea obras de arte; es un elegido, un ser especial, un hombre de genio, un hombre elegido para el sufrimiento, para la experiencia de la muerte, para el pecado y la penitencia, para la percepción de la verdad y del bien. La moralidad del elegido es su capacidad especial para asimilar experiencia, para sufrir y aseverar su voluntad por la vida de una manera que fortalezca la voluntad de la humanidad. La tarea moral de los individuos elegidos es trabajar en humanidad; sus herramientas son experiencia, sufrimiento y el don de «jugar»; sus materiales son muerte, mal, pecado y parodia; su creación es sabiduría, sabiduría liberada. Sexo, erotismo, música son males cuando debilitan la voluntad por la vida, y buenos cuando inspiran amor por la vida.

La moralidad de Nietzsche –cuyos escritos dejaron huellas menos extasiadas en la mente de Mann- reemplazó a la de Schopenhauer, Mann tomó las doctrinas de Nietzsche no más seriamente que las de Schopenhauer, pero admiraba a Nietzsche expresamente como «el victorioso sobre el ser.» Hacia finales de 1903, Mann ya trabajaba en la historia de un hombre cuya voluntad por la vida no estaba deteriorada por un llamado expuesto y exaltado, o por su marchita mano. La etapa de la sumisión había terminado.

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