Opinión Nacional

Empresa total

A la Venezuela de hoy no se la puede mirar desde perspectivas parciales, ni de lado, ni desde un solo ángulo. La única manera de llegar a las profundidades de su alma es haciéndolo de frente, cara a cara y con los ojos bien abiertos. Al hacerlo concluimos que llegamos al límite histórico de un tiempo terrible que debe terminar. Pido excusas si lejos de trasmitir tranquilidad y optimismo voluntarioso, esa inservible actitud de confianza en que las cosas se arreglan solas o de que otros lo harán por nosotros, tomo el camino de invitar a prepararnos para una grande y terrible confrontación. Puede estar acompañada de jornadas electorales en los términos constitucionales y sin perder intensidad, pero pudiera tener características mucho más dramáticas que cualquier elección. Es así porque la verdadera naturaleza de los problemas del país no es electoral. La confrontación tiene poco que ver con nombres y apellidos, con aspirantes presidenciales o con grupos políticos nuevos o viejos. Cuidado si acaso no resulta ser más trascendente que los conflictos ideológicos englobados bajo las generalizaciones de izquierdas, derechas y centro.

Venezuela esta siendo tomada por asalto. Una verdadera invasión la convierte en territorio experimental de una revolución fracasada en el mundo entero que se relanza entre nosotros con pretensiones de expansión en la región andina, en el continente y en áreas específicas del planeta. Pasa por la destrucción integral de la cultura libertaria y democrática de las democracias liberales con todo el bagaje de valores judeo-cristianos que la alimentan y, por supuesto, por enfrentar radicalmente a las naciones que mejor la representan en el mundo a la cabeza de las cuales están Estados Unidos de América y la Unión Europea. El afán expansionista lleva al actual gobierno, bien asesorado por los procónsules de Cuba, al financiamiento sin límites y con grave perjuicio a nuestro pueblo, de los movimientos subversivos de la comunidad andina de naciones, particularmente a las estructuras terroristas de la narcoguerrilla colombiana. La criminal aventura necesita del control absoluto del poder en Venezuela. No importa que exista desempleo, hambre, miseria, desinversión, inseguridad de las personas y de los bienes, aislamiento. El régimen no juega a ser popular. Juega a controlar el poder y a liquidar los centros privados y públicos de poder que se opongan a sus propósitos. Iglesias, medios de comunicación, empresas y unos partidos menguados, entretenidos en tácticas políticas propias de otras circunstancias. Dueño y señor del dinero y del crédito quiere poner a todos bajo su exclusiva dependencia. Derrotarlo es una empresa total que no admite ni siquiera la debilidad de las nostalgias clandestinas. Hay un límite ético y moral en todo esto. Ya lo traspasamos. No bastará con barrer a esta barbarie. Entonces empezará el gigantesco esfuerzo de la reconstrucción. Tenemos como hacerlo.

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