Opinión Nacional

El costo de un país inviable

Existe la falsa creencia, la perversa idea, de que Venezuela es un país rico. No es así. Venezuela es un país con muchos recursos naturales y humanos, que requieren de conocimiento, gerencia, instituciones, visión y responsabilidad como elementos que deben conjugarse para hacer de ese potencial una realidad tangible y próspera, para explotar esos recursos y transformar nuestras ventajas comparativas en competitivas.

Estacionado al lado de la referida creencia, está a su vez el secular sesgo rentista-petrolero y no diversificado de nuestra economía, aunado a los delirios colectivistas y comunistoides que signaron el quehacer económico “revolucionario” de estos 14 años, y que configuran parte del verdadero legado de Hugo Chávez, envuelto con papel de regalo y lazo rojo pleno de corrupción boliburguesa.

El histórico colchón de ingresos petroleros sobre el cual el presidente Chávez intentó construir su modelo político entre brinco y tambaleo, luce hoy con los resortes que se le salen por las costuras, exiguo, deteriorado, sin forma ni capacidad ergonómica de aguante del brutal peso de una crisis que este mismo gobierno creó. Ante este desastre, los “diálogos” convocados con parte del sector empresarial quizá no sean suficientes para contenerla ni resolverla, porque no parten de un claro y sincero convencimiento de lo errado y fallido del citado modelo económico “socialista”.

El Caudillo fallecido navegó en las aguas de una paradoja. O de varias. Habló de desarrollo endógeno, expropió, confiscó tierras, estigmatizó y criminalizó a la empresa privada, mientras despilfarró cuantiosos ingresos fiscales en obras inconclusas, chatarra militar, corrupción, sobreprecios y comisiones. Habló y satanizó al capitalismo y al neoliberalismo, pero el fracaso del modelo económico, maquillado con las “misiones” y otras migajas, además de su aliento de un consumo artificioso, sin inversión productiva y de corte clientelar-electoral, lo llevó a hacernos cada día más pobres, y más dependientes de las importaciones.

Mientras regaló dinero a Cuba y a ese club de amigos del chuleo y la perorata anti-imperialista en América Latina, desdibujó el perfil productivo de PDVSA, e hizo cada vez más inmanejable e insostenible la compleja estructura de subsidios en toda nuestra economía, reflejo de una vocación estatizante e hipertrofiadamente ineficiente.

No solo escasea el dólar, la harina de maíz, el papel tualé, la leche o el aceite. Quizá lo que más escasea es la confianza, y la sensatez en la conducción del Estado. Eso, entre otros factores, es lo que explica por qué, según Miguel Angel Santos, desde 1999 hasta 2012 se habrían fugado del país 174.633 millones de dólares de capital privado, equivalentes al 25% de nuestras exportaciones petroleras en ese período, especialmente luego del control de cambio. Refiere además el economista Santos, que entre 1998 y 2012 el desfase entre el aumento del consumo promedio por persona (3,2% anual) y la producción por habitante (0,9% anual), está vinculado al crecimiento desmedido de nuestras importaciones, que pasaron de 16.755 millones de dólares en 1998 a 59.339 millones de dólares el año pasado. En ese crecimiento, según el académico del IESA, el Estado ha pasado de importar 11% del total en el 98 al 46% en el 2012.

Asdrúbal Oliveros aporta más datos reveladores de nuestra “ilusión de armonía: Si una familia paga 100 bolívares mensuales por energía eléctrica, implica que está pagando 400% menos de lo que debería. Cada vez que un ciudadano llena el tanque de gasolina de su carro, cancela un monto 900% por debajo del monto que le permitiría a PDVSA cubrir sus costos de producción.

El “sueño socialista” ha terminado, y las facturas de tanta irresponsabilidad y alevosas mentiras, despilfarro y corrupción empiezan a llegar. Se acumulan una sobre otra. Por eso Maduro quiere ahora cobrar las casas de Misión Vivienda, mientras Jesse anuncia aumentos en el recibo de luz, no importa si no te llega, y hasta Giordani, en trance iluminatorio, ha dicho susurrando que no todo se puede regalar, y que las cosas cuestan. (¡Santos descubrimientos, Batman!)

El cambio, la rectificación de este trágico modelo económico es urgente, imperativo e impostergable. Pero no será posible, sin un cambio político en Venezuela. Mientras tanto, el Presidente que ve pajaritos, aspira sonriente cobrarnos la factura. Desea que paguemos el precio de este absurdo convertido en país. Quiere que enfrentemos, el costo de un país inviable.

 

 

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