Opinión Nacional

“Estamos muy cerca del despertar, cuando soñamos que soñamos”

El título de esta nota es una ecuación conceptual del escritor Novalis; y aunque sea perturbadora a nuestra inmediata apreciación de realidad, evoca al menos un cierto grado de posibilidad para un ahora viable y “real”.

¡I have a dream…! forma quizás parte de esta abstracción; y no debemos de olvidar que la misma ha trascendido, como “verdadera realidad», el embate del tiempo.

En resumidas cuentas, el mencionar a Novalis es sólo un pretexto para reforzar el sueño de una Venezuela moderna y competitiva, una Venezuela sin lastres de miserias ancestrales, una Venezuela no encerrada en sueños que hemos de desechar cuando soñamos que soñamos.

Esta reflexión que pretendo comunicar tiene que ver con la posibilidad de inventar realidades; o más bien con las verdaderas posibilidades de descartar realidades dañinas a una óptima realidad.

El sueño de Chávez es un sueño que soñamos como una realidad válida de un sueño de Chávez, y por lo tanto es absolutamente irreal para nosotros: así se puede utilizar esta singular ecuación de Novalis.

Lo importante entonces es saber, ¿Qué es lo que puede suplantar esa supuesta realidad revolucionaria y bolivariana?

No existe en mí ningún tipo de duda al contestar tal pregunta: no deberá de existir poder alguno, en ninguna de nuestras realidades o fantasías, que pueda subyugar la praxis democrática, la cual se basa en el derecho a la libre individualidad.

Las militancias y las estrategias de orden político deberán quedar en segundo plano a la hora de usufructuar los derechos democráticos.

Siempre el hecho individual tendrá que formar parte activa y definitoria de la praxis democrática.

Soñemos pues como individuos y convirtamos nuestro sueño en una realidad colectiva.

Venezuela, en Latinoamérica, sin menospreciar a otras naciones, merece otra realidad por su herencia histórica (no hablo de inventar historia falsa; el hecho de una iniciativa independentista lograda, constata mi aseveración). Es una realidad enraizada en un pueblo libre de diferencias étnicas y culturales; una realidad que tiene que ver con la libertad universal y no con la propuesta segregacionista de un poder aberrado, desconocedor de su historia y embebido en un revanchismo desestabilizador (sólo alimentado por la carcoma social de sus malsanas frustraciones).

El problema tradicional de Venezuela no ha sido el conflicto de razas, ni de culturas o religiones, ni de clasismos tradicionales como en las noblezas que aún sobreviven en Europa.

No. El problema de Venezuela ha tenido más bien que ver con la natural y malsana actitud de dejarse llevar por la corrupción (cosa de que ninguna sociedad del mundo está exenta).

Si una estructura sociopolítica permite la corrupción, habrá entonces que desecharla, remendarla, o simplemente relegarla como no válida en correspondencia a los principios democráticos que deben garantizar “la igualdad de oportunidades para todos sus ciudadanos” (aunque es totalmente cierto que la democracia nunca estará exenta de las carcomas inherentes a la condición natural del querer subsistir a cuestas de lo que sea, pero al menos las controla).

Es allí donde un estado democrático sano y consciente de su papel regulador, debe jugar el papel de monitorear y enmendar las circunstancias que hacen posible situaciones donde alguien/algunos puedan evadir las normativas que han de regir para todos.

Nada de eso tenemos hoy. Todo lo contrario. Ya no tenemos ni ese “pequeño” resquicio moral (aunque duela decirlo) que teníamos ayer.

Lo poco de nuestra riqueza nacional que disfrutábamos (a causa de la defectuosa democracia que teníamos), ha dejado definitivamente de pertenecernos.

Pertenece ahora a una elite que insiste en tener absolutos derechos sobre ella (y esto a causa de segregar nuestra sociedad entre los que sí son de aquí, y los que nunca lo fueron); ASÍ COMO QUE SI “ELLOS” DECIDIERAN A QUIÉN PERTENECE LA VENEZOLANIDAD.

Aunque “la historia es una pesadilla de la cual desearíamos despertar”, hoy sabemos que Miranda nació español, que El Negro Primero fue hijo de esclavos africanos, que Bolívar (de ancestro español) nació mantuano, que los indios siempre estuvieron aquí, y que el niño de Sabaneta, aparecido tardíamente en la escala histórica que conocemos, zambo multigenético de indios, negros y blancos (nada de malo en esa multietnicidad), pretende hoy investirse en el único propio y original venezolano; autolegitimándose, como el absoluto dueño de una auténtica venezolanidad.

No sólo racismo se desprende de tales pretensiones, sino también la deleznable negación de su propia sana universalidad.

Nada me extrañaría que secretamente en el fondo (y a pesar de todo) Chávez odie a Castro, a José Vicente y a Acosta Carles, por blancos; y a cualquiera que difiera de la cerrada interpretación de su propia y “verdadera identidad nacional”.

Su temprana y no conclusa revolución aún no nos ha mostrado el recóndito fondo de sus escondidas y frustrantes necesidades.

¡Pero como estamos muy cerca del despertar (cuando soñamos que soñamos) no creo que lo llegue a lograr!

We have a dream…!

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