Opinión Nacional

El desalmado populismo que enfrentamos

El reciclaje del subteniente Diosdado Cabello – encumbrado a las cimas de la riqueza desde las simas de la miseria y convertido en el operador castrense del régimen por arte de cuatro escasos pero muy bien aprovechados años en la institución militar – ha venido a reafirmar un aspecto del Poder asaltado hace 13 años por otro teniente, éste coronel: su naturaleza estrictamente uniformada, de total orfandad ideológica, escasamente marxista y muy inverosímilmente revolucionaria. De la que, expurgados por la crisis porque atraviesa todo rastro de civilidad marxista, leninista, maoísta y/o castrista, no quedan más que dos ingredientes estructurales que hacen a su esencia, amén de su carácter brutalmente militarista: el caudillismo y el populismo.

Del caudillismo, muy poco que comentar. Chávez es el epitome de ese cáncer congénito inoculado a nuestra sociedad, como a toda nuestra región desde sus mismos orígenes, por los conquistadores desgajados del mito del Cid Campeador y empiernados con el cacicazgo preexistente. Del militarismo, tampoco: puede que incluso a su pesar, la única herencia dejada por el voluntarismo cuartelero del soldado Bolívar, hayan sido las estatuas de unos señores convertidos en generales de la noche a la mañana, de a caballo y empuñando un sable, convertidos en broncíneas estatuas de todas las plazas de América, como permanente admonición de lo espurio, mercenario, soldadesco y sangriento del parto republicano. En Venezuela, como en todas las naciones de la región con la notable excepción del Brasil, el primado de los cojones blindados por los sables y adornados con el griterío hollywoodense de las batallas vale como luz primigenia. Las letras descansan muy en segundo o tercer plano detrás de los mandones. Siempre a la rastra de escribanos o leguleyos ridículos. Eso, por decir lo menos en cuanto al caudillaje. Que recibiera el glorioso bautismo del positivismo sociológico con la absurda teoría del gendarme necesario. Que recubre su correlato: pueblos indisciplinados, alebrestados, oportunistas, flojos y criminales.

Pero lo del populismo, si bien se asomó en los albores de nuestra república con el cambalache bolivariano de batallas por hectáreas y ganaderías, es con el petróleo y la democracia que ha alcanzado su paroxismo. Por lo menos desde el primer CAP, la oferta de mangüangüa por votos se convirtió en sustancia de nuestra vida política. Sostengo la tesis que, por lo menos desde CAP 1, la democracia ha sido subsidiada, una compensación clientelar. Ser demócrata en Venezuela fue el mejor negocio del mundo. Quien quiera desmentirlo que reflexione sobre este hecho incuestionable: bastó que con Herrera Campins desapareciera el 4.30 y que con CAP 2 se suspendieran los subsidios universales, para que la democracia se viniera abajo. Desaparecieron como por encanto los obreros especializados – portugueses, españoles o italianos – y sólo se quedaron los ecuatorianos, peruanos, dominicanos y sobre todo los colombianos, encargados del trabajo sucio e infinitamente mejor pagados que en sus países de origen. ¿Fidelidad a la democracia? Yo te aviso, chirulí.

Y aquí voy al grano: una ecuatoriana que trabajaba de mujer de servicio se presentó a la policía en busca de papeles. No sólo los consiguió en horas gracias a los amigos chavistas de su barrio, sino que en tres meses recibió la insólita sorpresa de ser premiada con un apartamento de tres cuartos en Cua. No sabe aún si es de su propiedad, pero por ahora de allí – dice ella – nadie la saca. Como en un cuento de hadas rojo rojito, recibió además Bs. 470 mensuales para cada uno de sus 3 hijos y comida higiénicamente empaquetada para los 4 miembros de su afortunada familia. Véase: casa, subsidio financiero y comida a la puerta. Como por arte de encantamiento se convirtió en la más fervorosa seguidora del teniente coronel. Votaría por él hasta en el infierno. Y segunda y más trascendental decisión: dejó el trabajo. ¿Qué necesidad tiene de hacerlo, si el régimen colmó todas sus esperanzas? Sólo pide, me reafirma, que Dios no se lo lleve y le permita seguir premiando a destajo.

¿Se entienden las tribulaciones de un ex país llamado Venezuela?

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