Opinión Nacional

El pensamiento autoritario

Autoritario viene de autoridad, que en una de las acepciones incluidas en el DRAE es : “Potestad, facultad, legitimidad”.

El pensamiento autoritario tiende a ejercer esa potestad de manera irreflexiva: reflexionar equivale a confrontarse con el reflejo, a verse desde afuera, a tomar en cuenta al otro. El autoritario sólo conoce una autoridad: la suya.

Podemos personificar esta forma de pensar y actuar en algún individuo en particular, presente o pasado, pero ningún ejemplo agotará la esencia y la persistencia del vicio: Hitler, Mussolini, Pinochet, Stalin…la lista es extensa y no se ubica necesariamente a la derecha ni a la izquierda del abanico: lo autoritario no es una condición de la tendencia política o ideológica sino una forma de pensar que puede aplicarse a cualquier sistema de pensamiento.

Tampoco depende del grado de poder de quien lo ejerce.Desde un mandatario hasta un empleado de la última fila del escalafón, cualquiera puede pensar y actuar de manera autoritaria; basta con que no escuche los argumentos de los otros o que desconozca la autoridad de quien los expresa. Porque el autoritarismo, más que el resultado de un análisis, es la decisión absoluta y definitiva de que el análisis es innecesario : las cosas son así y punto.

Es difícil dialogar con los autoritarios, pero lo que es realmente imposible es el diálogo entre dos autoritarios de signos opuestos.

Hay sociedades ( sociedad, en el sentido amplio , abarca desde una familia hasta un país) en que la falta de análisis produce un autoritarismo generalizado: nadie está dispuesto a discutir su posición y su punto de vista; nadie acepta ni siquiera como posibilidad que haya otras posiciones u otros puntos de vista válidos.

En la gama de intensidades podemos pasar de los fundamentalismos extremos hasta el extremo eclecticismo en que cada quien opina lo que le da la gana sin necesidad de justificar o explicar su opinión: el autoritarismo está presente entre los talibanes con la misma fuerza que entre los anarquistas, porque la esencia del autoritarismo no está en pensar con desprecio sino en despreciar el pensamiento.

Muchas de las corrientes de la llamada Nueva Era (en apariencia tan liberales) que se reclaman de un menjurje heterogéneo de religiones orientales , física cuántica, y superstición pura y dura (todas ellas mal trituradas y mezcladas sin criterio y sin arte) son autoritarias, en la medida en que admiten cualquier consideración menos la más simple de ellas, la más antigua, la más filosófica: la duda sobre las propias convicciones.

Para ellos – tanto como para los otros mencionados- el pensamiento es el enemigo a combatir, la serpiente diabólica. Da igual si se atribuye a Buda ( por ignorancia) la recomendación de pensar lo menos posible , como si se le adjudica a Marx ( por no haberlo leido) la de pensar sólo de una manera…el pensamiento autoritario descarta toda posibilidad de interacción de ideas , toda libertad para ejercitar la facultad de pensar y permitir que otros lo hagan.

El sucedáneo, la solución definitiva, la verdad última alcanzada e insuperable, es …(fanfarria de la twenty century fox) la Voz de la Autoridad.

Poco importa si la Autoridad es Mahoma, Ho Chi Minh o Adam Smith: la idea ( la única idea posible) es que Alguien ha pensado ya por nosotros y ya no hace falta pensar más; basta con obedecer y hacer obedecer el dictamen.

Esa Autoridad puede incluso ser la propia del que la ejerce: su paseo personal por la vida le ha llevado a formular su “filosofía” , como llaman los manuales-para-ser-felices-en-tres-fáciles-lecciones al cóctel de cuatro refranes, dos experiencias y una gran cantidad de falta de conocimientos…”filosofías” de esa clase “hágala usted mismo” están al alcance de todos en cualquier supermercado.

El resultado final es el mismo: atribuyendo o atribuyéndose la autoridad absoluta se desautoriza al interlocutor y se destierra definitivamente el fatal riesgo del diálogo.

“No se puede” dijo el funcionario.

“¿Y por qué no, si puede saberse?” – preguntó el ciudadano.

“Eso tampoco se puede”.

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