Opinión Nacional

El fracaso contra el paludismo

(%=Image(6175724,»L»)%) Auburn, Alabama (AIPE)- No hay duda que la guerra contra el paludismo ha sido un fracaso. Unos 800 mil niños africanos mueren anualmente de esa enfermedad, de un total de 3 millones de personas. Sabemos que la enfermedad es transmitida por mosquitos y sabemos cómo controlarla: matando los mosquitos. También sabemos cómo matar los mosquitos: con DDT.

Entonces, ¿qué pasa? Los gobiernos prohibieron la solución y no comprenden por qué la gente se enferma y se muere.

El DDT fue descubierto durante la Segunda Guerra como una extraordinaria forma de acabar con el tifus y el paludismo. A su inventor, Paul Hermann Mueller, le dieron el Premio Nobel en 1948.

Las fumigaciones con DDT en los años 50 y 60 acabaron casi totalmente con el paludismo. Entonces sucedió algo muy raro: el libro “Primavera silenciosa” de Rachel Carson fue publicado en 1962 y creó una violenta reacción en contra del progreso. El silencio primaveral era supuestamente causado por la desaparición de los pájaros, muertos por el DDT.

El problema es que la teoría de Carson nunca fue comprobada científicamente. Por el contrario, resultó ser un engaño porque experimentos de bañar aves con DDT demuestran que no las afecta. Personas voluntarias ingirieron DDT sin sufrir daños. Y la autora no menciona en su libro que el DDT ya había salvado la vida de cientos de miles de personas.

Pero los gobiernos procedieron: primero Noruega y Suecia en 1970. Estados Unidos prohibió el DDT en 1972 y el Reino Unido en 1984. La Convención de Estocolmo de 2001 exigió la eliminación total del DDT y Estados Unidos lo impuso en todos sus programas de ayuda externa.

¿Qué está pasando en 2006? Cada 30 segundos muere de paludismo alguien en el mundo y tres cuartas partes de las víctimas tienen menos de cinco años. Los sobrevivientes quedan horriblemente afectados física y mentalmente. Pero que yo sepa, nadie es responsable: ni los gobiernos ni los ambientalistas.

Actualmente se trata de atacar el problema con dinero. Casi mil millones de dólares se gastaron el año pasado. El multimillonario Warren Buffett y la Fundación Gates responden con más dinero. Pero una ínfima parte se gasta en fumigaciones con DDT, ahora que las restricciones han sido ligeramente relajadas, siempre y cuando se fumiguen las viviendas y no los campos ni las cosechas.

Casi todo el dinero es destinado a comprar mosquiteros. Sí, los mosquiteros utilizados en el siglo XIX y comienzos del siglo XX. Detrás de toda esta historia de horror están los ambientalistas. El inicio del movimiento verde surgió con el odio por el DDT y desde el comienzo su estrategia ha sido utilizar el poder gubernamental para prohibir productos y servicios modernos requeridos por la gente, retrocediendo en el tiempo.

La realidad es que sí estamos viviendo una primavera silenciosa, donde la mayoría de los medios de comunicación prefiere no ver la tragedia provocada innecesariamente por el paludismo. El diario New York Times se refiere a la actual epidemia como algo “desconcertante” y la gran mayoría de las personas ignoran el papel jugado en toda esta estrategia por los ambientalistas. Mientras tanto, siguen muriendo millones de personas en las regiones más pobres del mundo, las mismas a las que los líderes de izquierda insisten que quieren ayudar.

Los periodistas del New York Times parece que no leen su propio periódico, donde la urgente necesidad de utilizar el DDT fue brillantemente expuesta por Tina Rosemberg, en su reportaje del 11 de abril de 2004, “Lo que el mundo ahora necesita es DDT”.

Está claro que los ambientalistas se oponen a todo tipo de avance e innovación capitalista y con ello representan un novedoso peligro para la humanidad que el socialismo ni asomó. Los socialistas, al menos, decían que apoyaban el progreso. Los verdes insisten que podemos vivir perfectamente en medio de la inmundicia, las enfermedades y la muerte, siempre y cuando se protejan a los insectos, culebras, caimanes y tigres.

Esa agenda encaja perfectamente con la de políticos y gobernantes empeñados en reducir la productividad con impuestos, regulaciones y guerras. Así vemos la alianza de ambientalistas y políticos tratando de frenar el urbanismo y destruir la prosperidad con patrañas como la del calentamiento global.

___* Presidente del Mises Institute y editor de www.LewRockwell.com

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