Opinión Nacional

Democracia: esencia o apariencia

Unas de las cuestiones que más llamó la atención a los politólogos, sociólogos, y algunos historiadores, fue el hecho de que en la década que comprende los años ochenta a los noventa, la región experimento como nunca antes un número considerable de procesos de transición y posteriormente democratización y profundización de la democracia. Paradójicamente dichos procesos se gestaron cuando la región presenciaba su peor crisis económica, razón por la cual se comenzó hablar de la década perdida (en lo económico) y de la década ganada (en lo político).

A estas alturas, para los venezolanos y latinoamericanos en general, la democracia no sólo conforma un tipo de régimen y ordenamiento político, sino un VALOR INTRÍNSECO de nuestros ciudadanos. La aceptación y valoración de la democracia como forma de gobierno frente a otros, es una cuestión indiscutible. Sin embargo, merece señalarse que algunas demandas, déficit y carencias en muchos ordenes siguen estando presentes. Nuestros ciudadanos siguen demandando una mejor dirigencia, un mayor nivel de formación y desempeño gubernamental de su clase política, tanto la tradicional, como la que intenta estructurase, y por supuesto siguen demandando mejores y más justos (decentes) niveles de vida.

El modelo tradicional instaurado en Venezuela que se definió como “democracia de partidos” genero durante unas cuantas décadas, niveles de progreso, de desarrollo, educación y promoción, creación de expectativas y de ciudadanía, y por supuesto estabilidad. Sin embargo, este modelo comenzó a distorsionar, generar y albergar una serie de deficiencias, fallas y vicios que en su conjunto, aunado a una generación de relevó no suficientemente formada, con visión, sentido de cuerpo, pertenencia y compromiso, y la presencia de una crisis económica que comenzaba a socavar y minar los niveles de vida de nuestra población, terminaron generando todas las condiciones para su destrucción (gradual o acentuada), además de dejar todas las escotillas abiertas para el surgimiento de un nuevo caudillo, y la implantación de un nuevo modelo (que no se sabe a donde va) de hacer política.

El país registró en estos últimos dos años, no sólo casi media docena de procesos y consultas electorales (con costos económicos y fallas de diversa naturaleza) sino que hoy en día observamos un panorama económico y social, con grandes niveles de incertidumbre. En lo político, ni hablar, hemos visto como se siguen vulnerando los derechos (de los cuales tanto se jactan) de la llamada sociedad civil, se violan los canales, los lapsos, los mecanismos, se hace y deshace, y además, se quiere implantar una suerte de “TRASITORIEDAD PERMANENTE” violando la constitución que ustedes mismos redactaron y refrendaron.

Se sirven y apoyan en la constitución, la sociedad (parrillada) civil, y por supuesto de los poderes viejos y nuevos cuando les conviene, y de la misma forma los burlan e irrespetan. No olvidemos que la salsa que es buena para el pavo, es buena también para la pava. Nos preguntamos si se pueden etiquetar este proceder de democrático. La democracia no es sólo apariencia, sino esencia, reglas de juego claras, respeto a la tolerancia, oposición y disidencia. Además, si algo distingue a un ciudadano de un simple individuo en nuestras democracias modernas, es su NIVEL DE DISCUSIÓN, CRÍTICA Y PARTICIPACIÓN dentro de la cosa pública. Es hora de comenzar a exigir más de nuestros gobernantes y de la forma de conducirse por una lado, por otro lado, es hora de reprochar y cuestionar toda practica que intenta violar y transgredir nuestros valores y prácticas democráticas.

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