Opinión Nacional

Dos grandes enigmas

El Diccionario Ideológico de la Lengua Española le da a la palabra “enigma” dos significados: por un lado cual “conjunto de palabras de sentido artificialmente encubierto” y por el otro como “cosa incomprensible”. A mi entender, estamos viviendo, bajo el actual régimen, una situación en la que el segundo significado es un resultado del primero.

En efecto, las frecuentes intervenciones publicas del teniente coronel, celebrado hoy por sus seguidores, incluyendo muchos militares, como comandante-presidente, en las cadenas y los numerosos actos en los que el siente que debe hablar son escasamente hilvanadas y casi siempre improvisadas, como aquel conjunto de palabras de sentido artificialmente encubierto. Un ejemplo constituye incluso la designación de su “revolución” como bolivariana-marxista, otro el lema Patria, Socialismo o muerte. En el primer caso, la combinación del pensamiento político de Bolívar con diferentes y variables versiones del marxismo encubre una contradicción que es indisoluble, puesto que el “bolivarianismo” es un artefacto que no tiene ninguna relación ni teórica ni histórica con los marxismos de Marx, Engels, Lenin, Gramsci, Mao Ze Dong, Fidel Castro y los demás. El objetivo de Bolívar fue la liberación política de su patria y de otros países latinoamericanos, esto es: una revolución política en el sentido de Hannah Arendt, razón por la cual las luchas de liberación no implicaban un cambio estructural del sistema económico y social. Los marxismos apuntalaban (y apuntalan) hacia una revolución social, en el sentido de la destrucción del orden societal existente y la creación de uno nuevo. El lema, a su vez, encubre un nacionalismo exacerbado, vinculado a la construcción del socialismo, sin el cual la sociedad y sus miembros simplemente morirían.

Como nuestro mandamás de Miraflores construye sus discursos sin mayor preparación y mezcla en ellos los más diversos tópicos como canciones, anécdotas de su adolescencia, ataques contra todos los que disienten de su manera de pensar, todo tipo de cortinas de humo para esconder las lacras de su (des)gobierno y otros, todos ellos están destinados a ocultar el verdadero sentido que tienen: movilizar las masas alrededor de su proyecto político y social y profundizar la polarización del pueblo, en breve: un nuevo totalitarismo.

El segundo enigma es el hecho de que todavía, después de más de 10 años de un desastroso gobierno, un 40 % de la población apruebe la gestión del líder, según las más serias encuestadoras. Ello es el resultado del primero. Efectivamente, la permanente presencia de Chávez, prácticamente diaria, y la hegemonía comunicacional mezclada con una propaganda goebbelsiana han logrado encubrir la verdadera naturaleza de su proyecto: la destrucción de la republica y con ello la muerte de la democracia. Ello estuvo en la raíz de su intento de golpe de Estado del 4/2/1992 y continuó a partir de 1998, durante la campaña electoral, con la difamación de los 40 años anteriores, veintitantos de los cuales significaron un paso enormemente importante en el camino a la modernidad de la sociedad venezolana gracias a un ejercicio democrático del poder, mientras que los últimos 16 o 17 años implicaban lo que en otro lugar he llamado “una regresión democrática” que no supimos parar.

Los dos enigmas constituyen el más serio desafío de la alternativa democrática, tanto la de la MUD como la de las numerosas y variadas asociaciones de la sociedad civil organizada. Tenemos que lograr que el lenguaje de la política recupere el apego a lo que debe ser el código de una convivencia política pacifica, o sea que no se convierta en una imitación del lenguaje del régimen, tanto de su líder como de sus lacayos y focas. Esto es: llamar las cosas por sus verdaderos nombres y no permitir las cortinas de humo.  

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