Opinión Nacional

El Neofacismo castrense de Perón, Odria, Pérez y Chávez

La caída del Gobierno legítimo del Presidente Rómulo Gallegos, en 1948, obedeció a una ofensiva conspirativa interna que se conjugó con las voces de estímulo y aliento que desde el extremo sur lanzaban Juan Domingo Perón y sus acólitos a los Estados Mayores militares. Perón, ese que hoy exalta Chávez como ya hizo con Pérez Jiménez y hace descocadamente con Fidel, estaba detrás de la conocida circular de abril de 1943 de los coroneles argentinos que había llegado a ser una Biblia para los cruzados del neofascismo castrense, con aquélla su profesión de fe cuartelaria: “Jamás un civil comprenderá la grandeza de nuestro ideal, por lo cual habrá de eliminarlos del Gobierno y darles la única misión que les corresponde: Trabajo y Obediencia”.

Al igual que con Chávez, la religión de las espadas había encontrado su profeta en el magalómano rioplatense. Y hasta esa propia Meca de la cruzada militarista americana se llegó, a abrevar lecciones y a recibir consignas, quien había de ser pocos meses después el más activo jefe del asalto armado contra las instituciones democráticas de Venezuela: el entonces teniente coronel Marcos Pérez Jiménez.

En los comienzos de 1948, siendo Jefe del Estado Mayor, el tarugo venezolano viajó hacia la Argentina. Conferenció con el ductor del “justicialismo” y escuchó sus consejos; y ya de regreso a Caracas, de paso por Lima, acordó seguramente tácticas comunes con el general Manuel Odría, antiguo profesor suyo en la Escuela Superior de Guerra del Perú, quien ultimaba los detalles de la militarada con la que iba a derrocar al Gobierno civil.

A partir del regreso de Pérez Jiménez de su viaje al Sur se adelantó desde la Jefatura del Estado Mayor una intensa campaña desmoralizadora dentro de la oficialidad en servicio activo (igualito a como lo ha venido haciendo Chávez). De oído a oído se hicieron circular todas las calumnias imaginables para desacreditar a los hombres que ejercían el poder, al Partido que en la calle les aportaban sólido respaldo y a los propios oficiales de las Fuerzas Armadas que eran leales a la Constitución y a las leyes.

Y junto con esa propaganda disolvente, corrosiva, se difundía otra, de contenido mesiánico: la que le asignaba a los ejércitos un “destino manifiesto”, una misión providencial, como salvadores de países. Espejo y ejemplo se señalaban en la Argentina de Perón, que para esos cruzados de la antidemocracia era paradigma de estabilidad y progreso.

La victoriosa sublevación del general Odría aceleró los planes de los “facciosos de orden”, como los hubiera llamado Bolívar, que en Caracas tenían su núcleo de irradiación en el propio Ministerio de Defensa. Pretendieron los jefes militares atrincherados en el Estado Mayor imponerle líneas de conducta política al Presidente Gallegos, y cuando los rechazó con energía y conciencia de su responsabilidad, decidieron trajinar de una vez el camino del neofascismo castrense.

En los días que precedieron a la insubordinación final de los mandos militares venezolanos y cuando estaba en curso lo que se llamó “golpe frío” para designar la pugna entre el Gobierno civil y los jefes del ejército, fue reconocido por Washington el régimen de facto de Odría, producto de una militarada victoriosa.

Como apuntó después un periódico de Washington: los conspiradores de Caracas vieron en ese error garrafal del Gobierno norteamericano de Truman una especie de “luz verde para la usurpación”. Y a la usurpación se lanzaron, sin afrontar riesgo alguno, con la impunidad que espera el ladrón cuando es, al propio tiempo, policía.

Porque en realidad no hubo acción insurgente, donde los promotores del cuartelazo corrieran algún peligro, que utilizó los canales normales del servicio y el acatamiento disciplinario de los jefes de agrupamientos y guarniciones a las órdenes impartidas por el Ministerio de Defensa y el Estado Mayor, para desconocer y deponer las autoridades legítimas.

Una gran prensa servía de altavoz a la conspiración subterránea que se adelantaba entonces para socavar las bases mismas del orden constitucional. Unos periódicos por estar directamente vinculados al trabajo conspirativo de zapa, otro por la lealtad póstuma al militarismo posgomecista que sobrevivía, algunos por sus nexos comunistas añorando su gran alianza con el medinismo; lo cierto fue que toda la prensa diaria de Caracas, con excepción de El País, contribuyó a barrerle la ruta a la cuartelada. Personas de recta intención –incluyendo algunos incómodos adecos- también contribuyeron con su contagioso derrotismo a debilitar la democracia.

Hoy el neofascismo castrense está en el gobierno y los tiempos son otros. Washington no termina de entender el comunismo chavista que “no osa llamarse por su nombre”. Los medios de comunicación no traicionan a la democracia. Como tampoco la traicionan el pueblo, el hombre común, los trabajadores y las mayorías de todas las clases sociales, que marchan como un solo hombre contra el derroche de mediocridad integral chavista que ha empantanado y desechado los valores superiores que construimos con la República Civil y la Revolución Democrática sucedida entre 1958 y 1998.

Hoy es mucho más fuerte la creencia y la confianza en la democracia. Hay un lúcido sexto sentido en las multitudes laboriosas -actualmente atropelladas hasta la escasez- que intuyen el riesgo que amenaza a la estabilidad política que sus votos establecen.

Ello explica la concentración multitudinaria que hoy exige el Referendo Revocatorio para acabar de raíz con el neofascismo castrense que se quiere imponer a la diabla, al estilo del castrismo que ha llevado a Cuba a la peor carraplana anti-funcional de su historia. Por eso encuentra sus raíces en la lejanía dictatorial de Perón.

Chávez no ha querido darse por aludido ante las inmensas multitudes de venezolanos que han marchado, protestado y vociferado manifestando que no lo quieren más al frente de los destinos de Venezuela.

El pueblo, con su presencia caudalosa en las calles, está ofreciendo un respaldo unánime encendido de fervores hacia una democracia que siente suya, como expresión cabal de su querer.

Y su neofascismo castrense resulta hoy algo dinosáurico, remoto, que sólo cabe en las mentes de quienes han perdido –estúpidamente, a lo Perón- su extraordinaria y única oportunidad histórica. Las Fuerzas Armadas nacionales, que han encontrado sus mejores cumbres al servicio leal de los pueblos y de sus ideales democráticos, no obedecerán la orden de volver a llenarse las manos de sangre compatriota, asesinando su propia historia., pese a algunos trogloditas que ven en ello el único camino para la supervivencia de su mediocridad y rapacería. Lo inteligente es que neofascismo castrense fenezca en su tristemente célebre capa superior.

AL PERSONAL DE LAS FUERZAS ARMADAS NACIONALES

Por el Gral.Div.(Av) Jesús Emilio Hung Abreu

Apreciados compañeros de armas, ante la inminencia del Referéndum Revocatorio Presidencial, quiero hacerles llegar el presente mensaje institucional y expresarles mi honda preocupación por la situación que se está viviendo en las Fuerzas Armadas venezolanas.

La falta de idoneidad profesional, la actitud servil y la corrupción moral que han puesto de manifiesto la mayoría de los oficiales de los altos mandos militares que han estado al servicio personal de Hugo Chávez Frías durante su mandato, han hecho disminuir la capacidad operativa de las FF.AA. hasta niveles nunca antes imaginables y han deteriorado gravemente la imagen que tiene la sociedad civil venezolana de nuestra Institución Armada. Como bien dijo en una conferencia el Gral.Div. (GN) Ramón Contreras Laguado, “Ya Hugo Chávez logró arrancar del corazón del pueblo venezolano el cariño y el amor que éste tenía por la Guardia Nacional y continuará con el resto de la institución armada”

El prestigio de nuestra institución militar ante propios y extraños ha descendido en la aceptación de nuestro pueblo, hasta el punto en el cual yo me temo que no saldríamos bien librados de una consulta referendaria sobre la conveniencia o no de la existencia de unas Fuerzas Armadas en nuestro país. Y esto está sucediendo así porque hemos dejado de estar vigilantes y alertas hacia lo externo de nuestras fronteras, para por el contrario hostigar y perseguir a quien en cambio debemos servir que es a nuestro pueblo. Y ello, con la excusa de cumplir un objetivo que ha sido deducido de un concepto políticamente manipulado por el régimen actual, como lo es el de “contribuir con el desarrollo nacional y mantener el orden y la paz en la República”. Tareas en las que por cierto la FAN de Chávez ha fallado estruendosa y vergonzosamente.

Me atrevo a aseverar sin temor a equivocarme, que esto ha sido producto de un plan preconcebido allende nuestras fronteras y puesto en práctica por quien hoy detenta el mando omnímodo del gobierno nacional y por su camarilla de colaboradores, entre los cuales medran algunos cadáveres insepultos de la vieja política nacional. Este ha sido un proceso de resquebrajamiento institucional que ellos han estado llevando a cabo, como requisito “sine qua non” para la instauración de un régimen totalitario que abarque toda una región del continente suramericano. Se ve a las claras el “asesoramiento fidelista”, de que con unas Fuerzas Armadas profesionales, institucionales y bien estructuradas, no se pueden instaurar regímenes totalitarios.

De este plan revolucionario no participa lo más noble y puro de nuestro pueblo, ni los verdaderos profesionales militares de nuestras gloriosas Fuerzas Armadas. Como bien lo dice en su mensaje institucional el Gral.Bgda. (Ej) Francisco Usón (preso político y de conciencia): “El Pueblo de Venezuela, tiene Genes de Libertadores, por nuestras venas circula sangre que ansía y defiende la libertad, la justicia y la paz”

Ante este panorama oscuro y doloroso, pienso que a los miembros de la institución armada que se encuentran en situación de actividad, se les plantea un interrogante que por su inmediatez, adquiere visos de primera prioridad ¿Qué hacer hoy en estas circunstancias?

Queridos y apreciados compañeros, hoy al igual que ayer, les reitero que debemos seguir manteniendo los pilares fundamentales sobre los cuales descansa la institución armada: la subordinación, la disciplina y la obediencia. Pero esos conceptos no pueden ser malentendidos por ustedes, ni manipulados por quienes hoy detentan el mando. La subordinación no significa servilismo; la disciplina no puede ser entendida sino como el resultado de una convicción profesional hacia el cumplimiento legal y legítimo del deber militar; y la obediencia, debe ser aquella que se deriva del razonamiento lógico ante la orden impartida. Frente a estos valiosos conceptos, no valen los argumentos insostenibles del “cumplimiento de una orden”, si se encontraran ustedes enfrentados a una acción claramente ilógica e ilegal, aun cuando ésta pueda vestirse de legitimidad.

Ahora bien, la Constitución Nacional, que le reconoce el derecho al sufragio al personal militar, pone también ante ustedes la gran oportunidad de juzgar la actuación de quienes hasta ahora han sido sus comandantes. ¡Todo cargo público es revocable! sentencia nuestra Carta Magna.

Yo entonces les digo, que son revocables también por la vía legal todos y cada uno de sus superiores que hasta hoy han medrado en la institución militar, anteponiendo su provecho y su ambición personal al juramento que una vez hicieron -al igual que ustedes- ante Dios y la República en presencia del pabellón nacional. Apoyen sin temor y con claridad de conciencia al pueblo venezolano que le revocará el mandato a quien hasta el 15 de agosto ha sido vuestro Comandante en Jefe. No pierdan esta invalorable ocasión que se les presenta para revocar, indirectamente mediante el mismo voto, a quienes no merecen permanecer ejerciendo el mando en la institución.

El pueblo venezolano desea vivir en paz, sin exclusiones de ninguna especie. Señores Oficiales, Sub-oficiales, Cadetes, Tropas Profesionales, Alumnos y Personal civil de las FF.AA. rescaten a la institución militar del foso en el cual este régimen quiere sepultarlas, con la perversa intención de implantar en suelo patrio la bota dictatorial de un castro-comunismo, hoy en fase decadente y que quiere sobrevivir su agonía con nuestros recursos naturales.

Actúen profesionalmente en el desempeño de las tareas que le sean encomendadas en el Plan República, de acuerdo a la normativa que rige sus funciones y teniendo como Norte que la democracia es el mejor sistema de vida para cualquier país civilizado y que la voluntad del pueblo debe ser acatada sin obstrucciones, porque es en el pueblo donde reside el verdadero poder originario en un Estado democrático moderno.

Y será entonces, después de concluido el acto revocatorio, cuando el pueblo en ejercicio del supremo mando, les exigirá a ustedes en particular, subordinación legal, disciplina institucional y obediencia por convicción. Que así sea.

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