Opinión Nacional

El papel y la vigencia de las instituciones de la V República

Si algo ha quedado claro por parte de la ciencia política y de los politólogos, entre otras cosas, es precisamente el hecho indiscutible de que todo sistema político se sustenta inevitablemente en el papel y función de instituciones. El único en desconocer este planteo y realidad es el presidente de la República, su accionar deja claro que ni siquiera cree en la institución armada de la cual proviene.

Los venezolanos no negamos ni desconocemos la necesidad de cambios y por ende la adopción de ciertas medidas de control, de reorganización y por ende de autoridad, pero ello no implica en lo más mínimo el que se adopte una política fascista y totalitaria, caracterizada esta por el irrespeto al estado de derecho y por sobre todo a las instituciones desde el momento en que se les cuestiona, se les controla, reduce y obstaculiza sus presupuestos y recursos, e incluso se plantea en algunos casos su eliminación.

La ciencia política y la teoría política ha precisado desde siempre a través de los diferentes autores, perspectivas y enfoques que todo gobierno exitoso se remite y basa en las instituciones sociales y políticas de hace varios siglos. Esto lo comentamos por la tendencia creciente que registra la V República o países como Perú, de personalización de la política y del poder en detrimento de toda institucionalidad democrática.

Si algo define el fin de siecle tanto en Perú como Venezuela, es por un lado el desprestigio y cuestionamiento de las organizaciones partidistas y la clase política respectivamente, acompañado por otra parte, del surgimiento de nuevos actores políticos y liderazgos populistas que despliegan una práctica y discurso que hemos ubicado dentro de lo que se conoce como la “POLÍTICA ESPECTÁCULO”. Modalidad esta última en la que se privilegia el personalismo, el carisma y demás características del líder, siempre en detrimento o menoscabo de las instituciones (iglesia – gremios – partidos – parlamento – tribunales – etc).

La República Bolivariana de Chávez conforma uno de los mayores ejemplos en toda la región latinoamericana de personalización de la política (como expresión directa no sólo del declive de las ideologías, sino de los liderazgos y actores tradicionales), esta forma de hacer política demanda y fomenta la búsqueda de hombres providenciales, mesías y liderazgos fuertes como lo constituyeron antes Juan Domingo Perón, Getulio Vargas, Anastasio Somoza, Augusto Pinochet, o recientemente Hugo Banzér en Bolivia y Hugo Chávez en Venezuela por señalar algunos ejemplos que nos ilustren tal problemática.

La personalización de la política, el neopopulismo y anteriormente la llamada antipolítica tienen en común ir de la mano por su naturaleza y dinámica antidemocrática, además de moverse en el terreno de la PRAXIS TOTALITARIA. Tendríamos así que la personalización de la política por parte de los nuevos caudillos revela un estado de desbordamiento institucional, dado que la política tiende a rebasar a las instituciones y se instala de esa forma en redes informales (lideres – nuevas organizaciones – grupos – etc) lo cual pone de manifiesto que la toma de decisiones ya no radica y se ubica únicamente en el seno de las instituciones (partidos – parlamentos – corporaciones) sino que transciende a esferas muy reducidas e individuales (Luis Miquilena – José Vicente Rangel).

El mayor reto que tiene la democracia no sólo en el Perú sino en Venezuela, esta dado sin lugar a dudas en la defensa y revalorización de sus instituciones. La destrucción y socavamiento de las instituciones por parte de los aprendices de dictador (desde Alberto Fujimori hasta Hugo Chávez) tendrá sin lugar a equívocos consecuencias impensables, donde se requerirá más de una década para la reconstrucción de la institucionalidad democrática.

Muchos comienzan a plantear el apoyo irrestricto a Arias Cárdenas, otros más activos portan su respectiva chapa que reza “FUERA EL LOCO VOTA POR ARIAS” , lo cierto del caso es que los ánimos están caldeados, el país requiere calma y cordura de parte de los candidatos y de sus campañas hacia los electores, estos últimos deben rechazar toda campaña que se base en la ofensa, descalificación e intolerancia de los adversarios.

(*) Politólogo

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