Opinión Nacional

¡Esa libertad de prensa!

Por fortuna, muy a pesar de los videntes de la tragedia y cultores del pesimismo narcisista, Venezuela en el último año (y también en el último septenio) ostenta un buen record; ningún periodista ha muerto en el ejercicio de su profesión u oficio, balance azul, en positivo, que contrasta con las informaciones provenientes de Viena (2 de mayo), cuyo lead es el siguiente: «Organizaciones internacionales destacaron en la fecha consagrada a defender la libertad de prensa en el mundo, la muerte de 87 periodistas sólo en el año de 1999, en medio de los violentos conflictos que asuelan el planeta, lo que arroja un trágico promedio de casi un comunicador cada cuatro días».

En este sentido, el primer año de Chávez (que de ganar Arias no tendría segundo completo), pasó limpio de culpas. Su guerra no estuvo dirigida a exterminar periodistas, quienes en el vecino país tienen un cementerio particular, sino a peligrosísimas escaramuzas con los medios de comunicación, esta vez representados, no sólo en el estrato empresarial, sino también en el de los columnistas, en su mayoría críticos de su forma de gobernar, y reporteros, si es que no mienten quienes aseguraron que éstos habían sido hostigados y agredidos por los manifestantes que recorrieron a Caracas de oeste a este, en sentido inverso a como lo hizo José Vicente Rangel cuando aspiró por tercera vez y ya no más, a la presidencia de la República.

El primer año de Gómez abrió en abanico con un inventario ilimitado de libertades, pero se cerró con clausura de varios diarios de oposición, sobre todo a partir del asesinato de Henrique Chaumer. De 1913 en adelante, toda crítica quedó borrada y los diarios, semanarios y revistas cedieron a la fuerza y a la técnica de la uniformidad informativa y de opinión. Toda disidencia (o apariencia de tal) era castigada con el cierre en la publicación (El Pregonero, El Fonógrafo, Pitotorreos) o la prisión de los periodistas. Aunque no perdió la costumbre, López Contreras fue menos drástico. Su primer año permitió periódicos como ORVE y El Popular, y caso interesantísimo, en Zulia, como vocero de los huelguistas petroleros (¡tan distintos a los ahora adscritos a la CTV!), Petróleo.

Pero en febrero y marzo pasaron a mejor (o peor) vida, lo que, como cuento, no vale la pena echar. Como tampoco el del período medinista, que fue de rápida ambientación de la libertad de prensa. En esa etapa pudieron salir a la luz Ultimas Noticias, El Morrocoy Azul, ¡Aquí Está…!, El Nacional, Acción Democrática, El País, y por si fuera poco, nació la Asociación Venezolana de Periodistas (AVP). Y constituyó aquel un gobierno de grata recordación para la SIP.

Pasaré en volandas por el primer año de la Junta Revolucionaria, muy malo para los directivos y columnistas de El Tiempo, para honrar al último, cuando se sancionó la Constitución y la oposición periodística, sobre todo la de El Gráfico y Tribuna Popular, vale decir Copei y Partido Comunista, pudo ejercerse abiertamente. Y de los gobiernos militares que en sus tres variantes conoció el país entre 1948 y 1957, con la añadidura tormentosa de los 22 días de enero de 1958, sólo habría que decir que fue un decenio de clausuras, oficinas censoras, recursos de autocensura y libertad de opinión política nula.

¿Cómo fueron los años primeros de Betancourt y Leoni, puntofijista el de Pacairigua, anchabasista el de Puedpa? En otras ocasiones lo he expuesto: el de Betancourt fue de arremetida contra el diario La Razón (Marco Aurelio Rodríguez, sucedido, en maniobra inteligente, por José Vicente Rangel) y el columnista Simón Jurado Blanco, quien escribía en el periódico fundado por Andrés Mata en 1909. Por esos azares de la historia, la AVP estuvo al lado, en ese tramo, de Betancourt, movida por los antecedentes de «los execrados» y del peligro de un retorno dictatorial. Pero la herencia está llena no sólo de azares, sino de trampas, y no terminaría el segundo año de aquel quinquenio sin que la saña gubernamental cayera sobre Tribuna Popular (PCV), Izquierda (MIR), Fóforo (un fósforo sin ese, tampoco sin heces; humorismo puro) y, por carambola, Fantoches). Tribuna no pude reaparecer sino en enero de 1962 para luego ser clausurada indefinidamente. Volvió a la vida en 1969, primer año de Caldera.

En el primer año de Leoni pudieron circular el semanario Qué y el diario La Extra y, poco más tarde, El Siglo. El intento de aprobar la llamada ley de Prensa provocó la manifestación del 1° de abril de 1965, donde resultó abatido el periodista Guerra Leidenz. Extraño lapso el del primer año de Leoni, pues si permitió aquellas publicaciones de izquierda, trató de regular en ley el artículo 66 de la Constitución de 1961. Algún día escribiré sobre tales casos, en los cuales Uslar y Luis Esteban Rey llevaron la voz cantante (y escrita) por el lado del gobierno o coalición de Ancha Base, en tanto la izquierda (y con ella Miquilena) apareció unida con la Cadena Capriles.

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