Opinión Nacional

El teatro más negro

El último poder de la democracia en un estado social de derecho debería residir en el tribunal supremo que establece justicia que da finiquito al debido proceso de las quejas de sus ciudadanos. De eso fuimos testigos en la contienda electoral de 2004 en EE.UU.

De no ser esto así, el ultimo poder de la democracia lo tiene quien cuenta los votos y proclama los elegidos a detentar el poder nacional. Para que la democracia funcione se requiere transparencia y confianza en la consolidación en acta de ese contar los votos que da finiquito al debido proceso del discernimiento electoral de los procesos a los que se convoca a la comunidad de ciudadanos. Para que el proceso electoral sea debido debe el ciudadano confiar que se garantiza su derecho de a cada ciudadano un voto y el derecho del secreto de su decisión. Cuando todo eso se cumple, el resultado inviste de legitimidad al origen del poder nacional que se otorga a los ganadores.

En esta Venezuela negra de petróleo e ideología, se nos ha impuesto un registro de electores no confiable y un sistema distribuido electoral en red basado en terminales de votación y de captura de huellas cuyo análisis de seguridad del código fuente no satisfacen las exigencias mínimas de seguridad que se impone a las tecnologías digitales en otros contextos y que evidencian problemas tales como el uso impropio de la aplicación de técnicas de cifrado, pobres ciclos de desarrollo del software, alta vulnerabilidad en red y un escalamiento de privilegios indebido. Estas fallas de seguridad hacen posible la emisión de múltiples votos por un mismo individuo sin ser detectado, la posibilidad de realizar ataques importantes desde el exterior del sistema sin conocer el código fuente, la memorización de la secuencia de eventos de emisión de votos que permite violar el secreto del voto emitido. Más aun, al no emitir un papel impreso y no auditarse estos al final del proceso hacen oscuros el proceso de contar los votos. Tarea que no es realizada por ningún funcionario electoral. El sistema quiebra toda la esencia del sistema democrático que garantiza la alternabilidad y los derechos del elector.

Todas esas imputaciones las exhiben las maquinas de Smartmatic al igual que las Sequoia y las Deibold y la responsabilidad es la del poder electoral genuflexo a las pretensiones del régimen. Me duele el silencio de mis colegas de la sociedad de ingeniería de computación paralela y distribuida que promueven el software abierto y libre que su ideología bolivariana en todos estos años le ha impedido alertar a la sociedad venezolana de estos males que ellos bien conocen. Hoy todo esta al descubierto y el 4D Venezuela abrirá sus venas. Unos en resistencia activa no votaremos y dejaremos de ser opositores para convertirnos en disidentes en una lucha política de resistencia en un túnel negro. Ellos en hegemonía totalitaria de partido único que los empujara a un régimen autocrático y dictatorial. La escena será la de un teatro negro venezolano. Siempre había querido llegar a ser espectador y actor en esa escena.

La democracia no solo se ejerce desde la legitimidad de origen y desde la legitimidad de desempeño; sino desde la legitimidad de la alternabilidad posible. Los que hablan de revolución y de status quo no son demócratas y esa es la causa de la escena que nos alcanzo a todos. La democracia es evolución social, política, económica y tecnocultural y no esta Venezuela que nadie nos satisface.

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