Opinión Nacional

El Bostezo

Mientras más se acerca Noviembre, mes de las esperadas elecciones regionales, un frío eléctrico parece recorrer más de un estómago, expectante, angustiado sobre el desenlace posible de la cita comicial.

Pero lo que debería ser un debate de proyectos, programas de gobierno, evaluaciones de lo hecho o no realizado, y en general, el análisis de las propuestas de los candidatos a alcaldías y gobernaciones, se ha visto minimizado por diversos acontecimientos.

Un clima enrarecido en el país, parece plantear una enconada pelea, no electoral, sino retórica y discursiva, para llamar la atención o desviarla, según sea el interés en que tal o cual tema se de a conocer, o por el contrario, se oculte.

Las coincidencias noticiosas revelan así, la dinámica de la lucha política del país y el papel cada vez más crítico y poco complaciente de un colectivo cansado de juegos de palabras y ansioso de gobiernos más eficientes y menos parlanchines.

Ante la denuncia del famoso “Paquetazo” habilitante del jefe del Estado venezolano, éste invoca fuerzas golpistas y repite quinientas cuarenta y cinco mil veces el término “pitiyanquis”. Se trataría, según él, de gente opuesta a las toneladas de felicidad que su accionar desea generar para el país, sin importar si morimos todos aplastados.

Un lejano juicio en Miami, sobre la celebérrima maleta llena de dólares incautada en Buenos Aires a un gordito bonachón y generoso, que ahora no se sabe donde está y se espera que testifique próximamente, ha suscitado una serie de informaciones, denuncias e implicaciones que, aparentemente, apuntan a altos funcionarios del gobierno venezolano, y a su jefe máximo.

Mientras, el espacio geográfico venezolano y sus 916.445 Kilómetros cuadrados resultó hace rato largo demasiado pequeño, demasiado parroquial e insignificante para el preclaro liderazgo y la fulgurante luz de estadista del ciudadano presidente. Debe por ello atender los reclamos de otros países, de otras naciones en todo el planeta, que exigen su ayuda, su sabiduría y claro, también su generosidad y bondad petrolera. A veces la diplomacia también puede ser un chuleo.

Ante la grave crisis de Bolivia, nación dividida y polarizada en torno a un proyecto de Constitución y a una visión de país (¿le parece familiar el asunto?), rayana ya en una peligrosa ingobernabilidad, el señor presiente venezolano anuncia su solidaridad y secunda, sin que nadie se lo haya pedido, al presidente Evo Morales, en la expulsión del embajador de EEUU en esa nación.

Toda una clase de urbanidad diplomática y elegancia de la lengua castellana, fue la peculiar manera con la cual el presidente venezolano decidió la expulsión de Mister Patrick Duddy, representante de Washington en Caracas. Por aquello de la reciprocidad, el triste embajador venezolano en Estados Unidos, Bernardo Álvarez, no termina de hacer su maleta, mientras declara que Venezuela desea mantener el comercio con la tierra del Tío Sam, que porfa, la cosa tampoco es para tanto, Uds. ya conocen al susodicho ¿no?, no es que sea pan y circo, y no hay que olvidar que entre el 2004 y el año pasado el comercio entre los dos países creció 72,4% al pasar de 29.000 millones de dólares a 50.000 millones de dólares. ¡Uh-Ah, Bush ya se va!

Como quien busca en un sombrero de mago a ver que puede salir, en planes de prestidigitador acorralado, el jefe máximo pretende emular a Fidel, en 1961, en la famosa crisis de los misiles, que apuntaló aun más la Guerra Fría y puso al mundo a temblar, ante la posibilidad de una hecatombe nuclear. Claro está, ni Chávez es Fidel, ni Bush es Kennedy, ni Medvedev es Krushev, y el anunció de la visita a costas venezolanas de una flota rusa, pasó ya, sin pena ni gloria, al cesto de los caliches.

Ahora el gobierno anuncia el descubrimiento de un supuesto golpe de estado, con magnicidio incluido. Toda una novedad ¿No?

Mientras tanto, el cerco progresivo a la propiedad privada continua, así como la concreción, por caminos abiertamente inconstitucionales, de aspectos de la derrotada reforma constitucional. El trueque y una nueva y exquisita teoría económica del consumo, los precios y la producción son la punta de lanza oficial para afrontar la globalización tecnológica y de los mercados.

Ante el televisor, o frente a un titular de ocho columnas, más de uno seguramente, al presenciar este espectáculo, no podrá aguantar las ganas, y volverá irremediablemente a dar su opinión muy personal sobre todo este estado de cosas, con una respuesta que sale del fondo de su alma y su fastidio, si, con un bostezo.

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