Opinión Nacional

El reverso de la utopía

Es desconcertante una “Historia de la Utopía” porque cuando se han encarnado en sociedades concretas casi siempre terminan mal. En nombre de grandes ideales se han cometido perversos crímenes.

La Revolución Francesa (1789) estableció los principios republicanos que ponían al traste con la servidumbre del Antiguo Régimen y sus relaciones feudales, aún así, sus principales promotores perecieron en manos de la guillotina y luego Napoléon se impuso como nuevo Rey y “rayo de la guerra” llevando la tragedia a todos los europeos.

En Hispanoamérica, se luchó y logró la Independencia de España luego de 1830 pero al costo de una guerra civil y el desmantelamiento material de éstas sociedades. Aún hoy, luego de doscientos años, seguimos declarando la necesidad de una nueva Independencia. Tiempo perdido bajo el extravío.

Los alemanes en la era nazi creyeron que un cabo austriaco, experto en histrionismo, les iba a redimir de las humillaciones producidas por el Tratado de Versalles. El ideal nacionalista terminó llevando a la más completa destrucción a todo el pueblo alemán, y junto a ellos, a medio mundo.

En la ya fenecida URSS, luego de la gran revolución del año 1917, y a la cual se le dio el mote de “paraíso de la clase obrera”, cuando en realidad se trataba de una sociedad campesina y feudal, se produjo el experimento más audaz y auspicioso en la construcción de la Utopía encarnada.

La “Dictadura del Proletariado”, con un tiempo límite estipulado para la construcción del “hombre nuevo” socialista, se hizo permanente, alimentando los desmanes y las persecuciones sobre aquellos que se atrevieron a disentir u protestar por no querer formar parte de ese nuevo “mundo feliz”. En realidad, la construcción del socialismo fue una auténtica patraña que dio nacimiento a una nueva clase social, igual de explotadora que su predecesora en la época pre-revolucionaria.

La corrupción, el tráfico de influencias y el terror se impusieron muy por encima de los logros y conquistas sociales. La “revolución” devino en coartada para asegurar nuevos privilegios y garantizar el control político del partido único y sus integrantes. Democracia como tal nunca existió, y mucho menos auténtico socialismo, y el “hombre nuevo” devino en una fantasmagoría.

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