Opinión Nacional

El desafío de la crisis

Más allá de las ironías de la política y de lo entramado que resultan las relaciones internacionales, hay realidades evidentes y aparentes que conviene estar revisando y examinando constantemente. Sobre la base de una vigilancia permanente se pueden ir sincerando las relaciones entre los estados y superar esas manifestaciones de hermandades acomodaticias que normalmente suelen darse.

Lo mas sano en las relaciones entre los estados es que no haya acomodos ni gatos pardos, pues siempre habrá intereses ocultos dispuestos ha hacer fogatas para ver si arde la pradera. Y ese pudiera ser el caso actual de Colombia y Venezuela, donde los vientos del norte soplan con insistencia para ver si el fuego se extiende. Aquí vemos claramente que hay un infiltrado que insta a la violencia, el cual debe ser rechazado y sacado del debate que actualmente enfrentan los dos países. A este respecto debe apelarse al sentido y espíritu latinoamericano para solicitarle a los EE.UU que respete la soberanía de nuestros pueblos.

Somos países libres, soberanos y con suficiente capacidad para superar las diferencias surgidas con países limítrofes. Además, Venezuela no es un “juguete” con el cual el país del norte hace lo que se le antoje, ni mucha menos es una nación débil para aceptar que ninguna potencia venga a aplicar ningún plan en nuestro territorio. Tampoco se asusta con los estornudos del vecino.

No caigamos en la trampa. Esos vientos con olor a pólvora que soplan desde allá, no son de condolencia sino de guerra, preparados en laboratorios que tienen el propósito de generar situaciones de conflicto, que luego serán aprovechadas para lograr objetivos definidos de expansión establecidos en su agenda de dominación. Esta claro entonces que los EE.UU siempre buscarán originar conflictos entre nuestros países para luego ejecutar su plan oculto que no es otro que adueñarse de las riquezas y territorios latinoamericanos.

Para nadie es un secreto que detrás del llamado Plan Colombia, simulado con el perfume de la “paz y prosperidad”, pero que lamentablemente huele a pólvora, están los Estado Unidos, que quieren prolongar la política de contención y contrainsurgencia. Esa “ayuda” y el reforzamiento de “asesores” para entrenar militares, policías, paramilitares y mercenarios de todo tipo, es parte del paquete intervensionista, el cual ha sido aceptado sin reparo por los sectores oligárquicos de Colombia.

Estando claros de quién es la paternidad de ese engendro llamado Plan Colombia, entonces es fácil deducir de dónde vienen los tiros. De allí que es importante acabar de una vez por todas con este peligroso juego de palabras. Es de vital importancia que entendamos la trampa, que nos demos cuenta ahora para que nos sepulten como estados soberanos. El desafío de esta crisis debe aprovecharse para hacer un inventario y analizar profundamente sobre lo que nos une y lo que nos separa como naciones. A partir de ese diagnóstico fortalezcamos los lazos de amistad y unidad bolivariana.

(*): Politólogo

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