Es posible la unidad si la Iglesia toma la iniciativa
Apoyamos la propuesta de una reunión unitaria de la oposición a celebrarse el 15 de noviembre para ponernos de acuerdo respecto al referéndum. Sugerimos que sea la Conferencia Episcopal la que haga la invitación al encuentro de los partidos y alianzas de oposición (Frente Patriótico y Comando Nacional de la Resistencia) por la unidad en la estrategia contra la reforma constitucional.
Todos estamos unidos en el rechazo a la reforma constitucional, pero desunidos en la estrategia a seguir. ¿Hay posibilidad de que nos unamos también en la estrategia? Es difícil, pero no imposible. Lo haría posible la buena fe y la preeminencia del interés nacional sobre el partidista. Debemos hacer el supremo esfuerzo de intentarlo. En este sentido apoyamos la propuesta de Enrique Ochoa Antich, publicada en la prensa, de una reunión unitaria de la oposición a celebrarse el 15 de noviembre para ponernos de acuerdo respecto al referéndum. El silencio que ha seguido después de sus palabras indica que su propuesta no ha sido acogida en principio, especialmente por aquellos que están ganados por la soberbia de su poder financiero y mediático a pesar de que no se refleja en apoyo popular. Pero tampoco ha sido rechazada de plano, por lo cual hay que insistir en ella, consciente de que la gente sancionaría políticamente al que se oponga a una iniciativa por la unidad de la oposición.
Para hacer insospechable de parcialidad política la gestión por la unidad, sugerimos que sea la Conferencia Episcopal la que haga la invitación al encuentro de los dirigentes estudiantiles, que están en la vanguardia de la lucha, con los partidos y alianzas de oposición (Frente Patriótico y Comando Nacional de Resistencia), con el fin de lograr la unidad de acción contra la reforma constitucional. La razón para que sea la Conferencia Episcopal (o en su defecto, el Cardenal Urosa en persona) la que haga la invitación parte del hecho de que ella se ha declarado categóricamente en contra de la reforma constitucional, no por razones políticas sino por razones morales, por lo cual está interesada en que no sea aprobada, y en consecuencia debe considerar absolutamente necesaria la unidad de todos los que compartimos su posición, porque sólo así podremos lograr el objetivo. A esta iniciativa de la Iglesia se sumarían las centrales sindicales, los gremios de profesionales y las cámaras de empresarios como facilitadores del acuerdo.
Sería lamentable que la Conferencia Episcopal no tomara esta iniciativa con el pretexto de que la acusarían de participación política, primero porque ya está acusada de ello, y segundo porque el rechazo a la reforma tiene que expresarse políticamente para que tenga éxito. Si se inhibe de tomar la iniciativa por escrúpulos, habrá contribuido a la derrota por la desunión. Agravaría la situación, si la Conferencia Episcopal se pronuncia unilateralmente sobre la conducta a seguir ante el referéndum, por ejemplo votar o no votar, porque esta es una decisión política reservada a los políticos. Sería un error mayúsculo porque metería a la Iglesia en el debate interno de la oposición, sin ninguna ganancia. Incluso podría quedar en una situación incómoda, que debilitaría su peso en la sociedad, porque en el supuesto negado que llamara a votar y la abstención supera el 50%, como así será, el enemigo podría usar este hecho para decir que los obispos carecen de poder de convocatoria o que el pueblo no reconoce su autoridad. En este caso habrían amarrado su suerte a un sector de la oposición, el que siempre ha llevado al pueblo al matadero electoral, con resultados desastrosos para el futuro.
SI la reforma constitucional es inmoral, la Iglesia tiene la obligación moral de agotar los esfuerzos por la unidad de todos los que compartimos su posición. Es en verdad un mandato divino en esta hora aciaga de la patria.
