Opinión Nacional

El Vaticano se declarará oficialmente misógino

El miércoles 14 de julio de 2010, un vocero oficial de la Ciudad de El Vaticano, informó al público que se publicarán nuevas guías para tratar los casos de pedofilia en la iglesia católica romana y el abuso contra mayores de 18 años que sean discapacitados—extendiendo el estatuto de limitaciones [período durante el cual no expira el derecho de las víctimas a presentar acusaciones) hasta los 20 años—lo que modifica las normas motu propio puestas en vigencia por el Papa Juan Pablo Segundo; en 2001, redactadas por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, mientras estuvo al frente de la Congregación para la Defensa de la Doctrina de la fe—la sucesora de la Santa Inquisición.

Eso está muy bien; ya estaba pasado el tiempo para actuar con seriedad en contra de esos delitos; pero esa publicación, también contendrá una disposición que convertirá en oficialmente misógino a la ciudad-estado de El Vaticano: considerará como “un crimen contra la fe” cualquier intento de ordenar a una mujer como sacerdote de la iglesia católica romana.

En el mundo moderno y en particular en este siglo 21, negarle a las mujeres el acceso al sacerdocio—por el sólo hecho de ser mujeres—es una flagrante discriminación sexual o de género, que no sólo no tiene cabida en la sociedad moderna actual, sino que no tiene justificación de ningún tipo, incluyendo una supuesta justificación teológica; ya que; por ejemplo, dos de los Apóstoles de Jesús de Nazaret fueron mujeres: Junias y María Magdalena.

Si en el mundo cristiano puede considerarse a un Apóstol, como un “supremo sacerdote”, no tiene ningún sentido criminalizar el intento de ordenación de mujeres de hoy en día, como sacerdotes de la iglesia católica romana, si uno de los más queridos “supremos sacerdotes” (Apóstoles) de Jesús de Nazaret, fue una mujer: María Magdalena, cuya ejemplar vida al lado de Jesús—que incluyó el posible financiamiento de sus actividades de difusión de su Evangelio—fue ocultada mediante censura y calumnias por los miembros masculinos de la antigua facción cristiana proto-ortodoxa, que al final llegaría a controlar a todo el cristianismo y a decidir que podía y que no podía ser incluido en el Nuevo Testamento de la Biblia—la que hoy en día sólo contiene cuatro evangelios canónicos—y de autores masculinos—[Marcos, Mateo, Lucas y Juan), dejando deliberadamente por fuera a muchos otros Evangelios; entre ellos el de María Magdalena—que ha sido rescatado y sacado a la luz pública por investigadores religiosos y arqueólogos modernos.

¿Qué puede hacer un sacerdote masculino que no pueda hacerlo un sacerdote femenino? La mujer ha probado hasta la saciedad que tiene todas las capacidades físicas, mentales, intelectuales, éticas y morales, para desempeñarse eficientemente—y hasta con excelencia—en cualquier actividad que desempeñen los hombres.

Los cristianos católicos romanos; en general, y los gobiernos y otras autoridades de las naciones que alberguen a feligreses católicos romanos, deberían responderle con claridad y contundencia al Papa Benedicto Décimo Sexto, ante este nuevo atropello que se dispone a perpetrar injustamente contra las mujeres.

Para que lo compruebe, lea el libro del Doctor (Ph.D. en Teología Cristiana y una autoridad mundial sobre la vida de Jesús de Nazaret), Bart D. Ehrman, titulado: Misquoting Jesus: The Story Behind Who Changed the Bible and Why [Citando Erróneamente a Jesús: La Historia Detrás de Quienes Cambiaron la Biblia y Porqué], Nueva York, Harper San Francisco, 2005, 242 páginas.

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