Opinión Nacional

El despotismo electoral

El despotismo electoral parece ser la formula política a usar en el siglo XXI por aquellos gobernantes que tienen una clara vocación autoritaria, pero que gustan vestir su liderazgo con la legitimidad que confiere el voto.

En el Siglo XX, cuando todavía la tecnología de la información estaba en pañales, la práctica para aparentar que el Jefe de Gobierno era un demócrata respetuoso de las leyes, pasaba por la compra de votos, el robo de las urnas electorales o simplemente un conteo fraudulento que favorecía el candidato que amparaba el gobierno.

Aunque en la actualidad esa fórmula no se ha erradicado por completo, también se utilizan otros métodos más sofisticados que permiten encubrir con más eficiencia los verdaderos fines de aquellos que a la vez que buscan el poder absoluto, intentan perpetuarse en el poder.

Uno de los métodos usado es la modificación a conveniencia de los padrones electorales, conceder a extranjeros partidarios del proyecto documentos que lo acrediten como nacionales o reprogramar las computadoras para que alteren el voto emitido por el elector.

Por supuesto que otro avance hacia el control político es la reestructuración de los poderes públicos, en una palabra, establecer lo que algunos denominan dictadura institucional. Juntos a las promesas de reformas, de cambios urgentes se suma la vulgar compra de favores y la no menos prosaica corrupción.

El primer paso es una Asamblea Legislativa, preferiblemente unicameral, en la que la facción despótica pueda actuar como aplanadora de una eventual oposición, y así legislar con la legitimidad que confiere el voto, contra el propio pueblo que la favoreció.

El control del poder Judicial es de suma importancia para que el Gobernante pueda actuar en el marco legal. La capacidad de nombrar nuevos magistrados incondicionales, la posibilidad de desacreditar y posteriormente relevar a los sediciosos es determinante. Jueces incondicionales al Proyecto que encuadren en la legalidad vigente las pretensiones del Conductor, son aspectos que permiten conservar el matiz democrático del gobierno.

Una estructura que merece una atención especial son las fuerzas armadas. El discurso debe ser en extremo nacionalista. Refundacional. Glorificador del rol de los militares en la sociedad. Ofrecimientos de reformas institucionales y modernización de la técnica de combate, junto a la sensibilización del cuerpo armado con los históricos problemas que padece la sociedad de la que proceden. Prebendas, favores, privilegios y honores también integran el cóctel.

El cuerpo electoral es importante. Deben interpretar la reglamentación electoral de forma que favorezca al Mentor, e implementar las nuevas legislaciones y disposiciones según convenga a este.

La sociedad civil, hoy tan compleja y rica en expresiones, también exige una atención y cuidado especial, aunque deben utilizarse otros métodos y tener una mayor flexibilidad. En los primeros tiempos no se puede ser brusco, acosar y menos reprimir, si se quiere aparentar legitimidad y lo que es más importante, sembrar el desconcierto y la duda en aquellos sectores y personalidades que por diferentes motivos pueden estar identificados o inclinados al Proyecto.

Cada entidad ajena al gobierno merece un trato único

Los sindicatos y colegios profesionales deben ser reinventados. El primer paso es captar sus líderes y ajustar sus fines, pero de no ser posible hay que desacreditarlos, destruirlos moralmente. Han de constituirse instituciones paralelas devotas del gobierno que estén listas para servir como instrumento y base de la nueva sociedad.

Estos nuevos déspotas no tienden a la falsa austeridad de sus predecesores del socialismo real, ni sufren del fanatismo doctrinal de aquellos. Gustan del lujo y del confort y por eso prefieren crear una clase empresarial parásita y dependiente del estado, que cuando llegue el momento puedan enfrentar las corporaciones empresariales y gremios del ramo, que chocan con el proyecto económico gubernamental.

Por supuesto que esto no impide la confiscación y estatización de aquellos sectores de la economía que el Poder pueda valorar como estratégicos, pero por lo regular, habrán excepciones, no buscan el control económico total, salvo en la medida que les permita mantenerse en el poder. Esa es una de las diferencias claves entre el Socialismo Real y al que denominan del Siglo XXI.

Los medios de comunicación ejercen sobre ellos una atracción que es fatal para los profesionales de la comunicación. Son a la vez el personaje de la noticia, y su intérprete. Reproducen aquel viejo dicho de que el individuo era tan protagonista que en el funeral quería ser el muerto, pero también el que despidiera el duelo. Les place ser tratados como estrellas de espectáculos y actuar como tales. En su definición del poder la comunicación directa y masiva con la población es vital, y por eso conducir sus propios programas de radio y televisión es de gran urgencia.

Controlar los medios de comunicación es un objetivo clave en la práctica del poder. La confiscación de los medios es un recurso, pero el preferido es incorporarlos al Proyecto. La prensa “viste” de democracia, y un periodismo cipayo es el traje de gala de la dominación.

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