En ese sentido, sí
Espero que no sea ilegal pero yo al Fiscal General no le creo ni una palabra. No es sólo por su peinado de peluquería ni por su pose hierática ni por la monotonía con que habla. Más bien es porque, aunque la competencia por el título está muy reñida, creo que Julián Isaías Rodríguez debe ser el “Funcionario Más Incompetente del Régimen” (y desde hace rato. Todavía estamos esperando la Ley de Seguridad Social para la cual pidió unos días de prórroga cuando era Vicepresidente, hace aaaaaños).
Es obvio que la justicia en el país resulta cada vez más difícil de encontrar. Tanto se ha torcido nuestra noción de justicia que ahora es común que llamen a los asesinatos “ajusticiamientos” (o “ejecuciones extrajudiciales”, cuando en el país no hay pena de muerte legal). Como garante de la legalidad, lo más destacado que ha hecho el Fiscal General han sido dos cartas llorosas donde atribuye el mal funcionamiento de su institución a funcionarios vagos y mafiosos (¡empleados suyos!) que sabotean su funcionamiento. Aparte de la sobrecarga de trabajo de los fiscales (que no sé de dónde sale, si la delincuencia está controlada), hay tantos casos en los que no ha habido resultados o se han producido sólo los “convenientes”, que es imposible no pensar en la incompetencia interesada. Pero la guinda de la torta que día a día construye la Fiscalía es el caso del fiscal Danilo Anderson. Desde la calificación infundada del asesinato como acto terrorista hasta el anuncio de la solución en días, el asunto arrancó mal. Luego siguieron el intento de aprovechamiento político y beatificación de la víctima; la competencia de dramatismo en el sepelio, ganada por el Fiscal (“Esta muerte me ha dolido más que la de mi madre”), con el Vicepresidente en cercano segundo lugar (“Ha muerto el último hombre justo”); actos de masas, canciones (“Danilo Somos Todos”), anuncios de condecoraciones y bustos. Todo se enfrió con la declaración el Ministro de Justicia sobre la red de extorsión supuestamente encabezada por el difunto.
Posteriormente, el Fiscal General ha venido dando distintas y cada vez más espaciadas explicaciones que han devenido en conmemoraciones mensuales y siempre excluyen el detallito de la red de extorsión. Tanto se le “chispoteó” ese detalle que hasta dejó encargados del caso a dos de los fiscales mencionados como integrantes de la red, sin siquiera amagar una inexcusable investigación exculpatoria.
Finalmente, después de numerosos “trailers” (en uno de ellos reportó la detención policial de un supuesto autor material que casualmente se encontraba en poder de un “grupo no identificado”), el Fiscal estrena la película. Al igual que en el caso del 11 de abril, los protagonistas son extrañamente convenientes para el régimen. Preñado de honestidad, el discurso del Fiscal advierte que será difícil probar la acusación. No obstante, agrega, hay muchas otras personas involucradas. Y me viene la imagen de esos pasatiempos en los que hay que unir los puntos para formar una figura, sólo que en este caso se trata de escoger puntos y decir que la línea que los une dibuja una figura clara, aunque en realidad no tenga ningún sentido.
Contestándole a una hermana del asesinado, en uno de esos programas de VTV que parecen una práctica de bateo, el Fiscal General dice que no se explica cómo alguien que tenga un vínculo de sangre con Danilo pueda pedirle pruebas cuando presenta a los asesinos. Equiparando asesinos con medicamentos, el Fiscal nos está asegurando que los genéricos son tan efectivos como los originales. ¿Para qué pruebas? Ese revolucionario planteamiento seguramente ayudará a resolver los más de 15.000 asesinatos que han ocurrido durante el régimen chavista (cinco mil de ellos supuestamente cometidos por policías): a cada víctima se le asignará su respectivo asesino y Santas Pascuas. Mientras tanto, la posibilidad de que se castigue a los verdaderos homicidas parece alejarse. La justicia de la Fiscalía le está fallando al fiscal Anderson. En eso, ciertamente, Danilo somos todos.
