Opinión Nacional

El día después

Las cartas están puestas sobre la mesa. Definida la fecha del referéndum, así como la pregunta que decidirá finalmente la permanencia o no del presidente Hugo Chávez en la presidencia, nos colocamos como sociedad en la senda de una prueba democrática significativa.

Venezuela es el primer país del hemisferio occidental en el cual se activa un mecanismo constitucional que podría revocarle el mandato a un jefe de Estado en funciones. La Constitución Bolivariana de 1999, en ese sentido, es una carta magna innovadora. La ausencia de este tipo de consulta, en el resto de países, nos habla en sí de una cuestión delicada, aún para sistemas democráticos vigorosos.

En el caso venezolano debe añadirse una dificultad adicional: nos aproximamos a un inédito referéndum después de que se agudizara un conflicto político, en el cual los principales actores, el gobierno de Chávez y la oposición aglutinada en la Coordinadora Democrática, se han venido negando a reconocer al otro en tanto actor político legítimo. En los puntos más álgidos de la crisis política de Venezuela, desde 2002, sólo se ha logrado que los actores políticos se sienten en la mesa de negociación con la presión y mediación internacional. Se estamparon las firmas para una salida constitucional, democrática y electoral, pero sólo después que durante medio año se empleara a fondo el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), César Gaviria. Se activó la convocatoria, pero resultó evidente que el propio Gaviria y Jimmy Carter tuvieron un papel determinante para alcanzar tal fin.

Así llegamos al referéndum, después de un camino lleno de dificultades e incertidumbres. Camino que –además- ha sido minado por radicales de lado y lado, que con argumentos diferentes, preferían una salida de fuerza “para ponerle punto final a la crisis”. En otra ocasión, hemos expresado que incluso más importante que el final de la crisis, lo es el camino por el cual llegamos –como sociedad- a esa salida. De eso dependerá nuestro futuro como sociedad democrática.

Definida la fecha del referéndum parece ser más crucial el día después de la consulta. ¿Qué país tendremos el 16 de agosto?. ¿Habrá voluntad del actor que resulte ganador en las urnas de proponer un pacto de gobernabilidad?. ¿Quién obtenga más votos entenderá que es igualmente legítima el rival que resultó derrotado?. ¿Aquel sector que sea vencido en la consulta está dispuesto a respetar los resultados y contribuir con la necesaria gobernabilidad?. Como ciudadanos debemos exigir, de parte de los dos principales actores políticos, un acuerdo previo al referéndum que responda a estas preguntas.

Un asunto central pasa por no perder de vista de que el referéndum constituye una oportunidad no sólo para recalcular las matemáticas electorales del país. Si la consulta se pierde en la cuestión de quien tiene más votos, estaremos en el mismo punto del inicio de esta crisis, porque la polarización también quedará evidenciada en las urnas. Que sepamos con claridad cuál es la correlación de fuerzas políticas es importante, pero no vital, lo verdaderamente crucial pasa por apostar a la convivencia democrática en un marco de respeto a las diferencias.

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