Opinión Nacional

Dos en uno

Digo en principio que nunca podría escribir un cuento confiable en sólo tres días, como la famosa alegoría moral de Robert Louis Stevenson titulada El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde . Como saben hasta los escolares, Stevenson expuso en forma de relato un caso de doble personalidad, antes de que Freud apareciera en el firmamento.

He pensado en esta obra notable al ver a Raúl Castro metiéndose donde no le va hasta obtener la presidencia del CELAC.

Recordemos que en su larga vida revolucionaria el hermano menor de Fidel no mostró mayor interés por el tema internacional y nunca fue atraído por las candilejas ni las tribunas en olor de multitudes.

Debe haber entonces buenas razones para que haga lo que estamos mirando.

No creo que Raúl sea víctima de algún trastorno psíquico. Su temperamento no da muchos saltos como el de los bipolares, que van de la depresión a las manías. Ese es el caso de otro, pero no del flamante presidente de Cuba.

Lo que lo mueve es que no se aprecian sensibles progresos en su plan de reformas, con la velocidad que exige la inminencia de la tragedia económica. La razón de ser de la reforma que hizo aprobar en el VI Congreso del PCC es colocar a la isla en la ruta del desarrollo con amplias inversiones foráneas. Y mientras tanto, debe responder hoy, hoy mismo, a la explosiva situación social de Cuba, acentuada por la terapia de choque más severa que se haya aplicado en el hemisferio. La ironía quiere que los renombrados «paquetes» propios del despreciado neoliberalismo, sean un cuento de niños comparados con la presión a la que Raúl está sometiendo a su pueblo.

2 La tragedia es de origen. La vorágine que lo arrastra es el hondo fracaso del modelo fidelista, del cual el propio caudillo reconoció a dos periodistas norteamericanos que no le servía a nadie, ni a los cubanos.

Ante la inminencia del desastre social, Raúl dio un paso en la dirección correcta, pero un paso hasta donde los intereses creados se lo permitieron. El asunto es que no puede saberse si cuando se produzca la esperada reanimación el médico de la terapia estará en la montura, o los corcoveos del enloquecido caballo lo habrán tirado al suelo.

En fin, estamos ante dos Raúl: uno que quiere la apertura, la normalización de relaciones con las potencias imperiales además de la afluencia del poderío económico de sus compatriotas (ya no gusanos) de Florida. A esos ex gusanos, por cierto, les guiña el ojo con la reforma migratoria.

El otro Raúl es el que debe impedir los apagones, el deterioro del transporte y obtener oportunos subsidios después de la eliminación de los comedores obreros, la reducción de rubros de la tarjeta y de gastos de salud y educación, aparte de los despidos descomunales cuya magnitud no los ha conocido ningún país latinoamericano en cualquier momento de su historia.

Un Raúl quiere construir una economía que no viva de limosnas, como durante 30 años de la URSS y varios ya de Chávez. Una economía tipo China o al menos similar a la de algún emergente asiático El otro Raúl necesita apagar fuegos, evitar el colapso social, impedir que se cuarteen las instituciones incluido el Partido Comunista. Son fantasmas que no esperan. Cuba no produce. Necesita importar el 70% de los alimentos que consume.

¿Cómo responderá entonces? Por desgracia no tiene otra forma que la humillante limosna ni otra fuente que el gobierno del presidente Chávez. Es un conflicto entre la mecha de combustión lenta y la de combustión rápida. La promesa de desarrollo independiente y de auge de la producción y exportaciones está remitida al futuro, en tanto que las duras realidades de todos los días crepitan peligrosamente.

 

3 La enfermedad de Chávez debe haber desquiciado el frágil equilibrio que asusta a Raúl. Le costará conciliar el sueño de sólo pensar en la posibilidad de que las liberalidades venezolanas pasen a mejor vida.

No queda pues sino fortalecer al chavismo y el poschavismo a fin de conservar la pitanza hasta que algún día…

Ante el peligro, el doctor Jekyll se ha convertido en el sombrío míster Hyde. Y si hay que salir a bailar ante un proscenio internacional, pues allá va. Tiene la presidencia pro tempore. Siendo miembro del organismo en algún momento de la rotación le tocaría, pero sus amigos chavistas se empeñaron en que fuera ahora. Sin darse el lujo de pensar en la posibilidad eventual de algún nivel de entendimiento con la oposición venezolana basado en las ventajas recíprocas y la no intervención, el hombre ha decidido complacer al enfermo en lo que más le gusta: agredir a la disidencia, calumniar a quienes no piensen como el que convalece en la isla.

Es una práctica no recomendable para un país en el estado en que se encuentra el suyo. Castro no tendría que comprarle a Cuba los adversarios de su aliado, ni desde la responsabilidad que ha adquirido tocar a rebato contra protestas en ningún país americano. Pero sea que su aliado se lo haya pedido al tiempo que lo empujaba a la presidencia del CELAC, o que haya querido darle muestras de lealtad infinitas ante el peligro de que los inevitables ajustes de Venezuela comiencen por Cuba, helo allí, violentando su manera de ser, tronando en Chile contra la oposición venezolana.

París bien vale una misa.

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