Opinión Nacional

El desaliento

Quizás no haya peor sensación que la del desaliento. Porque aliento es sinónimo de espíritu, de alma, de vida. El desaliento es, entonces, la pérdida del estímulo, del vigor, del impulso vital.

Una persona desalentada no tiene ánimos para sobrellevar situaciones difíciles. Por eso es imperativo no caer en el desaliento, y si se cae en él, tratar por todos los medios de dejarlo antes de que nos domine.

Hace un par de días, mi primo Leopoldo Cárdenas Conde, que tiene un verdadero arsenal de historias interesantes, me envió por correo electrónico una historia que deseo compartir con ustedes:

“Cierta vez se corrió la voz que el diablo se retiraba de los negocios y vendía sus herramientas al mejor postor. En la noche de la venta, estaban todas las herramientas dispuestas en forma que llamaran la atención, y por cierto, constituían un lote siniestro: odio, celos, envidia, malicia, engaño… además de todos los demás implementos del mal.

Pero un tanto apartado del resto, había un instrumento de forma inofensiva, muy gastado, como si hubiese sido usado muchísimas veces y cuyo precio, sin embargo, era el más alto de todos. Alguien le pregunto al diablo cuál era el nombre de la herramienta.

-Desaliento- fue la respuesta.

-¿Por qué su precio es tan alto?- le preguntaron.

-Porque ese instrumento -respondió el diablo- me es más útil que cualquier otro; con el desaliento puedo entrar en la conciencia de un ser humano cuando todos los demás me fallan, y una vez adentro, puedo hacer de esa persona lo que se me antoja. Está muy gastado porque lo uso con frecuencia, y como muy pocas personas saben que me pertenece, puedo abusar de él.

Y el precio del desaliento era tan, pero tan alto, que nadie lo compró, así que aún sigue siendo propiedad del diablo”.

Es fácil desalentarse en momentos de crisis.

¿Cómo evitar que un padre de familia se desaliente, si se queda sin trabajo, y tiene que asumir los gastos de comida, colegios, electricidad, teléfono, vivienda…?

¿Cómo no caer en el desaliento cuando se pierde toda una vida de trabajo en una empresa que quiebra?

¿Cómo no sumirse en un profundo desaliento si se tiene un familiar enfermo, y se sabe que en los hospitales públicos muchos mueren de mengua?

¿Cómo no entrar en una espiral de desaliento cuando el país está sumido en una crisis a la que pocos le ven solución inmediata y pacífica?

Es difícil, pero no imposible. Una manera de vencer al desaliento podría estar en algo tan sencillo como en cambiar la perspectiva de cómo se ven las cosas. Lo dijo el escritor Gustave Flaubert:

“Los momentos más gloriosos de la vida no son los llamados días de éxito, sino más bien aquellos en los que uno se sobrepone al abatimiento y a la desesperación, y siente dentro de sí un nuevo reto a la vida, y la promesa de futuras realizaciones”.

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