El ocaso
Y a es común que organismos internacionales adviertan sobre el rumbo del proceso chavista. En este sentido, el reciente informe de la Internacional Socialista tiene un significado especial.
Se trata de 160 partidos que asumen que el de Chávez, «es un régimen autoritario que cada día utiliza con mayor descaro las instituciones y el Estado para acabar con los principios democráticos».
Algunas de las organizaciones afiliadas a la Internacional Socialista mantienen cordiales relaciones con el chavismo y otras caracterizan la situación «como un cuadro de déficit institucional». A estas alturas, ya no existen dudas sobre el camino que transita Venezuela. A ello se suma el debilitamiento del ALBA, como plataforma de exportación del socialismo del siglo XXI. El fiasco de la intervención chavista en Honduras el año pasado significó el quiebre de un ensayo sustentado en la chequera petrolera y en las expectativas que siempre suelen despertar en el continente las ofertas de cambio político.
Últimamente, la propuesta ha regresado a su origen: una alianza entre Chávez y Castro, que contó sólo con el apoyo ideológico de algunos gobiernos con tendencia de izquierda.
Evo Morales, en Bolivia, vendió la promesa de una justicia social largamente pospuesta y ello le permitió aprobar una Constitución que amplía sus poderes y le asegura la reelección indefinida. Sin embargo, a diferencia de Chávez, Morales carece de fortalezas para copar los espacios sociales y reconvertir la fuerza militar en una pieza clave de su estrategia.
Rafael Correa, en Ecuador, afronta aún mayores obstáculos; si bien cuenta con una Constitución a la medida de sus planes, en esa nación todavía opera el equilibrio de poderes y la institución castrense mantiene su autonomía y profesionalismo.
El caso de Nicaragua es distinto: Daniel Ortega no pudo consolidar el «socialismo real» en los años ochenta cuando existían mayores condiciones para ello, y ahora encabeza un gobierno autoritario, en alianza con sus enemigos del pasado y encuentra severos escollos de gobernabilidad.
Con una percepción internacional suficientemente clara sobre las características y orientaciones de su modelo, a Chávez le resultará cada vez más difícil encontrar compañeros de ruta confiables, y menos aún, cuando la generosidad de la ayuda energética tiende a perder su eficacia.
