Opinión Nacional

El desarme de los espíritus

Algún aprendiz de filósofo o prospecto entusiasta a opinólogo ambidiestro pudiera argüir, en tono solemne, que después de lo ocurrido el 11 de abril, el país debe ya seguir su rumbo, que todos debemos volver a las labores, y aunque no deja de haber certeza en esta afirmación, las heridas en el cuerpo social e institucional de Venezuela permanecen abiertas, y el optimismo deviene escurridizo deseo, líquido vital que se evapora al calor de las pasiones que aún impregnan la manera de entendernos como sociedad y como país.

Conformada ya una Comisión en la Asamblea Nacional para esclarecer lo sucedido, la polarización innegable del ánimo nacional, se ha hecho ya patente en las primeras reuniones de esta comisión, integrada por parlamentarios del oficialismo y la oposición, con actitudes y descalificaciones que amenazan con trastocar el supuesto llamado a la concordia, a la paz y al diálogo hecho por el Presidente Chávez, cuya sinceridad y convicción lucen bastantes cuestionables y mucho menos convincentes.

No puede lucir sincero el llamado a un diálogo nacional, ni la designación de una Comisión Presidencial para lograr la unidad social, si el principal carbón que ha atizado la llama de la polarización, el sectarismo, la violencia y el populismo desenfrenado ha sido el propio Jefe del Estado, y mucho menos si no se incluye como principales interlocutores al sector empresarial y al sector laboral. La citada comisión, levanta vuelo con las alas fracturadas, considerando además la autoexclusión de ONG´s con dilatada trayectoria e independencia en materia de Derechos Humanos, para quienes no existen garantías técnicas, jurídicas ni políticas para que se logre llegar a la verdad de lo ocurrido.

Diversos actores sociales han planteado que para que exista un verdadero diálogo nacional es requisito indispensable, además de exigir la independencia de los Poderes que contrapesan al Poder Ejecutivo, y acciones concretas para evitar la impunidad de los culpables de lado y lado, debe desarmarse a todos los grupos y organizaciones civiles, militantes del fanatismo intolerante antes que de la legitima voluntad de participación y diálogo, independientemente de su forma geométrica y signo político. El espejo colombiano debería servirnos como una imagen en la cual no queremos vernos reflejados, aunque la realidad pareciera indicar lo contrario.

Ante este panorama, la sabiduría vital y política de Pompeyo Márquez ha expresado recientemente desde la colina de sus 80 años, cumbre desde la cual puede mirar la totalidad de los elementos de la coyuntura actual, que el gobierno debe proceder a desarmar a los círculos bolivarianos y a cualquier otro grupo que desafíe el monopolio del Estado sobre el uso de la coacción o de las armas para la seguridad y la defensa de la nación.

Aún desarmando a los grupos, Don Pompeyo deja en el aire otra inquietud: ¿Y cómo se van a desarmar los espíritus?

Solamente el tiempo, la efectiva canalización política y legal del malestar de la sociedad civil y de las decisiones que se tomen en los ámbitos del poder en Venezuela parecen tener la respuesta. Del diálogo basado en acciones concretas de rectificación, de la búsqueda del consenso o del empecinamiento prepotente y autista, depende la supervivencia institucional del país.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba