Opinión Nacional

El próximo round

¿Contra quién va a pelear Chávez en el nuevo round electoral? En la pelea suspendida evitó la confrontación sólo con su opositor con más opción, Arias Cárdenas, por razones de librito: polemizar con él habría sido darle cancha, oportunidad para responder, notabilidad e importancia. Hizo lo que tiene que hacer el candidato del Gobierno, mientras no le fuercen a lo contrario: ignorar a la oposición. Se permitió sólo algunos ataques, chistes y descalificaciones destinadas a equiparar a Arias con su anterior oponente.

Los ganchos de Chávez se dirigieron a contendientes más vulnerables. Y ese ha sido siempre el estilo electoral de nuestro Presidente, experto ya en las lides electorales. Siempre ha necesitado un enemigo, uno sólo y muy frágil, una especie de punchig ball al cual golpear; una diana gigante a la cual dirigir su plomo más grueso sin pelar un tiro. En el 98 y el 99 los adversarios fueron las cúpulas podridas. Las atacó, las desprestigió y las derrotó al punto de lograr la máxima victoria militar posible: reducir al mínimo, hasta casi hacer desaparecer, la voluntad de lucha de los adecos y los copeyanos. Los partidos no sólo perdieron las elecciones, casi desaparecieron y actúan hoy, especialmente los adecos, sabiendo que Chávez es su perdonavidas.

Reducidas al polvo, como están, gracias al chavismo, no les queda más que intentar sobrevivir en las catacumbas creyendo que renacerán: tendrán cabuya mientras «el proceso» los necesite.

Muerto el perro no se acabó la rabia. En las dos votaciones constituyentes, referendo y elecciones de la ANC, la oposición era una nulidad, pero sin embargo, el mero recuerdo de las cúpulas sirvió para asustar a todo el mundo, de allí las cifras de éxito vertiginoso. El blanco de todos los ataques fue en estas dos oportunidades el Congreso ¿Se acuerdan del «soberano» pidiendo la cabeza de los diputados a la entrada del Capitolio?

Finalmente el Congreso se plegó, convino un acuerdo con la ANC y bajó la guardia hasta que en el 2000 lo noquearon. En la campaña del 15 de diciembre los negativos le sirvieron en bandeja una nueva oportunidad al Presidente. Ya nadie se asustaba de un adeco, los copeyanos no eran ya un color, eran un vaho verde, un musguito al pie del árbol de la revolución. De paso, algunos ex copeyanos, calderistas recalcitrantes de antaño, se pegaron a las hojas más altas del chavismo y creyeron haber llegado, de nuevo, a la cúpula. Bastó una brisa leve para que cayeran; en su mayoría están hoy integrados al humus que alimenta «el proceso». Los negativos de Chávez a finales del 99 eran demasiado notorios y frágiles: Fedecámaras, algunos oficiales retirados acusados por el Presidente de tener vínculos con la señora de Lusinchi y de nuevo, los obispos; gente con demasiado olor a Punto Fijo para el actual olfato popular. Muchos hicieron campaña por el no, pero el Presidente ni siquiera los mencionó; de haberlo hecho, les habría dado tribuna a opositores menos vulnerables.

En la fracasada, Chávez tenía sus blancos claros: los diablos con sotana y los medios. Por ahora los obispos decidieron callarse y hacen bien. Los medios fueron visitados y regañados. Además, fue un error atacarlos tan duro pues el soberano callejero y exaltado difícilmente apaleará a un cura, por ahora, pero no distingue entre el dueño de un canal (a quien nunca ha visto ni verá) y a un reportero cualquiera. ¿A quién va atacar ahora? Alguien va a servir de sparring; prepárense, porque los cañones de Chávez volverán a tronar. Eso lo puedo jurar.

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