Opinión Nacional

El falso palestino infiltrado

Desde algún lugar incierto, Antonio Salas lleva días borrando de internet sus últimos seis años de vida. En realidad, el célebre escritor y periodista sin rostro está matando en el ciberespacio a un terrorista suicida de carne y hueso. Se llama Muhammad Abdallah y es él mismo. Un tipo cruel dispuesto al martirio que fue engendrado en fecha señalada. Apenas unas horas después de los atentados del 11-M en Madrid. Conmocionado, Salas se arrancó su última piel (‘El año que trafiqué con mujeres’ fue el libro nacido de aquella infiltración en la trata) y emprendió un camino sin retorno hacia las entrañas del monstruo islamista.

«No es fácil dormir con un arma bajo la almohada», dice a Crónica, de regreso de tan largo y cruento viaje. Apadrinado por el sanguinario Carlos el Chacal (Ilich Ramírez; Caracas, 1949), Salas/Abdallah ha convivido seis años infiltrado entre gente como la que provocó la masacre en Madrid con el único objetivo de «contar su locura desde dentro».

Seis años barbudo, sin afeitarse, dejándose literalmente la piel en el envite: tuvo que practicarse la circuncisión para no levantar sospechas entre los muyahidin; su coche saltó por los aires en Caracas por una bomba que ¿le buscaba a él?; un amigo cayó abatido en Bolivia cuando, dijeron las crónicas, encaraba el magnicidio de Evo Morales…

Bajo el disfraz de Muhammad Abdallah, musulmán nacido en Venezuela con raíces palestinas, Salas recorrió desiertos africanos y selvas americanas, estudió el Corán en el Magreb, se convirtió al islam, vivió de cerca atentados suicidas en Amán (Jordania) y Casablanca. Hubo más. Trece países, cuatro continentes… y Venezuela, mucha Venezuela, porque allí situó Salas la patria chica de su heterónimo Abdallah.

Fue también en esa tierra donde, aleccionado por un coronel del Ejército y con munición y armamento sacado de los arsenales del Estado chavista, empezó su adiestramiento terrorista en 2006.

«Exactamente en aquellos campos, quizás con aquellas mismas armas, miembros de ETA y de otras organizaciones terroristas habían entrenado antes que yo», escribe Salas en El Palestino, título de su nuevo libro, de inminente salida. Un bombazo que Crónica les adelanta, con fotografía incluida del etarra amigo de Hugo Chávez al que nadie, durante más de 30 años, pudo retratar: Arturo Cubillas. «No había ninguna imagen suya reciente (la anterior es de los 70, de su primera ficha policial)… hasta que mi cámara y yo nos encontramos con él». Dispara Abdallah. Escribe Antonio Salas.

Desde algún lugar incierto, también responde a las preguntas de Crónica. «A medida que se acerca el momento en que trascienda lo que he estado haciendo estos seis años, crece mi inquietud«. Palabra de muyahidin en retirada.

Lea el reportaje completo en Orbyt

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