Opinión Nacional

Democracia sin elecciones

Ya el socialismo ignoto del régimen perdió su misterio. Su visión no
tiene nada que ver con la democracia o el romanticismo utópico de
algunos. El proyecto político que inspira el nuevo planteamiento
constitucional es de dominación y de ejercicio irrestricto del poder
sobre la sociedad, aunque se presente solapadamente entre promesas y
juegos de palabras a lo largo de un texto, que funge de reforma, bien
macerado durante meses de pensamiento estratégico y táctico por parte de
un grupo supercupular dirigido por quien sin duda es la fuente de
imposición directa del mismo, y en el cual no caben ligerezas o
equivocaciones, sino movidas y planteamientos calculados.

Hasta hace poco el socialismo tal como lo entiende el régimen había
quedado entre neblinas. Ahora no. Ya quedó escritamente retratado en las
propuestas concretas que en el contexto del entramado global de la
propuesta, apuntan con claridad hacia una sociedad distinta, un estado
distinto y una forma de vida radicalmente distinta, a ser impuestos
desde el poder. Lo cual no puede conducir sino a una sociedad de
infelicidad, y mayor pobreza humana, material y moral, como se ha visto
históricamente en antiguos países comunistas y se ve todavía en otros
como la isla de Cuba, donde se aplica desde hace décadas un modelo
parecido al propuesto ante la Asamblea de aquí, con muy tristes y
atroces resultados para su población y su destino.

Que la soberanía reside en el pueblo, como dice la propuesta, termina
siendo palabra vacía cuando se establece al mismo tiempo que esta
soberanía se ejerce a través del poder popular. Suena muy bonito (¡poder
popular!), pero lo feo es que no nace ni del sufragio ni de elección
alguna. Ya aquí el ejercicio de la soberanía a través del voto, que es
la esencia de la democracia, queda tirado a un lado.

Este poder popular, según el plan, ejerce la soberanía a través de las
comunidades que se organizan en comunas y designan consejos comunales y
otros. Estos quedan habilitados para expresar la voluntad del pueblo
soberano, con base en ellos mismos no en el voto ciudadano. De allí a
sustituir el voto universal, secreto, individual y directo para la
elección de los cargos de elección popular, por las decisiones de estos
consejos, hay solo un paso y basta con algo de técnica legislativa. Como
los consejos comunales para quedar válidamente constituidos tienen que
ser reconocidos como tales por el gobierno, y viven de las asignaciones,
presupuestarias o de otro tipo, que este les da, queda consagrado el
«link», el encadenamiento, entre el gobierno y los órganos de elección,
estos consejos, en virtud del cual sería posible? y no casualmente
posible ? que el gobierno, y todos los órganos del estado, terminaran
eligiéndose por carambola a sí mismos, utilizando este artilugio.

Si la soberanía se expresa a través de los consejos del poder popular, y
estos no derivan su poder del sufragio ni de votación alguna, aquí no es
meramente una posibilidad que se acaben para siempre las elecciones
individuales, universales, secretas y directas. De allí en adelante no
hará falta ni siquiera tener un CNE como manpara. La piramidización de
estos consejos será suficiente para tener algo así como un consejo
nacional del poper popular que se coloque por encima de la Asamblea
Nacional como poder legislativo para hacer leyes y hasta por encima del
propio pueblo soberano para cambiar cuando sea necesario la misma
constitución y «elegir» a los diputados, concejales, gobernadores,
alcaldes, al mismo presidente, o a cualquier otro que los sustituya o
subordine, según lo dicte el jefe efectivo del poder.

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