El país que deseamos

Aún cuando nos encontramos en el tránsito de una difícil coyuntura, signada por las complicaciones propias de un futuro incierto, los venezolanos no dejamos de soñar con que algún día nos reencontremos como familia y como pueblo, después de la tormenta. Pero bien, sabemos que no es suficiente soñar y lo importante es despertar y tener entonces los ojos bien abiertos para actuar como verdaderos ciudadanos y afrontar la realidad con determinación. La Reforma Constitucional que hoy nos propone el Ejecutivo pretende tomar para sí el sueño de todos los venezolanos, pero desde una perspectiva estatista y dadivosa en lugar de plantear una idea productiva en donde se valore y se incluya realmente el esfuerzo y la capacidad en el trabajo de cada uno de los venezolanos. El planteamiento oficialista no es más que una exagerada e inusual concentración del poder mucho más allá de los límites democráticos, pretendiendo, sin haberlo logrado aún, ser más eficiente en el reparto de los inmensos recursos que depara el petróleo. Nuestro pueblo tiene una gran virtud en su sencillez y en su probado comportamiento solidario. Las mujeres y los hombres de este país somos pacíficos por naturaleza y amantes de la paz; somos de algún modo contrarios al conflicto y partidarios de la armonía, y es este aspecto tan importante y tan arraigado en nuestra gente el que la actual administración ignora de manera injustificable, del mismo modo que también desprecia los requisitos que necesita la actividad productiva, que dicho sea de paso es la única capaz de generar riqueza, bienestar y por lo tanto felicidad. La Reforma prescinde abiertamente de la libre iniciativa, del verdadero valor del trabajo y lo que es peor aún del emprendimiento del venezolano que quiere surgir y triunfar. Desaparecen de un plumazo con esta Reforma aspectos vitales para la nación, tales como la diversidad, el disenso, y la sana e indispensable alternabilidad en el poder, así como se constitucionaliza la dependencia de los poderes y la muerte de su necesaria autonomía hacia el hegemonismo del Ejecutivo, destruyendo así el valor más preciado de cada individuo como lo es su libertad, y ese no es precisamente el país que deseamos todos, sin ninguna distinción.