Opinión Nacional

Encarrilarnos al voto

No es por capricho que muchos de los venezolanos, ya cansados de tanta anarquía, de tanta confrontación mediática por parte del gobierno, reclamamos lo que nos corresponde como ciudadanos. Paz, prosperidad, desarrollo, y sobre todo entendimiento y rendiciones de cuentas claras por parte de los representantes. En efecto, la política venezolana no termina de encarrilarse, y los ciudadanos (incluso, los que aún siguen el imaginario populista del gobierno) comienzan a pedir mejoras sociales contundentes, reclamando acabar con el proselitismo político desmesurado en campañas electorales permanentes, en una transición política que nunca acaba, y la cual se postula “revolucionaria”. Dando píe a una situación de desgobierno altamente conflictiva y empobrecedora, que el viajante, en su Airbus de oficio, no entiende.

Sobre un andamio cada día a punto de romperse, las confrontaciones pasan de lo ridículo, a lo estúpidamente desconocedor de sus propias realidades. En efecto, ladrando como perros sin cadenas se rasgan las vestiduras (tipo Barreto) entre sus propios miembros por las dádivas de su amo. De un “neo-socialismo” atragantado sin ni siquiera digerir ideas. Mucho menos pretender ideología alguna. Así, bajo una supuesta izquierda retrograda y acomplejada en discursos que en la práctica se quita el disfraz para mirarse frente al espejo de los milicos y corruptos como traje a la medida.

Así las cosas, el historiador mexicano y director de la revista Letras Libres Enrique Krauze viene advirtiendo y no sin razón; “con todo, como se ha visto en el caso venezolano, los militares pueden vestirse con la piel de oveja del uniforme civil, llegar al poder mediante elecciones y luego, a la manera de Hitler, utilizar la democracia para acabar con la democracia. El militarismo es un paradigma latente”.

En épocas pasadas era impensable, incluso absurdo, ciertas declaraciones de algunos policastros, revanchistas, que, hoy por hoy, buscan culpar al “imperialismo” por las desgracias naturales, económicas, políticas como excusa de su incapacidad para gobernar. Ahora todo es culpa del “imperialismo”, incluso para aquellos “revolucionarios” del proceso que viajan a EE.UU. para renovar su ajuar, comprarse un apartamento, o ver a Mickey Mouse. Eso sí, ¡en nombre de la revolución!…

Así, se ha procurado de manera cínica atacar el proceso de integración del sistema democrático competitivo, bajo el dominio por parte del “líder revolucionario” del proceso deslegitimador de las instituciones, como método, Castro-Locuaz, de presión ante sus enemigos políticos; mas no adversarios en competición. Base para toda democracia.

Por ello, busca a punta de dádivas a base de la renta petrolera, comprar y controlar conciencias en los poderes públicos; como se percibe en los cuidadores-marionetas, tipo Consejo Nacional Electoral (CNE), Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y su cómoda (camarilla) mayoría parlamentaria, desde un populismo en extremo inoperante y genuflexo.

En fin, La Venezuela de Chávez: como tituló su entrevista Scott Johnson, y, La Venezuela Elegible, de Alejandro Rossi, coinciden sus apreciaciones con aquel célebre libro del español Juan J. Linz; La Quiebra de las Democracias, En donde analizó la política del resentimiento, apoyándose en el pensamiento del filósofo-sociólogo Max Scheler, que éste último a su vez toma del término Ressentiment del filósofo alemán Friederich Wilhem Nietzsche. Así: el resentido, tipo Chávez: “Denota una actitud que surge de la acumulación de represión de sentimientos de odio, venganza, envidia y otros semejantes…Ya que personas llenas de Ressentiment anhelan en secreto los valores que denuncian públicamente”.

Entre tanto, si nos miramos en nuestros propios predios, observamos cómo los gastos en las permanentes campañas electorales y sucesivas elecciones, resulta grosero, y cómo el gasto social en Venezuela se reparte entre piratas. Así la pobreza crítica, al lado de la inseguridad personal avanza a pasos de vencedores. Así, el líder del micrófono Latinoamericano cree que con sus “misiones” podrá tapar la ineficiencia de sus acólitos corruptos; todo ello basado en los altos precios del barril de petróleo. Es decir, una clara malversación de los fondos del Estado.

Ahora bien. ¿Por qué no promueve la inversión interna? ¿Por qué no activa la industria venezolana, en vez de estar viajando y derrochado el dinero del Estado? Para una respuesta: Véase, Aló Presidente, o las cadenas presidenciales cuando pasea por el mundo y descubra las fantochadas de un tonto útil que regala el dinero del Estado venezolano por América Latina. Si no; ¡pregúntenle a Fidel Castro.

Como se sabe, desde hace décadas que los populismos tipo Peronismo, Varguismo, Cardenismo, Aprismo, Velazquismo, Gaitanismo, Perezjimenismo, Bonapartismo, Nasserismo, de mezcla militar y otros tipo Adequismo y Chavismo cívico militar como éste neopopulismo; lo que han dejado tras su paso por la historia de sus países ha sido pobreza, aumento de los nacionalismos, aumento de los conflictos sociales violentos, y ello aprovechándose de las ilusiones de esas masas de hombres y mujeres largamente excluidas y tristemente aprovechadas para proyectos personalistas demagógicos y autoritarios que en nada aportan para el desarrollo y democratización de las sociedades que lo padecen.

Así, el populismo promueve la irresponsabilidad modela de manera totalitaria la mentalidad del pueblo-masa. De hecho desgarra el tejido socio-político, y corroe el espíritu público alimentando con el pasar del tiempo (1998-2006) la discordia en la sociedad civil, y el ciudadano continúa apático a los partidos. Precisamente de esa apatía se alimenta el populismo y la antipolítica, Aspecto que está cambiando gracias a la unidad política en el país entorno a la candidatura de Manuel Rosales como cabeza visible para las elecciones del 3 de diciembre de 2006, asunto éste último, que tiene descocado al adulador de Fidel Castro.

En fin, defenestrar el “chavismo de pesadilla”, (que no es todo el chavismo, por cierto) es Nuestro gran compromiso para poder reconstruir las instituciones democráticas sólidas y eficaces. Nuestra lucha: mantener las libertades de expresión, de propiedad privada, de formas de vida en entendimiento.

De nuestra participación y demostración de firmeza dependerá en gran medida los nuevos rumbos del país en está transición que ya no se debe prolongar más. Porque el problema en Venezuela no es el imperialismo, ni George W Bush. El problema en Venezuela es que nos jugamos nuestra forma de vida en democracia. O salimos a votar por Manuel Rosales, o Votamos por Fidel. Tan simple como eso…

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