Opinión Nacional

Empavados

Un medio de comunicación venezolano, de los que se consideran serios, tituló así una noticia: “empavado Germán García Velutini”. Al leer el texto nos enteramos de que el banquero que estuvo casi un año secuestrado en condiciones deplorables aunque esto sea redundante, acaba de ser objeto de una medida judicial de embargo de sus bienes y prohibición de salida del país. La causa es un hecho ocurrido hace dieciséis años, como fue la intervención del Banco Latino, y la presunta negligencia del imputado en el proceso de liquidación de ese banco. El adjetivo “pavoso” que se le aplica a Germán García Velutini, persona que recibió durante su secuestro -y al ser liberado- numerosas manifestaciones de afecto por su calidad humana, obliga a preguntarnos de la manera más seria si realmente la pava existe.

Algo debe haber porque en casi todos los países y culturas existen palabras que distinguen la mala suerte cuando es recurrente. Los venezolanos quizá tengamos una predisposición  ancestral a  que las cosas nos salgan siempre torcidas ya que utilizamos, además del localismo pava y sus derivados pavoso (a) empavado (a), las palabras mabita y guiña, esta última derivada del francés guigne lo que nos indica que los franceses también creen en la cosa. En el lunfardo argentino se la llama yeta y así podríamos seguir pero no es la intención de esta nota adentrarse en los recovecos de la filología. Lo que nos interesa realmente es abrir una discusión sobre la existencia o no de la pava. Y de allí determinar si es cierto que el gobierno de Hugo Chávez Frías o mejor aún, el presidente que lleva ese nombre, nos tiene empavados a los venezolanos.

Elementos para creerlo sobran: apenas tenía diez meses mandando y cuando ya armaba la trampa seudo constitucional para no irse nunca del poder, ocurrió el deslave que asoló al estado Vargas y provocó un número para siempre indeterminado de muertos. Después de esa tragedia magna y a lo largo de once años, han ido sucediendo desastres menos significativos: un terremotico aquí, una inundación allá, un derrumbe acullá. Pero en este año 2010 parecen habernos caído todas las plagas de Egipto multiplicadas por cien. Hay escasez de alimentos básicos, nos azota un calor inusual desde fines del año pasado y en todo lo que va del presente, el agua escasea porque no llueve y estamos a punto de que el país entero se quede a oscuras por el casi inminente colapso de la represa de El Gurí que genera energía para  la mitad del territorio nacional.

Cuando Chávez le ruega a Dios que llueva y cuando el presidente de EDELCA -la empresa de electrificación del Caroní- convoca mediante memorándum a todos sus empleados a un “clamor a dios del sector eléctrico nacional”, es porque el gobierno está interesado en alimentar la especie de que son designios del más allá los que han causado esta desgracia.

Una vez que se lava las manos porque la sequía y el casi seguro apagón nacional son cosas del altísimo o del averno, es necesario castigar a los pecadores que somos todos nosotros. El castigo es indiscriminado y va desde multas hasta la clausura de pequeñas, medianas o grandes empresas que no ahorren energía en la medida que el gobierno ordena. Para muchas de ellas significa el cierre parcial o total, pero eso poco le importa a quienes tienen por único objetivo arruinar y destruir todo lo que sea producto del trabajo y del esfuerzo.

Si tomamos como ejemplo lo que está ocurriendo con el suministro de energía eléctrica podemos concluir que no es la pava lo que hace que El Gurí se esté secando y que ya no pueda abastecernos, la pava es un gobierno que en once años no construyó una sola represa ni instaló una sola fuente alterna, mientras regalaba plantas eléctricas a diferentes países, con prioridad Cuba. La pava del deslave de diciembre 1999 no fue ese desastre natural que puede ocurrir en cualquier tiempo y lugar. La verdadera pava fue la negativa del gobierno que ya tenía in pectore su marxismo-leninismo-estalinismo-castrismo, a aceptar la ayuda norteamericana que significaba la pronta remoción de escombros y rescate de víctimas. No es por ninguna pava que hoy escasean alimentos básicos y todos en general han triplicado sus precios, la verdadera pava son las invasiones y expropiaciones de más de 22.000 fincas en plena producción, y ahora sumidas en la ruina. El otrora envidiable hato El Charcote con 12.950 hectáreas donde se criaba ganado de primera y se cultivaba maíz y frijol, producía hasta hace cuatro años 1.200.000 kilos de carne. Después de la expropiación todo está cubierto por la maleza y la desolación. ¿Es esto pava? ¿Es pava que los anaqueles de los supermercados estén llenos de productos importados de cualquier lugar del mundo mientras no existen los fabricados en Venezuela porque la industria nacional ha sido aniquilada?

Tampoco es pava lo que le ha ocurrido al doctor Germán García Velutini, la pava es que nadie en Venezuela -ni rico ni pobre- esté seguro de regresar vivo a su casa después que ha salido a trabajar o a gestionar asuntos personales o a divertirse. Ni es pava que el secuestro y el secuestro exprés sean moneda de curso corriente en todo el país, tampoco que las FARC operen con la mayor libertad y a sus anchas en toda la geografía nacional. Y no es pava la decisión judicial que le embarga sus bienes y lo secuestra dentro del país, porque todas las persecuciones, expropiaciones, acosos y humillaciones a los “ricos”, son ordenados por la envidia y el resentimiento social que mandan en Miraflores.

¿Estamos empavados los venezolanos? ¿Es pavoso Chávez?  La pava real es haber votado una y varias veces por un militar inepto y fracasado en su vida militar y un farsante que se ha disfrazado de demócrata para engatusar al mundo. La pava la determinamos nosotros con nuestros actos: tener gobernantes pavosos no viene dado por ningún poder sobrenatural, es el producto de nuestra culpa.

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