Opinión Nacional

El enterrador Chávez

Luego, cuando se convirtió en candidato presidencial, arreció sus críticas y hace apenas diez días advertía a sus correligionarios que “yo no soy un Chávez que recorre las calles gritando exprópiese, exprópiese, el fruto del trabajo. Así que, proclamaba “no nos vamos a poner una boina roja”.

La franquicia roja ha sido definitivamente desechada por las mayorías del continente
El descrédito del modelo chavista venezolano, importado a otros países del área, quedó en evidencia este domingo en las elecciones parlamentarias colombianas con el revés indiscutible del Polo Democrático, cuyo candidato presidencial, Gustavo Petro, recibe un duro golpe en sus aspiraciones para los comicios de mayo.

Si bien el ex militante del M-19 en un momento dado fungió como vocero de Chávez en Colombia y giró en su órbita durante años, desde el 2008 cambió de posición y rompió con el Presidente venezolano acusándolo de moverse entre “el radicalismo y la corrupción” en su papel como mediador entre las FARC y el Gobierno colombiano. Luego, cuando se convirtió en candidato presidencial, arreció sus críticas y hace apenas diez días advertía a sus correligionarios que “yo no soy un Chávez que recorre las calles gritando exprópiese, exprópiese, el fruto del trabajo. Así que, proclamaba “no nos vamos a poner una boina roja”.

No sabemos a ciencia cierta si Petro era sincero cuando renegaba de su otrora mentor con ese discurso dirigido a tranquilizar el almita propietaria de los campesinos vallunos o simplemente trataba de quitarse de encima la pesada losa que Chávez arroja sobres sus pupilos presidenciables del continente, ya no sólo mensurable en maletines forrados de billetes, sino en la ignominia, la desgracia y finalmente la derrota que sufren cuando los electores vislumbran la intromisión de quien, hasta hace poco tiempo, se consideraba el gran elector, tanto hacia adentro, como hacia fuera de Venezuela. Pero sí está claro que Petro trató de liberarse de la pava, no pudo y terminó hundiéndose con su partido.

La franquicia roja, con su librito de instrucciones (elecciones, triunfo, constituyente, reelección, liquidación de las libertades) ha sido definitivamente desechada por las mayorías de América Latina y no se diga en Colombia, donde Chávez se ha estrellado una y otra vez contra esa muralla llamada Álvaro Uribe, quien lanzó la estocada final contra sus aliados denunciando la intervención de “un Gobierno extranjero que pretende imponer un candidato presidencial”.

Entre Chávez y Uribe enterraron a Petro, aun cuando éste haya terminado siendo la víctima propiciatoria porque el abanico de chavistas colombianos, confesos y no confesos, además de las FARC y del Partido Comunista, pasa por una facción del Polo y otra del liberalismo (no sólo Piedad Córdoba), uno de cuyos candidatos presidenciales, en otros tiempos, se retrató en la taquilla de Miraflores. Ahora, cuando lo ven, huyen despavoridos porque saben que los la maletines son pavosos y que el gran elector se convirtió en el gran enterrador.

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