Opinión Nacional

Dos saboteadores

Aunque hasta las cifras oficiales sean escandalosas, difícilmente puede uno sorprenderse del auge del hampa durante este régimen, habida cuenta de que el presidente prácticamente inauguró su mandato dando un espaldarazo a quienes salen a medianoche a hacer lo que sea para (según él) conseguir comida para su familia. Su respuesta a las invasiones de terrenos fue igualmente solidaria con quienes cometían el delito, absolutamente irresponsable con las víctimas y, como ya nos tiene acostumbrados, 100% decorativa ante las causas del fenómeno.

El aumento descomunal del número de homicidios y secuestros durante el chavismo indica que esas dos actividades son de las pocas que han progresado realmente en este caótico septenio. Además, claro, de la fabricación y venta de los maletines negros que recoge la Disip en medio de un vistoso despliegue y que nunca se sabe qué contenían. También ha florecido la industria del sicariato, importada con muy buenos resultados y, aparentemente, se ha creado una nueva línea de trabajo: la de los detenidos que aparecen en los noticieros con la cara cubierta. Dada la casi total inoperancia de los cuerpos de seguridad, no resulta descabellado (¿o será deschaconado?) suponer que Minjusticia ha incorporado a su nómina a algunos sujetos cuyo trabajo es aparecer, semana a semana, ante la prensa como maleantes anónimos capturados luego de intensas persecuciones o diligentes pesquisas policiales, para dar la impresión de que algo se hace.

Sin embargo, y pese a su más que demostrada ineptitud, según la prensa el ministro Chacón entregó a la Asamblea Nacional una Memoria y Cuenta donde reporta 96% de cumplimiento de los objetivos planteados. Es decir, no es sólo que sea certificadamente incompetente para siquiera aliviar el problema del delito y la inseguridad sino que además no tiene ni idea de qué debe hacer y se está planteando metas totalmente distintas (las cuales alcanzó, parafraseando a otro confiable vocero del gobierno). ¿Cuáles habrán sido?
Supongo que entre los objetivos alcanzados por el Minjusticia debe estar el de “Prometer nuevos mecanismos cada vez que ocurra algo que indigne especialmente a la opinión pública”. Algo fácil de lograr y que no involucra enfrentar a la indócil realidad.

Por su parte, el Ministerio Público lanzó una campaña de imagen, financiada con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo, que tiene como uno de sus objetivos aumentar la frecuencia con que las víctimas denuncian los delitos (se calcula que menos de la mitad lo hace). El lavado de cara del Ministerio Público comenzó con el gran argumento de que un alto porcentaje de los denunciantes (creo que 8 de cada 10,) manifestaba que había sido bien atendido. Triste que eso sea lo mejor que pueden decir de su labor. Equivale a reportar que los usuarios de un hospital declaran que les tomaron los datos con mucha eficiencia, sin que se pueda mencionar qué pasó después con los pacientes. Siendo que el índice de homicidios que terminan en condenas está vergonzosamente cerca de 0% (entre 1 y 7%, según la fuente) el hospital, volviendo a la equivalencia, se estaría callando una proporción inaceptable de pacientes que no experimentaron ninguna mejoría.

¿Cuál será más fundamental como misión del Ministerio Público? ¿Tomar datos o velar por que se sancione a quienes violan la Ley?
Por si sus repetidas demostraciones de incapacidad y parcialidad política no fueran suficientes cuestas que remontar para una campaña publicitaria en pro de la denuncia, el Fiscal General y el Ministro de Justicia se encargaron de ponerle obstáculos extra con su reacción ante las acusaciones contra prominentes funcionarios hechas por uno de los, hasta hace nada, más importantes jueces chavistas del Tribunal Supremo de Justicia. El fiscal Rodríguez dijo que él no investigaba chismes, con lo cual nos dejó muy claro a los potenciales denunciantes comunes y corrientes que si no llevamos la investigación hecha, con pruebas documentales y resultados que lo complazcan, podemos ahorrarnos la saliva: nuestro caso no reunirá las condiciones mínimas para ser considerado por su despacho. En cuanto al ministro Chacón, su respuesta a las acusaciones contra su hermano, quien de pronto resulta ser principal accionista y presidente de un banco, me hace recordar la del Ministro de Justicia de Quebec, Marc Bellemare cuando le reportaron que su hija podía estar involucrada con delincuentes. Chacón dijo: “Hasta donde yo sé, ser dueño de un banco no es delito”. Bellemare declaró «Cuando me informaron que mi hija podía haber cometido actos reprochables, aunque ella nunca ha sido acusada de nada y no tiene antecedentes, se lo comuniqué al Primer Ministro y pusimos en práctica el mecanismo para asegurar que yo no sea informado o implicado en nada que tenga que ver con mi hija”.

Creo que en lo que respecta a la mencionada campaña, gracias a Isaías y Jesse, se perdieron esos reales.

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