Opinión Nacional

El vivo al bollo y el mito al hoyo

No sé si existe otro país en el mundo en que los acontecimientos más dramáticos se desvanezcan y desaparezcan de la memoria colectiva con tanta rapidez. Hace apenas cinco o seis semanas se produjo el fallecimiento de Hugo Chávez, el hombre que mantuvo durante catorce años a medio país aplastado bajo su bota arbitraria e insultante y a la otra mitad embrujada, hipnotizada, fanatizada, rendida a sus pies con un fervor casi religioso. Las escenas de dolor y de histeria no se hicieron esperar, decenas de miles de seguidores del difunto hicieron colas interminables para darle el último adiós, mandatarios de todo el mundo -desde gobernantes democráticos hasta tiranos indeseables- viajaron a Caracas para expresar sus condolencias. El gobierno del emergente designado a dedo in artículo mortis por el caudillo, estiró y estiró el duelo para que el interminable desfile de llorosos partidarios sirviera de inicio a su campaña electoral. Con la mayor desfachatez e irrespeto hacia la situación que se vivía, los canales de televisión oficialistas entrevistaban a personas inducidas a declarar casi ante el cadáver de su ídolo, que su voto sería para Maduro porque así lo había dispuesto el comandante presidente.

Empezaron entonces los articulistas y analistas nacionales e internacionales a decirnos que había nacido un mito, que Chávez se elevaba a los altares donde residía Evita Perón para hacerle compañía. Que Venezuela viviría para siempre atrapada por la adoración al teniente coronel golpista. Los mercachifles aprovecharon la semana santa para vender todo tipo de objetos seudo litúrgicos en los que Chávez aparecía en el mismo ranking de Jesucristo y de vírgenes y santos. En pocas palabras, que a ese muerto no nos los podríamos quitar de encima jamás. ¿Qué pasa ahora después de esas cinco o seis semanas de un Nicolás Maduro en permanente sollozo y de toda aquella luctuosidad de utilería? Puro bonche electoral. Chávez ha quedado para muletilla y sostén del peor candidato presidencial que haya tenido Venezuela, casi en competencia por su incompetencia, con la candidata María Bolívar. Lo único que lo sostiene como posible ganador, es proclamarse a cada rato como el hijo de Chávez y la abusiva campaña mediática además del uso ilegítimo de todos los recursos del Estado. ¿Entonces, será Chávez un mito?

Por lo que se sabe, ya son muy pocos los que acuden al Cuartel de la Montaña donde se cree reposan los restos del presidente. Entre tantos rumores alimentados por las mentiras del gobierno poschavista, circula la especie del entierro de esos restos en Sabaneta como fue la voluntad del caudillo. De manera que la urna exhibida en el cuartel estaría vacía. Por otro lado, los mismos “hijos de Chávez” y “todos somos Chávez” que hace escasos cuarenta y cinco días días lloraban y se retorcían de dolor por la pérdida del líder fundador de la revolución bolivariana y socialista del siglo XXI, hoy menean las caderas a los sones del guaguancó, rap, reggaetón, gangnam style y otros ritmos musicales en los actos públicos de proselitismo electoral. En vista de su imposibilidad de imitar al difunto presidente en sus habilidades vocales, Maduro que no es capaz entre muchas otras cosas de cantar ni el himno nacional, ha demostrado sus habilidades como silbador y no desaprovecha ocasión para mostrarnos cómo fue que –silbando- se comunicó con el caudillo transmutado en pajarito. Chávez procuraba bailar y hasta en sus últimos momentos, con todo el peso que cargaba encima no solo por los efectos medicamentosos sino por sus ropas antibalas, lograba moverse con alguna gracia, Maduro baila con la gracia de Lurch, el mayordomo de los Locos Addams.

Parodiando el grito chavista ¡así, así, así es que se gobierna!, podríamos decir que ¡así, así, así es como se entierra un mito¡ Lo está enterrando el mismísimo heredero político del comandante hoy cadáver. Chávez inspiraba pasiones, se le amaba o se le odiaba, Maduro no despierta ni un mal pensamiento. Es, como lo calificó un estudiante, un huevo sin sal.

Si la mala suerte se sigue ensañando con Venezuela, el hijo putativo de Chávez podría ser el próximo presidente de Venezuela. Y sería desastroso, mucho más que su antecesor porque es más ignorante (lo que es mucho decir) y carece del carácter que hacía del otro un autócrata respetado o temido. De manera que ni sus ministros, si conserva el mismo gabinete del papá putativo, lo respetarían. Pero algo tendremos que agradecerle siempre y en cualquier circunstancia: que en el país se respire un nuevo aire libre del anhídrido carbónico llamado Hugo Chávez y que renazca la esperanza de que si hay un camino y un futuro luminoso con el liderazgo de Henrique Capriles Radonsky.

 

 

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