Opinión Nacional

Desplazados

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Las consecuencias para la migración y el desplazamiento de las personas podrían tener un alcance y llegar a una escala que excedería infinitamente cualquier cosa que haya ocurrido antes. Así se recoge en el informe «En busca de refugio»: localizando los efectos del cambio climático en las migraciones y desplazamientos humanos, publicado por la organización CARE Internacional y el Instituto para el Medio Ambiente y la Seguridad Humana de la Universidad de la ONU. El documento señala que al menos 200 millones de personas serán migrantes como consecuencia del cambio climático en el año 2050.

Dentro de las próximas décadas, las consecuencias del cambio climático podrían ser devastadoras. Charles Ehrhart, coordinador de Cambio Climático de CARE, declaró que aunque la migración y el desplazamiento humanos suelen ser el resultado de múltiples factores, «crece la influencia del cambio climático en la decisión de las personas de dejar su forma de vida y abandonar sus hogares».

México y los países de Centroamérica ya están experimentando los impactos negativos del cambio climático, donde se dan menos precipitaciones y más temporadas de huracanes e inundaciones. Según las previsiones, las precipitaciones en algunas zonas descenderán cerca de un 80% hacia 2080, lo que aumentará de forma dramática el riesgo de hambre crónica.

«Los impactos potenciales de la futura subida del nivel del mar aumentarán de forma alarmante», señaló Ehrhart, quien puso como ejemplo la zona del delta del río Mekong, en Vietnam. «Un aumento de dos metros del nivel del mar invadirá las casas de más de 14,2 millones de personas y sumergirá la mitad de la tierra agrícola de la región», sentenció.

La mayor parte de las personas buscarán refugio en sus propios países, pero otros atravesarán fronteras. El informe recuerda que los países más pobres no tienen instrumentos necesarios para conseguir una adaptación generalizada. Así, las s sociedades afectadas por el cambio climático pueden encontrarse encerradas en una espiral descendente de degradación ecológica.

En este escenario, demasiado plausible, las grandes poblaciones se verían obligadas a emigrar como una cuestión de supervivencia inmediata. El texto elaborado por CARE recuerda que la gente siempre ha dependido de las migraciones a corto y largo plazo como forma de tratar con los cambios climáticos. El desafío, continúa, es conocer la dinámica de la migración relacionada con el clima e incorporar la movilidad humana en los planes internacionales y nacionales para adaptarla al cambio climático.

El pasado miércoles 10 de junio, U.N. University, CARE International y la Universidad de Columbia dieron a conocer un informe que alerta acerca de las consecuencias a mediano plazo del cambio climático que está sufriendo nuestro planeta. Según este informe, millones de personas se verán obligadas a abandonar sus actuales lugares de residencia con el solo propósito de escapar de la crecida de los mares y de las terribles sequías que ya azotan cada vez más a las regiones en las que habitan.

Entre los países mencionados como los más afectados por este fenómeno se encuentra, por ejemplo, Egipto, un territorio que incluye un delta que cada año es protagonista de nuevas crecidas e inundaciones de sus aguas. Sólo para este siglo, se espera que el nivel del mar suba cuando menos un metro, algo que sin dudas traerá aparejados serios inconvenientes en pocos años. A esto se suman las torrenciales lluvias que acaecieron en el Sahara en el año 2004, un preludio de lo que podría seguir ocurriendo en el futuro si la situación no se revierte.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo estima que en el año 2040, la temperatura habrá ascendido unos 3 grados en promedio en todo el globo. Como consecuencia, los glaciares continuarían el proceso de deshielo que ya sabemos en marcha, y las inundaciones seguirían en aumento.

El norte de África es una zona que se ve especialmente afectada: la crecida del nivel del mar Mediterráneo golpea de inmediato las costas de su litoral, provocando pérdidas materiales y dañando un territorio de cultivo que ya de por sí es poco fértil. Recordemos que sólo el 10 % de la superficie egipcia es cultivable. Además, las altas temperaturas generan otro daño: la evaporación de las reservas de agua, un recurso natural sumamente preciado, en especial en regiones áridas y desérticas como la mayor parte del territorio egipcio.

La incidencia en la economía de un país, sobre todo si éste forma parte de la porción subdesarrollada del globo, es también gravísima. Con un bajo nivel de producción agrícola afectado por las condiciones climáticas adversas, se hace necesario aumentar la importación de productos alimenticios para satisfacer la demanda de la población. Así, aumentan por partida doble las problemáticas sociales más básicas, como el hambre, la desnutrición y el desempleo.

La necesidad de inversión y planificación para solucionar y prevenir el agravamiento de estas situaciones que se están viviendo en el norte de África, y en particular en Egipto, es innegable.

Además, no podemos olvidar la importancia de la cooperación entre naciones vecinas. Creo que en situaciones como esta, que afectan a una región territorial tan amplia en lugar de a un país de manera aislada, deberían ayudarse entre sí antes que sólo esperar auxilio de las potencias económicas o de los organismos supranacionales.

Me parece que este es un buen momento para rescatar proyectos como el Convenio del Agua del Nilo entre Egipto y Sudán, que fue ratificado hace exactamente medio siglo, en el año 1959. Pasado tanto tiempo, sin dudas es necesario hacer revisiones y modificaciones que adecuen sus objetivos a las características actuales de la problemática; pero nada impide revalorizar este tipo de lazos, capaces de mejorar la realidad si se los lee a la luz de los hechos presentes.

Soy de la opinión de que tales acciones son válidas tanto para el norte de África como para todas las regiones a nivel mundial que se encuentran en una situación similar: con escasos recursos, amenazadas por el drástico cambio en las condiciones climáticas, pero con una población valerosa y bien dispuesta a detener los procesos destructivos y a mejorar su futuro.

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