Opinión Nacional

El más y su proceso

Los antiguos griegos, que lo sabían todo, o casi todo, lo advertían de modo ilustrativamente categórico: los ciudadanos, es decir los habitantes de la polis que no participaban activamente en los asuntos públicos de la ciudad eran considerados literalmente estúpidos. De allí viene el hecho de que la sociedad se caracterice en esas dúplices pluralidades que la escinde en ciudadanos políticos y apolíticos; sí, porque la antipolítica es otra cosa diametralmente distinta y hasta antagónicamente opuesta. Traigo este breve exordio a colación debido justamente a la evidente e irrevocable “división del MAS” como resultado de su último proceso eleccionario interno. Como ya es harto sabido por el lector medianamente avisado, a raíz de la convocatoria para “renovar” autoridades políticas-organizativas se formaron dos grandes corrientes pragmáticas que se proponían idéntico objetivo, a saber: alcanzar el control del aparato organizacional del Partido para, desde allí, definir las posturas e intereses de la clase política que concurrió a dicho evento eleccionario. Por una parte Felipe Mujica y Leopoldo Puchi, quienes desde hace algún tiempo vienen deslindando campos del proyecto “revolucionario” chavista por considerarlo un plan totalitario y autocrático que cada vez más restringe sin cortapisa alguna las libertades jurídicas y políticas y estimula la desinversión de amplios sectores productivos venezolanos y extranjeros y, en consecuencia, frena la posibilidad de abrir espacios para el fomento del empleo, etc. Y por la otra, Rafael Simón Jiménez e Ismael García, acólitos incondicionales y borreguiles del Gran Hablador. O sea, dos conceptos y dos concepciones –empiristas- en torno a eso que los especialistas y entendidos denominan la real politik con todas sus aristas y corolarios pragmáticos y semánticos.

Después de todo, esa degollina que se desató desde las pugnas intestinales del MAS no podía dejar de conducir inexorablemente al resultado que ya todo el país conoce amplia y suficientemente. Un MAS gobiernero y postrado de manera genuflexa ante los radicales dictámenes de la ortodoxia gubernativa; y un MAS “reformista” y “moderado” que se inscribe en la añeja línea centro-izquierdista del llamado “parlamentarismo burgués”. Tal pareciera, a juzgar por los signos incontestables de la terca y persistente realidad de la gauche divine (Baudrillard dixit) que el futuro del MAS –si es que lo tiene- se tendrá que volver a fraguar al calor del conjunto de fuerzas democráticas y civiles que denodadamente y sin tregua luchan por restaurar el auténtico republicanismo lesionado en sus fundamentos últimos en esta hora aciaga que vivimos los venezolanos.

*Historiador y escritor.

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